Hace 30 años An apple a day keeps the doctor away (en inglés, “Una manzana al día mantiene lejos al doctor”) era un refrán habitual. Pero durante estas tres décadas hubo muchos cambios en el mundo frutícola. Los médicos hoy recomiendan an avocado a day (en inglés, “una palta por día”), la fruta que actualmente parece solucionar todo, mientras que las tradicionales, como la manzana, cayeron al olvido.
“Su consumo cae constantemente, mientras que otras consideradas antes más bien exóticas, como la palta, el arándano o alguna tropical, son la nueva panacea”, afirmaron Betina Ernst y Nicolás Szentiványi, de Top Info.
Con preocupación, el sector observa una marcada tendencia a la disminución del consumo de frutas. Principalmente las generaciones más jóvenes han perdido el hábito. Los mayores son, por lejos, quienes más consumen. “Los jóvenes compran paltas, arándanos, bananas, frutillas y, en menor grado, mandarinas, cerezas y uvas. Pero las cantidades son mucho menores a las que consume la gente mayor”, dijeron.
Señalaron que antes, la fruta era considerada barata: no se consideraba como un gasto especial. Esto ha cambiado, actualmente la fruta resulta un alimento no tan barato, y para algunos incluso, caro. El consumidor ya no las considera un alimento esencial, por lo cual no está dispuesto a pagar así nomás los precios exigidos. “Pero la razón de los mayores precios no es un capricho, sino que se basa en el importante encarecimiento que tuvo la producción de fruta durante los últimos años: subieron los costos laborales y de energía, además, actualmente se requiere una alta tecnología, certificaciones, controles, buen embalaje etcétera, para obtener un producto de calidad, que es el que exige el mercado. Si a esto se suma que el consumidor, cuando decide gastar en frutas, opta por las más caras (arándanos, paltas, uvas, mangos) y las mejores calidades, los productores a frutas ‘más clásicas’ enfrentan una tormenta perfecta”, puntualizaron.
Explicaron que durante los últimos años se multiplicaron los sellos y las certificaciones, promocionadas para diferenciar el producto frente a la competencia. Son distinciones que exigen las grandes cadenas de supermercados o responde a la búsqueda de la sociedad hacia una producción más amigable con el ambiente y el entorno social. “Todo esto implica costos adicionales para adaptar la producción a las nuevas exigencias y pagar las certificaciones. Tal plus se carga a la fruta y es otro motivo del aumento del precio de esta”, subrayaron Ernst y Szentiványi.
El consumidor busca la fruta fácil de consumir (banana, mandarina), rápida para comprar (en el super) y cómoda para llevar (redes, prepacks). La comodidad y practicidad son lo que más pesa en el momento de la compra y del consumo. Dudas ambientales o económicas son dejadas de lado. Por ejemplo, ciertos embalajes, aunque cuestionables por contaminar, están ganando la batalla por ser más cómodos o, ante un mayor costo se prefiere comprar menos.
Si algo atemoriza al consumidor, y está muy posicionado en su mente como algo endiablado, son los agroquímicos y transgénicos. “A tal punto que hay personas que deciden no comer frutas ‘porque están llenas de venenos’. Desgraciadamente hay una enorme confusión al respecto, basadas en comunicaciones falsas y una gran ignorancia”, lamentaron.
Precisaron que con frecuencia se usan frutas para hacer las publicaciones sobre los riesgos de los productos químicos, ya que son productos palpables por el consumidor. No tendría el mismo efecto si, en lugar de una linda manzana “llena de tóxicos” se empleara la imagen de un grano de cereal o una legumbre. “El consumidor desconoce el gran esfuerzo que hace el productor frutícola para reducir el uso de productos químicos. Tampoco es consciente de que no se puede tener una producción comercial sin toda esa tecnología. Hay cierta idea romántica de que se puede producir frutas ‘naturalmente’, sin mayor intervención y que el productor es el malo que quiere hacer ‘lucro’ forzando producciones con químicos”, dijeron.
Por otro lado, se tiene el problema de la cosecha de la fruta, que es mundial y creciente al no encontrarse personas dispuestas a hacer el trabajo de recolección. La pandemia lo puso más que en evidencia, al complicarse el traslado de los cosechadores de otras regiones y países. Hay una constante búsqueda para incorporar tecnología y simplificar la tarea de cosecha, dado que este punto es un creciente dolor de cabeza para los productores.