Fue un 29 de octubre de 2019. Juan Manzur asumía un nuevo período como gobernador en Tucumán. A su lado estaba el presidente electo de los argentinos, Alberto Fernández. Ese día, el representante del Frente de Todos que le había quitado la ilusión a Mauricio Macri de ser reelecto se quedó casi sin voz criticando la gestión de su antecesor. Y lanzó una frase que hoy parece risible. Fernández se indignó porque Juntos por el Cambio le dejaba “el mayor daño pensado” y aseguró que en ese momento la pobreza alcanzaba a 1 de cada dos chicos menores de 14 años. En ese momento, según el Indec, la pobreza alcanzaba en el país el 35,4%. Pero hablaba al lado de Manzur, el gobernador de Tucumán que en ese momento exhibía una pobreza del 40,4%, es decir más alta que la media nacional, y era el sexto conglomerado (Gran Tucumán y Tafí Viejo) con mayor pobreza en Argentina. ¿Qué pasa cuatro años después? El último informe del Incec destaca que, entre los niños de 0 a 14 años, la pobreza alcanzó el 56,2%, un incremento de 5,3 puntos porcentuales respecto del primer semestre de 2022 y del 20,6 con respecto a 2019. Y Tucumán, con enorme historia de gobiernos peronistas retrocedió aún más. La ciudad con mayor tasa de pobreza infantil (0 a 14 años) es Concordia, que registró un índice del 69.2% en el segundo semestre de 2022. Y luego le siguen Gran Resistencia, con el 64.3%, y Santiago del Estero – La Banda, con el 64%, Gran San Luis (61.9%) y Gran Tucumán – Tafí Viejo (60.2%), 20,2% más que hace cuatro años. Pero no hay gritos indignados de Fernández. Es más, Fernández no aparece desde hace semanas. Tampoco Manzur, quien parece más preocupado por su futuro político (¿en el Senado?) que por lo que sucede a pocas cuadras de Casa de Gobierno donde hay chicos que pasan hambre.

Los argentinos estamos siendo testigos a diario de la pelea intestina que llevan adelante los tres principales candidatos a gobernar el país desde el 10 de diciembre: Javier Milei, por la Libertad Avanza, Patricia Bullrich por Juntos por el Cambio y Sergio Massa por Unión por la Patria. Y en medio de una crisis económica que tiene pocos antecedentes, hay una pregunta que repiquetea horadando la mente sobre todo de los adultos: ¿qué pasará con el futuro? ¿Qué será de nuestros hijos y de nuestros nietos? Según los informes, seis de cada 10 niños, niñas y adolescentes de hasta 17 años en Argentina viven en la pobreza, lo que representa 8,2 millones de personas. Además, más de 4,2 millones de niños y niñas experimentan problemas de alimentación. Los indicadores son lamentables. Y la demostración más evidente es lo que sucede en educación, la base de una sociedad para crecer. Algunos datos: una encuesta realizada por el Observatorio en Educación, Ciencia y Tecnología de la UBA señaló que siete de cada diez argentinos tienen una consideración negativa sobre la secundaria, calificándolo como el peor nivel tanto en calidad educativa como calidad docente.

En cuanto a la calidad educativa, a la baja evaluación de la secundaria le sigue el nivel primario, en el que cuenta con una aprobación de alrededor del 40%. En un ranking de 14 países de América Latina, Argentina quedó en el puesto 13 de desigualdad de aprendizajes en Lectura, y en el puesto 11 en Matemática. Según el informe, en cambio, el país se encuentra entre los más igualitarios de la región en cuanto a nivel de ingresos: su índice Gini lo ubica en el puesto 4 de 14. Pero el problema es no solo lo que estos datos dicen en el presente, sino lo que prometen a futuro: aún más desigualdad. Justamente entre 2013 y 2019, Argentina es el único país de América Latina donde aumentó la desigualdad de ingresos y al mismo tiempo empeoró la desigualdad de aprendizajes.

Monserrat Serio (de la Universidad Nacional de Cuyo), Eugenia Orlicki y Leyre Sáenz Guillén (del Observatorio de Argentinos por la Educación), compararon la desigualdad en los resultados de las pruebas de Lectura y Matemática de 3° grado de primaria entre los operativos realizados por Unesco en 14 países de América Latina y el Caribe y los resultados fueron funestos. Por otro lado, apenas el 24% de los argentinos logró completar el nivel educativo terciario. El país se ubica muy por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que llega al 41%, y ocupa el lugar 36º entre las 44 naciones incluidas en el listado.

Pero el dato tal vez más lamentable tiene que ver con que el 46% de los alumnos argentinos de tercer grado no alcanzan el nivel mínimo de lectura, según los resultados del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE): en otras palabras, uno de cada dos estudiantes no comprende un texto adecuado a su edad. Y en Argentina la cifra asciende al 61,5% entre los estudiantes del tercil de menor nivel socioeconómico, mientras que desciende al 26,3% entre los estudiantes del tercil de mayor nivel socioeconómico.

Hace pocos días, Carlos Tevez, ídolo de Boca y actual entrenador de Independiente, contó un suceso que lo había consternado. El ex jugador trabaja con neurociencia durante los entrenamientos. Luego de ejercicios que dejan a los jugadores agotados, les plantea la resolución de un problema matemático para ver cómo responden. Nada complicado: ¿cuánto es dos más dos? “Hubo tres jugadores que me dijeron que no sabían ni sumar ni restar”, contó Tevez. Y hablamos de miembros del plantel de uno de los clubes más importantes del país. Ese es el futuro al que nos enfrentamos.

Mientras tanto, en Tucumán, los chicos se consumen. Emilio Mustafá, psicólogo y referente social que trabaja en barrios vulnerables como Costanera Norte, Los Vázquez y en zonas de Banda del Río Salí, afirmó que los chicos se desesperan por comida. Pero casi nadie habla de ellos. La niñez no es parte central de las campañas electorales. Claro, ellos no votan. No mueven la aguja. Pero son los que van a vivir y conducir el país en pocos años.

Los indicadores son devastadores. Hoy, 1.000 niños pasarán a engrosar la pobreza. Mañana serán otros 1.000. Pero no será sucesivamente. Como está la economía, empeorará. Pero la dirigencia veranea en yates y vive en la opulencia. Si hay algo que no sobra en este país es la vergüenza.