Cuando veo el escándalo de Insaurralde o el de ese al que apodan “Chocolate”, pienso en cuánto hemos naturalizado el latrocinio. La casta se encargó de hacerles creer a las masas que el Estado es una suerte de ente celestial capaz de proveerlo todo, con lo cual el robo estaría justificado. Pero no es así; los bienes y servicios no caen como maná del Cielo: alguien tiene que sudar para producirlos. Lo que es gratis para unos, lo tienen que pagar otros. Si alguien se enriquece sin aportar a cambio riqueza en algún modo, significa que otros se tienen que empobrecer. La ecuación es clara. Creo que es necesario vitalizar este concepto, porque el buque se está hundiendo, y aún tenemos el poder del voto.

Ricardo Manai 

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