Por Sergio Silva Velázquez

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

No hay otra obra como ésta, tampoco antecedentes de algo parecido. Lo asegura la asistente del actor que nos ha invitado a espiar detrás del telón. Verónica, con un entusiasmo que contagia-vestida ella de jeans y camisa oscura-nos guía al segundo subsuelo del edificio y después, a través de un pasillo de tenue luz, al íntimo espacio donde el protagonista se concentra para la siguiente función: en una hora las fenomenológicas fuerzas tomarán posesión del cuerpo de 1.90, vestido apenas con un sobretodo largo, que viene al encuentro. “Bienvenidos”, dice Pompeyo Audivert, metido ya en la historia y el sucedáneo de seis personajes que desfilarán ante el público que acude cada noche a la pequeña sala del Centro Cultural Gorini de Buenos Aires para saber de qué va “Habitación Macbeth”. Localidades agotadas otra vez. Shakespeare en la calle Corrientes. Una avenida hoy ornamentada con cartelería de comedias efectistas al paso, propias de este tiempo; otra época acechada por la eterna subyacente crisis argentina, el dólar en alza y la especulación financiera. ¿Porqué 150 personas eligen cada noche Shakespeare?

Queremos saberlo.

“No sé. Quizá es un momento muy Shakespeare, no sé. Somos un equipo de cuatro, el músico-Claudio Peña acompaña los climas en vivo con el chelo -lo que ves aquí. Empieza todo en el Café de La Paz, aquí en la esquina. Charlamos de la función anterior, corregimos cosas. Esto nació como una versión adaptada para un solo actor”, dice Audivert, visiblemente orgulloso de lo que ha logrado.

Audivert tiene camino hecho en el teatro y  la televisión argentina  pero ante todo es un hombre de tablas, donde ha actuado, ha dirigido, ha enseñado. Una pasión que lo consume y -se adivina a la vista-un obseso.

“Yo me ocupo de que no exista una mala función porque se trata de una experiencia. Me parece que el teatro debe señalar lo real que está detrás de las apariencias, que debe ser un piedrazo en ese espejo que representa la supuesta realidad. Lo superviso todo, claro. Existen las dificultades técnicas, ya ha pasado, es peligroso: falla una luz o la música entra tarde, eso genera en mí una perturbación porque se rompe el plan y de algún modo tengo que resolver algo, aunque eso siempre termina siendo favorable porque se desatan fuerzas que están en el aire”, dice, enigmático y convencido a la vez.

Un lector de Shakespeare entrará en clima inmediato en Habitación Macbeth: incluso quienes no están familiarizados con el texto, harán una inmersión en esa atmósfera - se trata de la obra de El Bardo que más recurre a lo sobrenatural- elaborada por un posesionado Audivert en complicidad con la imaginación del público-a contramano de la artillería tecnológica y los efectos cinéfilos- que sigue sus frenéticos movimientos en escena. Ningún personaje está arropado según el rol. Luces y sombras difuminan a Lady Macbeth, a su regicida esposo ciñéndose la corona usurpada y las tres brujas en el páramo aparecerán en los registros vocales del actor y en el quiebre de su postura corporal. El espectador verá a cada una sin dudar de que no son entidades de este mundo. Como sondeará en la cabalgata inicial de Banquo y Macbeth -alocada de uno y calmada del otro- sus personalidades y decisiones tan distintas mientras el actor está en escena durante las casi dos horas, con apenas brevísimos intervalos en que se apaga y enciende la luz y los objetos se mueven en escena por él.

“Hay algo de fenomenológico en la actuación, la idea de una identidad que se ausenta para dar paso a otra pero mucho más cuando la que se ausenta da paso a una serie de identidades; se vuelve uno entonces una especie de canal o médium donde aparecen distintas entidades. Eso ya de por si es sobrenatural y juega a favor del planteo shakesperiano”.

Las fantasmagorías se apoderan de Habitación Macbeth: el público percibe una energía que se insufla diferente cada noche. “Me gustan los silencios del público, me maravillo con esa comunión. A veces aparecen risas también porque hay cosas graciosas y algunos quedan descolocados.  A veces me sorprenden y la gente se deja llevar y aplauden en el medio-la obra entre actos tiene espacios donde se apagan las luces-y me digo: ¡que orgulloso estaría Shakespeare si viera que una obra desata aplausos en la mitad…!”

De que hay públicos y públicos, Audivert lo comprobó cuando salió de gira por las provincias y advirtió “que la gente terminaba muy arriba” y quedaba agradecida: “en Buenos Aires el público es más contrito y protocolar”.

La idea de Habitación Macbeth se pergeñó durante la pandemia. Surgió primero como una adaptación del propio Audivert y se manifestó luego -como el plan de Lady Macbeth- en un proyecto que abrevó de diferentes textos y versiones que el actor leía en la localidad de Mar del Sur, donde tiene una casa y convivió con su ex pareja y su hijo. Quería hacer una obra que fuera parte de la mitología teatral del mundo. Pensó en Macbeth y en un estado de gran inspiración, junto al mar, alimentó las criaturas de la obra eligiendo extractos de diferentes traducciones del texto. “En un momento me vi en una habitación casi a oscuras con apenas la luz del hogar encendido representando los personajes…así nació todo. Las alternancias de los personajes son cuestiones compositivas físicas pero el texto tiene una elaboración que contiene también a Becket y hasta un monólogo del poeta argentino Jorge Enrique Ramponi”.

El mundo es un teatro escrito por un loco que no deja agregar escenas: Audivert siente en su representación que es ese loco. Y ha agregado escenas. Una interface aparece cuando los objetos -que semejan el interior de la habitación de Lady Macbeth por ejemplo- son movidos por un extraño personaje. “Eso apareció cuando lo mostraba a mis amigos, un día que se filtraba luz en la habitación y les gustó como quedó. Para mí es Clov-un personaje de la obra Final de Partida de Samuel Becket, un sirviente que no puede sentarse-, me gustó la idea de que fuera ese personaje y quedó en la obra.”

“Creo que el teatro es una máquina que sondea identidad y pertenencia en una escala metafísica y poética y que para hacerlo necesita ciertas superficies de inscripción, de excusas. Esta obra se aviene muy bien a ese propósito con un solo actor para desatar esas fuerzas temáticas del teatro de fondo”, dice Audivert.

Al final, Pompeyo, estudioso de la fauna shakesperiana, suelta una cuestión que queda danzando en el aire, un enigma de fondo respecto a Lady Macbeth: “Recordemos que es una obra que se perdió y se recuperó… para mí hay una parte del texto original de que se perdió definitivamente y que, en algún momento, las brujas también la visitaron…porque Lady siempre está en consonancia con las acciones de su marido antes de que pasen, avisada de lo que está por pasar”.

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