La inteligencia artificial (IA) es mucho más que el chat GPT. Y está en todos lados. Aunque con menos consciencia de ello, la usamos diariamente: para enviar un mensaje, para recibir contenido por los algoritmos de las plataformas, para ver las redes sociales… la IA está presente en todo. Nos facilita algunas acciones, sí, pero también nos afecta en otras áreas de la vida: “todos esos productos de la IA hacen resonancia en los consultorios”, resume a LA GACETA Mariela Ventura, doctora en Psicología y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).

Sí. Así es. El uso de la IA ya trajo consecuencias psicológicas. Sobre eso, los “Nuevos horizontes para la psicología con la Inteligencia Artificial”, debatirán esta tarde expertos en el VIII Congreso Internacional de Psicología, que se realiza desde el jueves y hasta hoy en la Facultad de Psicología de la UNT.

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“Hoy estamos rodeados de productos de IA; no podemos entender al sujeto actual sin los dispositivos electrónicos o tecnológicos que la tienen... sin el teléfono celular, sin el buscador de Google, sin las plataformas virtuales. Esa es una manera de estar en el mundo actual -explica Ventura-; y nosotros, los psicoanalistas, tenemos que hacer una lectura de nuestra época. La IA repercute por todas las nuevas patologías que crea como la ansiedad, que se produce por la cuestión de los likes, de la necesidad de estar en línea, por la adicción a las pantallas. Surgen nuevas patologías que se relacionan directamente con la tecnología”.

Rasgos de una época

De la mesa panel (que se realizará a las 12.30 en el Anfiteatro Plaza) participarán también la antropóloga Paula Sibilia, el psicólogo y docente Miguel López y la doctora en Humanidades Marisa Álvarez. “Marisa habla de que estos productos que se crean con IA no son neutros. Hay una cierta intencionalidad, una cierta política y una cuestión del orden del poder, o de intereses en su producción. No podemos creer que las cosas que nos llegan por el algoritmo son casualidades; tienen que ver con el consumo, con querer producir una cierta subjetividad. Y esto seguro va a tener un impacto en la subjetividad de nuestra época. Es algo que Paula explicará mejor. ¿En la modernidad qué buscábamos? Sujetos disciplinados, obedientes, que se puedan concentrar. Y hoy vemos sujetos que se distraen, que son multitask (multitarea), que prestan atención al celular, a la computadora... y en eso hay una cuestión de dispersión. Y, en realidad ¿es déficit de atención o es una característica de nuestra época? Por la cantidad de estímulos a los que estamos atendiendo”, pregunta Ventura.

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Son muchos los frentes que la psicología tiene que enfrentar con la llegada de la IA. Un ejemplo claro es el uso de los chatbots como terapeutas. Sí, parece una locura, pero en TikTok, en YouTube o en X (ex Twitter) podés encontrar tutoriales para “entrenar” a la IA como si fuese un psicólogo. “La IA es una herramienta beneficiosa si la usás bien -reflexiona-; pero, ante una consulta, la máquina sólo puede contestar con las respuestas más frecuentes, como lo haría libro. Te podría informar, pero no analizar, ni tampoco podría captar la singularidad del sujeto”.

Frente a este escenario -considera Ventura- la clave está en encontrar el equilibrio. “Son herramientas de uso, que no hay que desestimar porque son importantes, tampoco podemos desconocerlas en la vida o en el consultorio, ni podemos sacarlas de las aulas. Son herramientas, pero siempre tiene que ser el sujeto el que la comande; por ejemplo en la escritura, la IA podría ayudarte, te puede servir como herramienta de búsqueda o como para darle un mejor estilo a tus textos, pero si se tiende a la desubjetivización, a la eliminación del sujeto, eso sería perjudical, habría una alineación”, dice la experta.

Desafíos

Y aunque parece difícil, es posible que las personas aprendan a darle un uso racional, asegura. “El mayor desafío es que no seamos reemplazados por una máquina. Yo creo que eso es algo imposible, porque hay cuestiones de la terapia que tienen que ver con los sentidos, con la mirada, con la voz, con el tacto y con el espacio analítico que se establece. Allí tiene que haber una relación transferencial para que se movilice la cuestión deseante del paciente, cosa que no creo que pueda hacer una máquina”, comenta.

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Resalta: “hemos visto en pandemia que la cuestión de la virtualidad funciona desde el punto de vista terapéutico, y hay pacientes que lo mantienen; sin embargo, esta cuestión del espacio analítico, de la mirada, de la intimidad que se produce en el consultorio, muchos pacientes no lo han cambiado. Siguen necesitando de ese lazo con un otro, y eso es algo que no se va a perder [...] sí, la IA puede sugerir respuestas fáciles o rápidas, pero como explica Miguel, puede parecer un oráculo, y te da la impresión de que tiene respuesta a todo, que todo te lo puede contestar o que todo lo sabe de manera inmediata, y que así no tendría necesidad de exponerme ante un otro real. Eso puede resultar adictivo, pero falta esta cosa intangible de sentimientos que sólo se pueden experienciar en la terapia”.