Triste, solitaria y final. Villa Pujio es la última comunidad del sudeste tucumano que está en el límite con Santiago del Estero, del lado sur de la ruta 308, dentro de la jurisdicción de la comuna de La Madrid. Desde esta carretera se toma un camino vecinal de unos cinco km transformados en un colchón de tierra que se subleva a cada paso de vehículos.
La atmósfera entonces queda envuelta en una nube de polvo oscuro e irrespirable. Es muy complicado avanzar en auto y menos en motos o bicicletas. La vía se constituye en una especie de prólogo que comienza a revelar la triste realidad de un pueblo al que nunca ninguna autoridad de gobierno llegó. Y en el que los desmontes sin tregua de a poco dejan desguarnecidos a sus habitantes.
“Este camino está destruido por los camiones pesados de los finqueros que sacan sus ganados, pero que nunca se encargan de arreglarlos. Menos lo hace la comuna. Es que nosotros no le importamos a nadie. Aquí se vive como se puede”, comentó angustiado Omar Páez mientras avanza caminando con su bicicleta a un costado, porque la tierra le impide pedalear. “En el verano a veces quedamos aislados días. Es que esto se convierte en un lodazal”, apunta.
Los chicos que van a estudiar en Árboles Grandes, paraje más próximo, padecen a diario las penurias de tener que salir en motos o bicicletas por la espesa alfombra de polvo. Recuerdan que no hace mucho la nieta de Jacinto Zambrano se accidentó con su moto al caer pesadamente al suelo.
Páez viene de hacer una changa con su amigo Luis Juárez, también del lugar. Desmalezar fincas parece ser el único trabajo de la zona. Después la otra opción es emigrar de ahí para tratar de conseguir ser fichados en la cosecha del limón o la zafra azucarera. Otra alternativa es viajar al sur como trabajador “golondrina”. Cabras y lechones, que se venden a comerciantes de Termas de Río Hondo, se constituyen en un recurso económico valioso. Pero no todos los tienen.
El drama del agua
En Villa Pujio, paraje en la que viven unas 40 familias (cerca de 200 personas), hay un silencio que no alcanza a eclipsar todas las urgencias de los vecinos. Ahí el agua es un bien supremo que escasea a veces al límite de la desesperación.
“Se cavaron pozos en algunas fincas que absorben la poca agua de la napa de la zona. Los pozos vecinales dejaron de largar líquido y con frecuencia no tenemos ni para cocinar. Hay que salir en la zorra (carro tirado por mula) a mendigar agua en las fincas. El más solidario con nosotros es don Perea”, comenta doña Elva Rodríguez (76 años).
Ella nació en el lugar y dice que ahí las carencias aunque siempre fueron un denominador común ahora son peores. Advierte que es por el hecho de estar el pueblo ubicado lejos de todo, principalmente de los gobernantes. Hay candidatos que llegan hasta ahí solo en tiempos de elecciones y no regresan más, cuenta.
Frente a esta situación la gente valora el trabajo solidario que despliega el docente Carlos “Toti” Lezana que, según asegura doña Nélida Rodriguez, “como dirigente vecinal de La Madrid logró extender la cañería desde un pozo que está al otro lado de la ruta y del que sale por lo menos un poco de agua. “El hombre además siempre llega con algunas ayudas como alimentos u otras urgencias”, dice.
El pozo que alimentó toda la vida al pueblo, ubicado a la par del oratorio de la virgen Desatanudos, se extinguió hace años y nunca ninguna autoridad gubernamental se preocupó por instalar otro. Ahí los pozos deben tener más de 150 metros de profundidad por el arsénico que contamina en napas menos profundas.
En Árboles Grandes, que está cerca de ahí, se perforó uno de 160 metros en la escuela y nunca pudo ser habilitado por expulsar líquido contaminado, cuentan los lugareños. En Villa Pujio no hay ningún centro asistencial. Enfermarse es un problema serio.
“Las ambulancias no pueden ingresar por lo pésimo del camino. Y solo don Zambrano tiene una camioneta que, desinteresadamente, traslada a veces a algún enfermo hasta el hospital de La Madrid. De lo contrario la gente se moriría sin asistencia” apunta Carlos Heit.
Escasa electricidad
Heit asegura, por otro lado, que la tortura de vivir en “medio de la nada” también carga el peso de disponer de escasa energía eléctrica. Villa se convierte en un infierno en el verano y no se puede utilizar el aire acondicionado. “Algunos compraron ese aparato, pero nunca lo pudieron activar. Si para encender un ventilador hay que apagar las lámparas de luces y la heladera. Aquí los cortes duran a veces hasta ocho días”, cuenta Carlos.
El hombre por eso considera que es una verdadera ironía que haya lugareños que paguen facturas de entre $ 15.000 a $ 20.000. “Creemos que esto sucede porque la comuna de La Madrid acordó con la empresa hidroeléctrica que en el cobro del servicio también figure la tasa por alumbrado, barrido y limpieza”, sostuvo.
En Villa Pujio, cuyo origen de su toponimia se desconoce, los vecinos esperan que el próximo gobierno de la provincia encienda su interés por las comunidades olvidadas del sudeste tucumano y llegue con soluciones.
“No podemos perder las esperanzas de llegar a estar algún día mejor. Por lo menos con el agua asegurada y un camino en condiciones”, remató doña Elva. También aspiran a que se ponga límite a los desmontes que los dejan a la intemperie, desguarnecidos del viento y el sol que agobia inclemente.