Se abre la puerta en la casa de los Jabif, y aparece el mundo de complicidades y encuentros que permitió al menor de los hijos, Nicolás, crear un emprendimiento para no aburrirse durante el confinamiento por la covid-19 y, al poco tiempo, sumar a su mamá Claudia Grinman, que es ahora la cabeza, las manos y el corazón de Arachis. Sobre la mesa descansan las presentaciones en envases de vidrio y de plástico reciclable de hasta tres kilos de la pasta de maní sin conservantes ni agregados que gana adeptos instantáneos por su pureza, consistencia, sabor y poder saciante. Una cucharada basta para entender por qué el proyecto tiene hasta su propia “comunidad arachera”, y por qué sus fundadores se ilusionan con sacarlo de la cocina familiar y colocarlo en su propia fábrica.
Arachis empezó con los $ 5.000 que Nicolás Jabif, en ese momento estudiante de Medicina, le pidió a su padre Víctor para comprar frascos, y cinco kilos de maní tostado, pelado y sin sal, y “hacer algo” hasta que se reanudara el ciclo lectivo 2020. “Todavía estaba en la Facultad. Con mis hermanos y mi papá somos corredores, muy del deporte y de la vida saludable. En la pandemia, corríamos en el fondo de la casa: dábamos vueltas alrededor de la pileta. Estábamos locos. El que realmente se decide a probar con la pasta de maní es mi hermano Germán, un ‘adicto’ al relleno del Bon o Bon que quería comer algo parecido, pero más ‘fit’. Así que él hizo una vez y se cansó. Entonces, tomé la posta yo porque me parecía algo rico, fácil de elaborar y distinto. Nos ‘escapábamos’ para comprar maní y fundíamos la máquina procesadora de la casa”, recuerda el médico en vías de especializarse como cardiólogo.
Dos meses después de arrancar con estas primeras versiones del producto, el 20 de mayo de 2020, nació Arachis. El fundador relata: “yo estaba frenado en mis estudios y aburrido: sólo me faltaban los últimos meses para recibirme. En esa época conocí a mi novia, ‘la Vicky’, y yo le llevaba la pasta de maní para que la pruebe y opine en su condición de bailarina. Ella me decía que tenía que venderla y así lo hice. Compré los cinco kilos de materia prima y ahí me di cuenta de que no podía solo. Mi mamá me vio en esa situación y me dijo ‘te voy a ayudar’. El primero que compró fue un compañero de Medicina”.
Al principio sólo había tres opciones: natural, endulzada con estevia, y con coco y estevia. “Era un éxito total. La gente venía a buscar las pastas de casa o las recibía a domicilio, y un día a la semana dejábamos mercadería en el centro, en la casa de mi abuela. Mientras yo salía a repartir, mi mamá se quedaba fabricando”, detalla Nicolás Jabif. Desde el primer minuto la repercusión fue espectacular y, sin pensarlo, casi junto con Arachis surgió lo que sus hacedores llaman “la comunidad arachera”. “Son consumidores de nuestro producto que nos siguen y nos dan una devolución muy buena. Gracias a ese ‘feedback’, ampliamos la gama e incorporamos el cacao amargo. Hoy tenemos seis sabores de pasta de maní hechos por nosotros, a partir de recetas que fuimos creando. Empezamos desde el desconocimiento total y aquí estamos”, admite. También por pedido de los clientes, Arachis incorporó miel orgánica fraccionada.
“Cranch”
Con ensayos, errores, aciertos, los consejos de amigos deportistas, como el atleta Osvaldo Fonio, y mucha previsión, los Jabif crecieron rápido y pudieron comprar máquinas trituradoras más potentes. Y un año y medio atrás, el hijo “se abrió” para enfocarse en su profesión, y su madre se quedó al frente del proyecto. Diseñadora de interiores, artesana de vitrofusión y ex ecónoma en dos sanatorios, Claudia Grinman de Jabif dice que había hecho muchas cosas en la vida cuando se decidió ayudar a “Nico” con la elaboración de las pastas de maní. A ella también la covid la había golpeado porque, cuando la Nación decretó el primer encierro obligatorio y preventivo, acababa de inaugurar su taller para enseñar vitrofusión: llegó a dar apenas una clase y cerró el espacio. “Ahora estoy abocada ‘full time’ a Arachis. Nicolás fue el creador, pero diseñamos entre los dos las fórmulas. Mi hijo todavía colabora en algunas cuestiones logísticas y de números”, explica.
Al médico le impacta la capacidad de trabajo de su progenitora, que tiene 60 años. “Ella hace sola con entre 150 y 200 kilos de maní lo que yo no podía con cinco”, reflexiona. Además, la emprendedora es fiel asistente a las ferias SOS Tierra (Avenida Perón al 2.700) y ahora se sumó al Mercadito Agroecológico (primeros sábados de cada mes), y se ocupa personalmente de atender a la clientela, y de cerrar las ventas minoristas y al por mayor a los distribuidores. Gracias a este contacto mano a mano, Claudia Grinman de Jabif aprendió que hay épocas en las que las mujeres consumen más pasta de maní que los hombres y que los días de frío aumenta la demanda de las versiones con chocolate. “Para mí esto es mágico”, refiere.
La pasta de maní de Arachis se consigue con tiempo, según Nicolás Jabif, que tiene 28 años. “Si las triturás, estas leguminosas liberan sus aceites esenciales propios. Sólo hay que procesarlas lo suficiente. Es, como decimos, sólo cuestión de tiempo”, destaca. Lo llamativo es cómo ese alimento se abrió paso en una comunidad que hasta hace poco sólo lo “consumía” por medio de “los emparedados” que aparecían en las películas estadounidenses. “Eso es mantequilla y posee muchas más grasas que Arachis, que sólo contiene las naturales del maní. Nosotros hacemos una pasta: algo muy distinto. Además, tiene el famoso ‘cranch’ que hace que se sientan los pedazos de maní y haya que masticarla”, enfatiza la madre.
Para las frutillas
El producto de Arachis se inscribe en la alimentación saludable. Se trata de una tendencia cada vez más en boga en parte gracias a la expansión del modelo “fit”. “La pasta de maní es tan energética que con una cucharita es suficiente para paliar el hambre”, dice la cofundadora. Su socio añade: “se trata de un alimento extremadamente calórico en poca cantidad”. A ella y a su hijo los sorprendió la aceptación que tuvo su propuesta, y que haya gente que regularmente pida el envase de tres kilos porque lo usa para desayunar y para merendar como sustituto de la mermelada, y para platos dulces y salados por igual.
La versión neutra es la más dúctil: se combina con miel; es ideal para preparar puré de garbanzos y cubre las necesidades de consumidores de todas las edades. Las posibilidades abundan: con la pasta de maní se puede hacer desde un “mantecol” casero hasta helados, budines, tortas veganas y galletas (ver ideas en las redes sociales del proyecto). En vez de comer frutillas con crema, los Jabif le ponen la pasta con cacao. Por cierto, a ese sabor se lo conoce como “Arachis de chocolate”.
El nombre del emprendimiento siguió la suerte general de la iniciativa. Comenta Nicolás Jabif que estaba buscando ideas en internet cuando descubrió que el nombre original del maní en latín es “arachis hypogaea”. “Pregunté a mis familiares: ‘¿les parece Arachis?’. Y todos gritaron ‘me gusta’”, resume. Después se puso en la tarea de crear el eslogan de la marca y, en esas consultas hogareñas, pasó su madre y le dijo: “lo que tu cuerpo necesita”. Y así quedó. Acto seguido, el estudiante de Medicina se puso a diseñar la etiqueta, que es la que siguen usando. “Hicimos todo muy desde casa”, sintetiza el creador.
La vivienda de los Jabif dio un vuelco y ya no volvió a ser lo que era. El domicilio se llenó de pedidos y de ruidos, y pronto esa dinámica se transformó en la rutina, incluso durante los días de descanso. Pero Nicolás Jabif asegura que la experiencia de emprender fue espectacular, por un lado, por el contacto con los clientes y la gratificación de saber que les gusta el producto, y que lo consideran parte de su alimentación cotidiana, y, por el otro, por la relación que forjó con su madre. “Hubo peleas, por supuesto, y chocamos varias veces porque yo soy muy frontal”, dice. Su mamá acota con una sonrisa: “yo lloro”. Ambos coinciden en que vivieron juntos una experiencia muy poco habitual, cuya dulzura forma parte de la historia del emprendimiento.
“La única forma de crecer es saliendo de la elaboración hogareña y hacia allí vamos”, afirman los cofundadores de Arachis. La socia se ilusiona y manifiesta que su sueño es ver sus potes de pasta de maní en las góndolas de los grandes supermercados. Anuncia: “lo visualizo y, cuando visualizo algo, es porque creo que se va a dar”.
La receta de Arachis
1) Ofrecer una pasta de maní saludable, rica y energética.
2) Respetar a ultranza a los clientes y estimular “la comunidad”.
3) Escuchar y procesar las devoluciones de los consumidores.
4) Aprender en el camino mientras se cometen aciertos y errores.
5) Aprovechar el boom del modelo “fit”.
6). El emprendimiento en Instagram @arachis.tucuman