Toda lectura es una danza aventurada entre el texto, el lector y sus circunstancias. Las lecturas de los escritores, ya sean de textos propios o de colegas, no están exentas de arbitrariedades o de equívocos, pero también suponen una forma de leer que ilumina aspectos muchas veces oscuros para la mayoría de los lectores. No es que los escritores, poetas o narradores lean mejor que cualquier otro tipo de lector. Leen diferente y en esa particularidad está la riqueza de una nueva propuesta de los escritores Diego Puig, Denise León y Manuel M. Novillo.

“Lecturas cruzadas de poesía y narrativa” se llevará a cabo hoy a las 19.30 en el Salón Oval de la Universidad San Pablo-T (24 de Septiembre 476, primer piso). Los autores se leerán entre ellos, valorarán las obras de los otros y recibirán comentarios de la propia.

Estos autores proponen mostrar y debatir esas lecturas, con sus particularidades y matices, frente al público. Aquí mostramos un anticipo del tipo de intercambio que tendrán los poetas Léon y Novillo y el narrador Puig cuando comenten sus respectivos textos.

- Manuel M. Novillo lee a Diego Puig:

El cuento que estoy leyendo de Diego Puig es “La niña del rayo” (“El problema de la luz”, Gerania, 2022). Es la historia de Esther, una mujer de raíces indígenas que, incluso desde antes de haber nacido, está determinada por el pasado. En el cuento, antes de saber de ella, sabemos de una niña que, en un tiempo remoto, fue sacrificada en el rito de homenajear al rayo. Esther, a lo largo de su vida se cruzará con la momia de esa niña, que ahora es una reliquia para exponer en colecciones y museos, y querrá saber más sobre qué fue de la vida de esa pequeña. El pasado parece pesar especialmente en Esther cuando está cerca de los hombres, cuando tiene comercio con el otro sexo y la procreación; la niña petrificada estará en la casa del padre de un nuevo novio; a Esther, también, la acechará la imagen cuando duele la pérdida de un bebé. Así describe Diego el momento en que Esther está cerca de la niña por primera vez:

“Advertida de antemano, pero también temerosa de encontrarse frente a ella, Esther evitó cualquier referencia a la jovencita momificada. Estaba claro que el anfitrión sentía un orgullo morboso y dictatorial sobre su adquisición, la preservaba o la mostraba con un celo fanático y durante toda la comida posó con violento interés los ojos sobre Esther, sobre sus delgadas facciones, los huesos de sus hombros y el cuello largo”.

Lo que siento como el logro de este fragmento, y quizás del cuento en su totalidad, es que la mirada del padre del novio de Esther, el dueño de la momia, me resulte comprensible como lector. Es una mirada desagradable y atrevida, y -¿por qué no?- despreciativa hacia la joven indígena. Pero, para mí, justamente ahí empieza el mérito literario, porque Diego me hace sentir a mí también esa atención escabrosa por Esther, como si de verdad ella estuviera habitada por ese pasado oscuro y misterioso que la pone en el linaje de una niña sacrificada. El hombre mirándola para descifrar su persona no es, para mi, un dictador morboso simplemente, ese hombre soy un poco yo también; o mejor dicho, ante el misterio, yo soy un poco un dictador morboso acechando lo que no puedo terminar de entender. Ponerme hábilmente en ese lugar, lugar en el que acaso yo no quiero estar, es el éxito de la pieza.

- Denise León lee a Manuel M. Novillo:

Pienso en un libro como “Un invierno fuera de casa” (Gerania Editora, 2023) y digo otra vez que la poesía no funciona de forma lineal. La vida tampoco, claro. Pero lo que quiero decir es que para leer un libro de poemas siempre hay que retomar ciertas cosas, volver hacia atrás. Para avanzar necesitamos agarrar algo de eso que ha quedado en el pasado y traerlo al presente como una luz o como un mapa. Y eso es un poco lo que hacen los poemas de Manuel: retomar todos esos poetas que ha sido y traerlos a este nuevo libro de poemas. Me parece que es un trabajo que hace con cierto cuidado, con cierta desconfianza, porque implica confiar en unas imágenes, en unos juegos, que él mismo ha fabricado. Bueno, las personas hacemos cosas y entre esas cosas están los poemas. Y ese invierno que crepita y las cosas que leímos, pensamos, vivimos, recordamos o imaginamos mientras estábamos fuera de casa, regresan en los poemas iluminadas por un deseo en el presente, por el deseo de poder decir algo acerca de las lecturas y las experiencias que nos hacen. Creo que la poesía nos hace ver. Y nos hace ver cosas justo donde el lenguaje se detiene:

“pero mi corazón, mientras tanto/ ya aprendió a refugiarse y a cazar”.

¿Qué hace, qué puede hacer el poeta viajero que ha pasado el invierno fuera de casa? Una sola cosa: volver. Cada poema del libro de Manuel es el comienzo de una vuelta que, al mismo tiempo, se sabe imposible. El regreso es una latitud desesperada.

- Diego Puig lee a Denise León:

¿Una lengua imaginada es lo mismo que una lengua imaginaria? Al leer los versos de Denise León en “De muerte ke no manke” (Edunt, 2023) me arriesgo a decir que la poesía florece justamente cuando la lengua se imagina. Escritos en la evocación del ladino familiar de sus amados antepasados, los versos de Denise, que también están reconfigurados en castellano, estallan con la sensualidad de la que solo el lenguaje bellamente extraño y vagamente cercano es capaz. Recordar es otra forma de imaginar.

En la oshkurina/de las kayes/de un kazal del sur,/kamina Viktoria Azubel.

Desde que leí con mis oídos la palabra oshkurina no ha dejado de resonar en mí todo su encanto, dulce, espectral o enigmático. La grafía de la k que retorna cada pocas letras me envuelve en el mundo a media luz de los muertos que vagan por la imaginación de Denise.

¿Quiénes son Viktoria Azubel, Kadem Aruj, León Saúl?

Trascender es ganarle una batalla a la muerte. Y lo que descubre Denise, como el artista que corre un velo, es otra forma, una nueva, de ganarle a la muerte: siendo imaginados.

“Y donde sea que duerma/la hierba/es solo hierba.”

Siguiendo el destino del aventurero León Saúl, ahora anhelo dormir sobre esa misma hierba.

Ya sus muertos también son mis muertos.