¿Qué hará el Gobierno para surfear la ola que se le viene cuando el Programa de Incremento Exportador (PIE) o “dólar soja” en su cuarta versión llegue a su fin? A cuatro ruedas para la finalización de ese sistema, los analistas miran con detenimiento la evolución de las cotizaciones de las divisas financieras y también de la informal. El temor radica en las expectativas devaluatorias e inflacionarias que preceden a las elecciones presidenciales del 22 de octubre.

El Banco Central no tiene las suficientes reservas que le brinden el poder de fuego suficiente para intervenir en el mercado cambiario, con el fin de regular precios. Por el contrario, a medida que se acerca el cambio de mandato, a la gestión presidencial de Alberto Fernández, comandada por su ministro de Economía y candidato a la sucesión, Sergio Massa, no le quedan demasiadas herramientas para restaurar el equilibrio macroeconómico. Tan sólo compra tiempo.

El “dólar soja 4” ha permitido a los agroexportadores liquidar 75% al tipo de cambio oficial y 25% de libre disponibilidad. Con este sistema, el Gobierno pudo mantener la “paz cambiaria”, particularmente en las cotizaciones del MEP o Bolsa y del Contado con Liquidación (CCL). Sin embargo, esta estrategia no le ha significado engrosar las reservas netas del Banco Central.

El proyecto de Presupuesto para 2024 especifica que el tipo de cambio oficial pasaría de los $350 actuales a $367 a fines de diciembre de 2023, lo cual sería resultado de un retorno al “crawling peg” (ajuste gradual en la cotización) desde mediados de noviembre. No obstante, esa dinámica dependerá de la capacidad de fuego con la que cuente el  Banco Central (BCRA) y del impacto que tengan los resultados de las elecciones generales en el mercado financiero. Por su parte, los dólares alternativos continúan mostrando divergencias en su evolución, con una brecha promedio que se mantiene por encima del 100%. A su vez, los contratos de Futuros de dólar más cortos volvieron a descomprimir, aunque la expectativa de un salto cambiario hacia fin de año sigue latente, expone Ecolatina.

La ansiedad del mercado está relacionada con el resultado de los comicios del 22 de octubre o si ese proceso electoral se extenderá a una segunda vuelta prevista para el 19 de noviembre. Una vez que se defina el mapa político, los operadores consideran que habrá que poner el foco en el plan de estabilización que deba aplicar el nuevo presidente de la Nación, tomando en cuenta el efecto de las últimas medidas incrementen aún más el déficit fiscal y la emisión monetaria, dos cuestiones que pueden condicionar el margen de maniobra del nuevo jefe de Estado.

“En la última semana del 'dólar soja 4', crecen las preocupaciones de los operadores ya que con posterioridad se deberá administrar una mayor escasez de divisas dentro de un escenario de mayor dolarización por la cercanía de las elecciones, la emisión monetaria, la caída de la demanda de dinero y la aceleración de la inflación”, advierte el economista Gustavo Ber. “No sólo se espera que se reanude el reacomodamiento de los dólares financieros y libre, tras esta última etapa de relativa calma, sino también que se intensifiquen las intervenciones para contener las presiones hacia la cobertura, siempre sujeto a la evolución de los escenarios electorales dado que se reconoce la coyuntura de debilitadas reservas netas”, fundamenta.

El mercado descuenta que el canal de transmisión de la próxima, y ya inexorable, aceleración inflacionaria será un nuevo salto devaluatorio, cuyo tamaño dependerá de la duración del congelamiento en $ 350 del dólar oficial, sostiene, a su vez, un informe de Portfolio Personal Inversiones (PPI). A modo ilustrativo, si la inflación de septiembre es 12% y la de octubre 10%, el tipo de cambio real del 23 de octubre (post elección) sería 5,5% inferior al del 13 de agosto (pre devaluación), estima. Peor aún, si el congelamiento se extendiera hasta el 21 de noviembre (post balotaje), sería 13,7% menor. “Es por ello que el mercado descuenta dos saltos devaluatorios antes de fin de año en los futuros de ROFEX: uno de 22% en noviembre y otro de 34% en diciembre. La discusión ya no pasa por definir si habrá devaluación y consecuente aceleración de la nominalidad, sino por acertar el timing”, remarca PPI.

El deterioro de la macro, mezclado con la incertidumbre electoral y la falta de anclas para las expectativas hacen que la economía esté ingresando en un riesgoso círculo vicioso de devaluación e inflación, con efecto directo sobre el poder adquisitivo de los trabajadores. Las ventas de bienes de consumo masivo estarían cayendo entre el 2,0 % y el 3,0 % interanual, tanto en agosto como en lo que va de setiembre, indica el economista del Ieral, Jorge Vasconcelos. La falta de reservas hace que cualquier intento de canje de dólares por pesos tenga que concretarse a un tipo de cambio mucho más alto que el vigente en el mercado libre. “Así, la emisión monetaria fuera de control se potencia por el hecho que no se puede descartar una dolarización improvisada después del 10 de diciembre, dictando la letra del réquiem del peso desde dos vertientes contrapuestas. Dos caras de la misma y devaluada moneda”, puntualiza el economista.

Los “déficits gemelos” crecen y seguirán haciéndolo, agudizando los desequilibrios de la economía. Por el lado fiscal, el “Plan Platita” anunciado por el Gobierno deteriorarán aún más las cuentas públicas; mientras que en el plano externo no deben esperarse resultados muy distintos a los evidenciados hasta el momento (un leve repunte de las exportaciones por el “dólar soja”, pero sin modificar la ecuación), creciendo la sangría de dólares por el lado comercial, enumera Invecq Consulting.

“Más pesos en circulación -sin demanda genuina-, una menor oferta de divisas, un BCRA que no logra recomponer reservas (las netas tienen un saldo negativo de U$S5.000 millones, incluyendo DEG) y la creciente incertidumbre política tensarán el escenario cambiario e inflacionario durante los próximos meses”, considera la consultora que dirige el economista Esteban Domecq.