Graciela Batticuore investigadora y profesora, ha trabajado con escritoras argentinas del siglo XIX. En otro orden, están sus poesías y ficciones. Música materna forma parte de una trilogía –con Marea y La Caracola- que gira alrededor de las relaciones entre madre e hija. Esta última novela reúne memoria y poesía en un texto de gran densidad, lleno de voces y vidas. El relato nos transporta al pequeño pueblo italiano de Castropignano, del que proviene la familia de la autora.

La voz de la madre trae el testimonio de inmigrantes italianos a Argentina en el siglo XX. Uno de los mayores aciertos está en la textura de esa voz cargada de diversas lenguas. La lengua materna se apodera del texto en una suerte de mono-diálogo con la hija silenciosa, atrapa al lector con su tonalidad. Las palabras remiten a la diferencia entre espacios: Un pueblo en el campo italiano arrasado por la guerra y una ciudad donde deben inaugurar otras vidas los inmigrantes. Una distancia que se hace inconmensurable en la escritura: “Sentime, nonina… yo te cuento también a vos estas cosas para que conozcas, porque antes la vida era distinta que ahora, ¿sabés?, toda distinta. Ahora vos sos grande y entendés, por eso te cuento, porque viajás por el mundo con tu mamá, fuiste al colegio italiano de chiquita y te enseñaron la historia en los libros, ¿no es cierto?”

El trayecto está cargado de pérdidas: embarazos arduos, partos frustrados, reencuentros que no son lo que esperaban. Forjar un lugar remite al cruce de miradas familiares y pasos desencontrados. La distancia siempre presente, la narradora conoce a su padre a los 15 años. Batticuore suma un trabajo antropológico, en especial sobre las mujeres. Viajó al pueblo de sus padres tres veces y exploró ese lugar de memoria.

Música materna intenta reponer lo político en lo personal, restituir la diferencia robada. Se enmascara el acto de “escribir la historia” en el simulacro de “hablar la historia”. Arma mapas del imaginario social que relevan leyendas y saberes en los que son indiscernibles dentro y fuera. El ejercicio de la memoria está sometido al deseo y a un fantasma de entrada - el relato de vida- que se refracta en inciertas genealogías, entrelaza filiaciones y afiliaciones, hospitalidades y extranjerías. “Pero resulta que después vino la guerra y ya no nos pudimos ir más de Italia nosotras. Ni carta llegaba, propiamente no se sabía nada de nadie. Porque la guerra fue la muerte de todos, con la guerra no se podía saber”.

Leer Música materna implica dejarse llevar por el fluir de una lengua desgarrada entre el español y el italiano, entre el pasado y el presente, entre recuerdos y olvidos, entre palabras y silencios. La autora cuenta que fue recopilando documentos que van desde fotos hasta pasaportes, tickets de barco, cartas e incluso herramientas de trabajo o informes médicos. Nos encontramos con una poética del canto materno que trae el desarraigo del inmigrante. Como nos dice la autora: “Yo quería encontrar belleza entre tanta rotura, entre tanto despedazamiento al que se ve obligada una mujer inmigrante cuando tiene que desarraigarse, desterritorializarse y, sin embargo, hay algo que persiste y es esta musicalidad del canto materno”.

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