El inolvidable campeonato de 1973 que celebró ayer Huracán, es cierto, no fue el primero de su historia. Hubo otros cuatro campeonatos de Liga previos (1921, 1922, 1925 y 1928, todos en la era amateur). Y Huracán, nos recuerdan los especialistas de Revisionismo Histórico del Fútbol Argentino, tiene además ocho Copas Nacionales de AFA, las últimas en 2014 (Copa y Supercopa Argentina).
Los colegas historiadores de nuestro fútbol recuerdan que, si bien muchos medios destacaban equivocadamente al del ’73 como “el único título de Huracán en Primera”, en aquellos mismos días la revista El Gráfico, en cambio, decía que la conquista llegaba tras “casi medio siglo de silencio”. Es decir, nos advertía que había títulos previos, el último en 1928. Y hablamos de títulos de Liga, porque en el medio habían estado las Copas Nacionales de 1942, ’43 y ’44.
El título del ’73, entonces, dista de ser el único. Huracán tiene en realidad un total de 13 “estrellas”. Días atrás, en un artículo en otro medio, con el afán de destacar lo notable que fue el título del ’73, lo cité como el primero y único de Liga en lo que va de la era profesional, iniciada en 1931. No era incorrecto. Pero no fue justo. Porque no es necesario seguir dividiendo títulos entre una y otra era.
En rigor, siempre lo creí así. Que los títulos de la era amateur que celebraron nuestros padres, abuelos, bisabuelos tienen el mismo valor que los que celebramos hoy en día, en esta era superprofesional. Porque cada uno fue y es hijo de su tiempo: de la desorganización y precariedad algunos, de las notables diferencias que impone el dinero otros (distinto en cambio es el debate sobre la inflación de títulos nuevos que solo sirven para recaudar más dinero y que alimentan la carrera, a veces infantil, sobre quién es el más ganador de todos).
Dicho todo esto, aquel título del Huracán 73 sí tiene algo de único. Porque lo ganó uno de los cinco no grandes que celebraba dándose lujos que parecían exclusivos de los más poderosos. Ganar, gustar y golear. Con una segunda rueda más apretada, es cierto, porque la selección le sacó casi medio equipo y el DT César Menotti, supuestamente “lírico”, retrasó las líneas. Quería ganar. Ser campeón. Como corresponde. Un Menotti que había asumido en 1971 con apenas 32 años y que, título de Huracán mediante, llegó a la selección nacional en 1974, para coronarla campeona mundial en 1978, por primera vez en la historia.
Es exagerado decir que aquel Huracán fue el mejor campeón en la historia del fútbol argentino. Hubo otros. Pero sí es justo recordarlo como uno de los campeones más amados. Porque Huracán no era de lo que hoy se diría “el círculo rojo” (los cinco grandes). Porque jugaba lindo. Y porque Parque Patricios, barrio de tango y obrero, suele ser territorio querido.
Y también porque Menotti llegaba como puro aire fresco a un fútbol deprimido (la selección no se había clasificado al Mundial de México 70). Y porque había calidad garantizada especialmente en los pies de Miguel Ángel Brindisi y Carlos Babington. Y magia pura y potrero en las gambetas de medias bajas del “Loco” René Houseman. Era imposible no querer a aquel equipo. No citarlo, a veces, creyendo que fue “único”.