La tragedia de la ruta 341 en Raco, con tres personas muertas reedita la emergencia que vive Tucumán con los accidentes. Las circunstancias especiales de este percance, en el que dos víctimas estaban siendo auxiliadas en la oscuridad por un conductor que las había embestido cuando pasó el otro vehículo y atropelló a los tres, abren reflexiones sobre los elementos que contribuyen a formar una mezcla funesta y dolorosa.

Tucumán ha sido escenario en las últimas semanas de emergencias similares. El 21 de agosto murieron tres personas, una de ellas un niño, al igual que en este caso, en el vuelco de un auto sobrecargado de pasajeros en la autopista Tucumán-Famaillá. En este vehículo viajaban nueve personas, dos de ellas en el baúl abierto.

El fin de semana anterior ocurrieron tragedias en la ruta 9 a la altura de Vipos, en la esquina capitalina de Santiago del Estero y Catamarca y en el cruce de las rutas 9 y 306 en San Andrés, donde falleció un motociclista tras ser atropellado por un auto cuyo conductor se dio a la fuga. En ese mismo lugar murió el 7 de agosto un policía que circulaba en un auto que chocó contra un colectivo. En los hospitales como el Padilla dan cuenta de emergencias cotidianas en una provincia que, según las estadísticas oficiales, tiene 1 víctima mortal cada dos días (222 muertes en 2022) y, según las de la organización Luchemos por la Vida sería casi una por día (322 muertes en 2022). Esta ONG considera en su recuento los decesos producidos hasta 30 días después del accidente, lo cual, a nivel país, prácticamente duplica las cifras. Mientras oficialmente se reconoce que en Argentina hubo 3.828 personas fallecidas en 2022, en Luchemos por la Vida se cuentan 6.184. Los detalles de las emergencias muestran las pequeñas infracciones que derivan en fuertes emergencias: autos sobrecargados, pasajeros sin cinturón de seguridad, motociclistas sin cascos y posiblemente sin luces, exceso de velocidad –circunstancia que se puede presumir en las tragedias de la esquina de Santiago del Estero y Catamarca y de Raco-, falta de control policial, municipal o comunal adecuando en momentos de alto riesgo –es el caso de los choques ocurridos en el cruce de San Andrés y posiblemente en Raco- y ausencia de estrategia de seguridad.

Se sabe que la Agencia de Seguridad Vial, que este año se ha instalado en Tucumán en la zona de Monteros, realiza a nivel nacional estadísticas pero estas son esporádicas y se circunscriben sobre todo a la zona de CABA y Buenos Aires, con esporádicos estudios del interior. Acaso si la ANSV hiciera, en coordinación con municipalidades, comunas, policía, hospitales y el Observatorio de Seguridad Vial, estudios estadísticos regulares de lo que sucede en Tucumán con automovilistas, motociclistas, ciclistas y peatones, podría trazar estrategias para reducir verdaderamente los accidente. Desde hace una década estos están calificados como una epidemia, sin que se hayan llevado a cabo acciones contundentes para reducirlos.