En un pueblo abrazado por las vías y arrullado por los talleres nació Arturo Álvarez Sosa quien creció al ritmo de los trenes. Aunque el periodismo lo liga a lo real, no abandona otras dimensiones. Ese espacio que es la literatura hace posibles las relaciones más inesperadas. Octavio Paz sostiene que: “el poema no detiene el tiempo: lo contradice y lo transfigura ...; el tiempo pasa de otra manera que en la historia o en lo que llamamos vida real”.

El cuerpo cósmico es un viaje por la obra total de Arturo a través de la metáfora del cuerpo. El título remite a una lírica preocupada por la creación en el sentido de Vicente Huidobro. Como señala el prólogo de Arantxa Laise, se mueve entre el cuerpo humano y el cuerpo cósmico. La creación de un mundo poético, paralelo e independiente del mundo real. El tejido de escrituras hace que “cosas paralelas en el espacio se junten en el tiempo o viceversa, expresando, así, en su conjunción, algo nuevo”. Imágenes en un estado de “delirio poético” en que convergen la imaginación y la conciencia

Los primeros poemas se apegan al paisaje. Es el “Tiempo del río/ sumergido entre murmullos/ y secretos”. Nacimiento del día, un poema erótico anuncia la ruptura en la eliminación de conjunciones: “Raíz innumerable luz deseo/ de hundir el corazón donde no duela”. Estado natural, dividido en partes, donde número de versos del conjunto coincida con el de los días del año: 365. Es un poema de amor en el cual los sentimientos trascienden los límites de la mirada, amparados por una renovada imagen del universo de un poeta fascinado por la ciencia moderna. “Oscuramente el sol nos abre a otros/Universos de sueño y desmesura”. En Cuerpo del mundo el poeta se propone adueñarse de la inmensidad - “La figura del mundo cambia siempre”, “Trama solar el cuerpo es texto vivo”. Espacio/ tiempo/ vida/ cuerpo. El libro está sostenido en un símbolo geométrico, en un equilibrio entre diferentes dominios sensoriales en elaborada estructura.

En la escritura reaparece, obstinada, la pregunta por el ser. La escritura explora el lenguaje, experimenta con él hasta la destrucción: “Salvo el fugaz presente y somos tiempo/ un incesante movimiento cálido/ que se mantiene en la conciencia vivo”. Quiero recordar unas palabras de una carta de Edgar Bailey: “que se debiera dar a todos los poemas el título de ‘Razones de vivir feliz’. Y esas razones están en descubrimientos como los suyos... Su poesía es una fiesta del lenguaje y una fiesta del mundo”. La edición de El cuerpo cósmico hecha por Edunt nos invita a esa fiesta.

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