La Biblioteca Gabriel García Márquez no necesitaba que la galardonaran, como ha acontecido este lunes, para sentirse hermosa. Pero, en un acto de justicia poética, la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias, y Systematic le otorgaron el premio mayor en el concurso en el que competían casas de Eslovenia, Australia y China.
La entidad pública barcelonesa dedicada al autor colombiano se convirtió en la primera de España que se alza con el reconocimiento a la calidad arquitectónica, la sostenibilidad y la interacción cultural local, entre otros criterios de premiación. La decisión del jurado amplifica el legado de “Gabo”, que ahora tiene la mejor biblioteca del mundo, además del Nobel de Literatura.
El fallo anunciado en Rotterdam (Holanda), en el Congreso Mundial de Bibliotecas, fue saludado en ambas orillas del Atlántico. Ya había sido un hito que el Ayuntamiento de Barcelona optara por dedicar al escritor y periodista colombiano la librería inaugurada el 28 de mayo de 2022. El premio eleva a otra dimensión la política de reivindicación del novelista que vivió ocho años en la capital catalana.
Si la institución ubicada en el distrito de San Martín se había convertido rápidamente en una atracción turística -en una ciudad donde sobran los planes para los visitantes-, el título de mejor biblioteca del mundo de 2023 garantiza que pocos querrán perderse la foto con su fachada encendida, que hace como los libros buenos, e ilumina a quienes se le aproximan.
En diciembre, LA GACETA se acercó a conocer la biblioteca de la que todo el mundo hablaba y publicó una crónica, cuya versión resumida se transcribe a modo de celebración.
Paraíso macondiano
García Márquez tiene un paraíso con su nombre en Barcelona según la acepción que Jorge Luis Borges confirió a la palabra “biblioteca”. Este jardín de las delicias de la cultura funciona en un edificio que está a la altura de su cometido, en parte recordar los años que “Gabo” residió en la ciudad. Tanto por fuera como por dentro, la García Marquez es una invitación a la lectura y a la escritura. El espíritu del creador de “El amor en los tiempos del cólera” puede darse por bien atendido en esta casa que causa sensación y envidia a locales y turistas, en especial entre los latinoamericanos que la visitan.
Si bien la huella del narrador colombiano quedó impresa en el barrio de Sarriá, es decir, en la falda de las colinas, su biblioteca pública está ubicada camino al mar. La institución se domicilia en una esquina cercana al puente blanco de Bac de Roda diseñado por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava, y sorprende con su fachada moderna de madera y de vidrio, y con el fulgor que expide y enciende al vecindario. Desde afuera es posible observar y admirar a quienes leen, como si fuesen estatuas literarias: la transparencia se impone en este santuario de la palabra.
La apertura de la biblioteca se inscribe en un proceso de recuperación de la memoria de “Gabo”, el escritor distinguido con un Nobel que más tiempo residió en tierra catalana. Los García Márquez vivieron de 1967 a 1975 en Barcelona bajo el ala de la legendaria editora Carmen Balcells. Se trata de un período de oro para el llamado boom latinoamericano: otros dos ganadores del Nobel del hemisferio, el peruano Mario Vargas Llosa y el chileno Pablo Neruda, se encontraron aquí con el padre de Macondo. También lo hizo el argentino Julio Cortázar, quien, según cuenta la leyenda, tomó el consejo de García Márquez y buscó pantalones apropiados para sus casi dos metros de estatura (193 centímetros) en los almacenes de El Corte Inglés.
La etapa barcelonesa coincide con la consagración internacional del colombiano. Con la agonía del franquismo como telón de fondo, García Márquez concibió “El otoño del patriarca”. Además, terminó aquí “Relato de un náufrago”, y “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, entre otros trabajos.
Las crónicas de La Vanguardia lo recuerdan como una figura de la ciudad: un eje que atraía naturalmente a la intelectualidad durante las horas previas a la recuperación de la democracia. Tanto se arraigó “Gabo” a este enclave del Mediterráneo que se empeñó y logró que las peripecias de los Buendía fueran traducidas al catalán en 1970, cuando “Cien años de soledad” alcanzó el millón de copias vendidas.
La García Márquez costó alrededor de 13 millones de euros y es la tercera en tamaño de la red de 40 bibliotecas públicas de Barcelona. El diseño estuvo a cargo del estudio español Suma Arquitectura que encabezan Elena Orte y Guillermo Sevillano, quienes plasmaron un edificio de 4.294 metros cuadrados distribuidos en cinco plantas, con un patio central que las conecta y aporta oxígeno al corazón de la estructura. Con la madera y los materiales renovables como eje, Suma recreó un gran trabajo de ebanistería tan cálido y ligero como permeable y luminoso.
La biblioteca dispone de rincones para todos los intereses, con un acento particular en las salas infantiles y para adolescentes. Sus comodidades son tantas que no llama la atención verlas colmadas de grupos de chicos que se encuentran para estudiar. Además de auditorios grandes y pequeños, la institución dispone de estudios de grabación de podcasts llamados “Radio Maconda”. El fondo bibliográfico comprende alrededor de 40.000 volúmenes donde, como no podía ser de otra manera, sobresalen la literatura latinoamericana y la documentación sobre el distrito de San Martín.
Dos detalles sobre el patrimonio de la institución: la agencia de Carmen Balcells donó una primera edición de “La hojarasca” mientras que el escultor colombiano Oscar Noriega hizo lo propio con un busto de García Márquez, que sonríe a los visitantes de su biblioteca.
En el acto de inauguración, la entonces alcaldesa Ada Colau hizo votos para que este nuevo centro cultural, al que consideró una representación de la libertad, derramara su influencia sobre el barrio. En un mensaje dirigido a los niños, la ex intendenta de Barcelona auguró que, si la usaban todos los días, la biblioteca iba a hacerlos poderosos. Quizá tanto como la cita de “Gabo” colocada en la entrada de su paraíso: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.