Su cuerpo dijo basta ayer, sobre el mediodía. El último intento de los médicos del Hospital Italiano al volver a intubarla había fracasado, y la familia decidió retirar ese soporte respiratorio y encomendarla a Dios con cadenas de oración por un milagro. Silvina Luna murió a los 43 años y su caso bien puede marcar un antes y un después tanto en los tratamientos estéticos invasivos como en los mandatos de la industria del espectáculo, que le exigieron no envecejer nunca, verse radiante y con un cuerpo sin cambios pese al paso de las décadas.

En los 79 días de su última internación, la actriz y modelo tuvo mejorías y deterioros (incluso atravesó un contagio de covid-19), pero nunca superó el delicado estado de su castigado físico afectado por una cirugía estética con el polémico médico Aníbal Lotocki, quien le inyectó hace una década una sustancia que le causó una hipercalcemia con insuficiencia renal aguda. El cuadro empeoró sensiblemente por una rebelde infección bacteriana, que complicó su respiración y la sacó de la lista de espera de donantes de órganos, última esperanza para dejar de lado la diálisis a la que debía someterse tres veces por semana, cuatro horas cada día.

La práctica médica derivó en un juicio penal contra Lotocki por lesiones graves contra Luna y otras mujeres. La Justicia determinó que el profesional usó un relleno que contenía microesferas de poli-metil-metacrilato en lugares del cuerpo no permitidas y en cantidades superiores a las sugeridas científicamente. Por ello tiene una condena que no está aún firme (ver “¿Qué va a pasar...”). Su situación legal puede cambiar luego de que se le realice la autopsia al cuerpo de la actriz (ya fue solicitada). De hecho, su inhabilitación concreta para el ejercicio de la medicina es reciente. Su muerte se produjo exactamente dos semanas después de la del productor de moda y conductor de televisión Mariano Caprarola, quien también pasó por el quirófano de Lotocki aunque no formalizó denuncia en su contra.

El deceso fue confirmado por su abogado Fernando Burlando al programa Intrusos, en nombre de su entorno. “Silvina ya no está entre nosotros”, alcanzó a decir Flor de la V antes de romper en llanto. El familiar más cercano de Luna era su hermano Ezequiel, cuatro años menor que ella (la modelo nació el 21 de junio de 1980), quien se instaló a su lado durante todas estas semanas de tratamiento.

Santafesina de nacimiento, con una popularidad lograda desde principios de siglo cuando participó de Gran Hermano y resultó segunda en 2001 (pese a lo cual, se le abrieron las puertas de la televisión hasta su última intervención, en el reality El Hotel de Los Famosos de Canal 13 el año pasado, el modelaje y el teatro), creó su emprendimiento “Simple y consciente”, como un proyecto holístico relacionado con el bienestar y las disciplinas alternativas. Sus padres Sergio y Roxana habían muerto en 2008, con sólo meses de diferencia.

La comunidad artística se sacudió con el fallecimiento, más allá de que era un final previsible. Apenas trascendió la noticia, las redes sociales fueron el espacio de expresión del luto colectivo y de un reclamo masivo que comenzó a circular con las consignas de hashtag #JusticiaporSilvina y #lotockipresoya, sostenida por numerosas personalidades públicas como Analía Franchín, Jorge Rial, Yanina Latorre, Marcela Coronel y El Polaco, quien fue una de sus parejas. Otros romances conocidos fueron con Manuel Desrets, los futbolistas Fernando Gago y Matías Mantilla, Iván Noble y Aíto de la Rúa.

“Que tristeza enorme”, publicó escueto Ángel de Brito, quien siguió la evolución de su salud día por día. “Siempre te amamos, siempre vamos a amarte, vivimos por los mismos caminos... siempre juntos en mi corazón porque elegimos ser familia”, escribió en Instagram Gustavo Conti.

Cambio de época

Pero Silvina Luna no fue solamente víctima de una mala praxis médica sino también de un medio que obliga a las mujeres a ser siempre jóvenes y bellas para triunfar. Esa búsqueda de belleza (que ya tenía por cierto), de un cuerpo “perfecto” la llevó detrás de una solución mágica. Y las consecuencias fueron, literalmente, fatales.

¿Debe ser así siempre? No, responde la ex modelo tucumana, y directora y propietaria de una agencia-escuela de modelos, Sandra Centurión. “En el caso de la moda o del espectáculo, mi punto de vista es que sí o sí tiene que haber espacio para las habilidades, para la personalidad, es un conjunto de físico, de actitud, de seguridad -afirmó-. Es un pensamiento totalmente superficial creer que solo pueden tener oportunidades quienes tengan cierto tipo de cuerpo, de altura, de peso, de edad. Hay talento para todo y hay lugar para todos”, insistió.

“Lo de Silvina ocurrió en una época en que se miraba muy mucho el tema físico, pero hace un par de años eso viene cambiando. Hoy, en el mundo de la moda hay modelos divinas de talles reales que recorren una pasarela o las ves en publicidades con total seguridad. Desde el hogar, desde la escuela, desde el lugar que nos toque, toda la sociedad tiene que entender que todos podemos todo si nos preparamos, si nos aceptamos si cultivamos nuestra personalidad, nuestros dones, nuestras posibilidades y enfocarnos en eso y no en lo que creen o quieren los demás”, subrayó, y defendió llevar una vida sana en alimentación y actividad física, “pero por salud, no para agradar a los demás”.

El deterioro de su salud

El derrotero y la esperanza del trasplante

Nicolás Sánchez Picón

LA GACETA

Los problemas de salud de Silvina Luna comenzaron luego de una operación de glúteos hecha por el médico Aníbal Lotocki -en 2011-, supuestamente con inyecciones de metacrilato. En 2014, tuvo cálculos renales que, se supo después, eran consecuencia de aquella intervención. De allí, todo fue en caída; finalmente el 13 de junio pasado fue internada en la terapia intensiva el Hospital Italiano de Buenos Aires por un cuadro de hipercalcemia (enfermedad producida por el exceso de calcio en la sangre) y por una insuficiencia renal que ya sufría. Llegó a realizarse diálisis y estuvo en la lista de espera del Incucai, pero complicaciones en su salud hicieron imposible el esperado transplante. En caso de haber podido recibir el transplante, su historia podría haber sido otra.

“La insuficiencia renal crónica, en un alto porcentaje, es producida por la diabetes y por la hipertensión arterial (HTA). Pero también hay muchas sustancias que pueden provocar nefrotoxicidad: antibióticos, antiinflamatorios y, en este caso, es probable que haya sido el metacrilato, que produce un daño indirecto al riñón, entre otras enfermedades”, explica a LA GACETA el nefrólogo Juan Pablo Nader. “Se ha comprobado, desde el punto de vista nefrológico, que el metacrilato produce una hipercalcemia y luego una insuficiencia renal -advirtió-; y, al tener una infección, un transplante estaba contraindicado”.

En febrero, Luna estaba en la lista de espera del Incucai, pero cuando fue internada a mitad de año por una bacteria, esa operación dejó de ser una opción, al menos hasta que ella estuviese en óptimas condiciones físicas; mientras tanto, continuaba con la diálisis, tres veces por día. “Los pacientes ya en insuficiencia renal terminal pueden inscribirse en la lista de espera pero, si como ella tenés una infección y que pasar por un tratamiento largo por delante, se te quita transitoriamente del listado. Ya de por sí, las personas con una insuficiencia renal tienen un estado de inmunodepresión, lo que las vuelve más propensas a infecciones. Y un transplante también te baja las defensas; no es que la suya era una muerte anunciada. Todo depende del paciente, de la edad y de la evolución de la enfermedad; si ella no hubiese tenido esta infección, podría haber sido transplantada”, agrega la médica Sandra Reinoso, jefe del equipo de trasplante Renal Centro Privado de Cardiología (CPC).