El espíritu emprendedor consiste en no quedarse quieto nunca, en investigar, en buscar ideas y en probarlas: así por lo menos define su trabajo Nicolás Macián, el diseñador gráfico que fundó Don Arnolfo primero para vender camisetas estampadas con temas de la cultura popular, y que hace un tiempo encontró una veta con la reutilización de paracaídas y parapentes. Macián se dio cuenta de que en otros lugares ya se fabricaban productos a partir de los equipos de vuelo descartados. Así fue cómo este emprendedor encontró la “mina” de material en la pista de despegue de Loma Bola, y desarrolló la línea de bolsos, mochilas y fundas con telas que literalmente volaron por los cielos tucumanos.

El resultado de este reciclaje es una gama de accesorios que llama la atención por los colores, la textura y la originalidad. La propuesta funcionó tan bien que Macián, quien trabaja en un taller ubicado en la calle 9 de Julio al 1.700 de San Miguel de Tucumán, se prepara para ampliarla con el lanzamiento de colecciones de rompevientos y pantalones. A los 38 años, el diseñador egresado del Instituto JIM dice que, con este giro hacia los parapentes, su negocio comienza a generar un impacto ambiental positivo, que es la dimensión en la que él ansiaba adentrarse.

“Yo quería hacer algo sustentable con las herramientas y el conocimiento que tenía. Estuve averiguando e investigando en internet, y vi que en Europa había una fábrica de parapentes que, con los residuos de la tela, hacía bolsas para dormir y otros accesorios. Esa fue mi inspiración”, relata el fundador de Don Arnolfo durante una entrevista en su búnker. Y añade: “enseguida conecté la idea con el hecho de que aquí en Tucumán hay mucho parapentismo. Después, ya sólo fue cosa de contactar a la gente que está en ese mundo”.

Autodidacta

El encuentro con las posibilidades de reutilización de los parapentes sucedió luego de que Macián se afianzara en el rubro de la indumentaria tras una experiencia con la fabricación de muebles que cesó cuando llegaron la covid-19 y el confinamiento forzoso. “Siempre me gustó la parte creativa. Por eso me metí con las remeras”, explica. Don Arnolfo comenzó en 2020, cuando su fundador advirtió que debía buscar algo que fuese más fácil de llevar, traer y entregar que el amoblamiento. Entonces compró unas remeras lisas en Buenos Aires; las estampó con diseños que él había elaborado y las vendió.

“Vi que las remeras gustaban y me lancé de cabeza con eso: dejé por completo los muebles”, dice. Macián aclara que desconocía totalmente los secretos y complejidades de la serigrafía: “me puse a buscar información sobre la impresión textil de forma autodidacta”. Así descubrió que la serigrafía requiere de la generación de unos negativos que se revelan de forma similar a las películas de fotografía, en un laboratorio con luz roja, y, luego, se pasa a estampar con las tintas y a secarse. Don Arnolfo de algún modo se especializó estéticamente en motivos de música, y de películas de los años 60, 70, 80 y 90. Las remeras con estampados de rock nacional e internacional son las más vendidas. “Me volqué a esas imágenes porque los clásicos generan emoción y nostalgia”, afirma el diseñador.

Iba a ser “Arnoldo”

El emprendimiento se llama como se llama por el abuelo de Macián. “Cuando lo fueron a anotar como Arnoldo, lo inscribieron mal y quedó así, Arnolfo. Y a mí siempre me gustó ese nombre y quise hacerle un homenaje”, manifiesta el nieto, quien conoció a su antepasado y hasta le hizo un logotipo que recuerda sus orígenes simoqueños con el infaltable sulky. Otra particularidad del proyecto es el “packaging”: las creaciones de Don Arnolfo llegan en cajas de pizza a las manos de sus adquirentes.

“Durante la pandemia sucedió algo sorprendente: las remeras fueron bastante demandadas. Yo tenía incertidumbre porque la gente estaba aislada y en cuarentena, no podía salir y por eso me preguntaba: ‘¿para qué iba a querer una remera nueva?’. Pero pasó que el consumo fue una forma de soportar el aislamiento y las ventas superaron mis expectativas”, admite Macián. Don Arnolfo hoy comercializa sus productos de producción artesanal en la provincia, en Chubut, en Puerto Madryn, en Rawson y en Salta.

El proyecto sostiene tres puestos de trabajo fijos. “Ser emprendedor en Tucumán y en la Argentina es bastante riesgoso y complicado. Hay un subibaja permanente. O, mejor, una montaña rusa: un mes vendés bien y otro, no. Pero creo que eso también tiene un costado positivo por la adrenalina que genera. A mí me gusta estar reiventándome. No me quedo quieto. Mejor dicho, me quedo con esto, las remeras, y la reutilización de paracaídas y parapentes, actividad a la que estoy 100% dedicado”, refiere el emprendedor. Y asegura que sintió una satisfacción inmensa cuando vio que sus ideas funcionaban: “mi meta es que la marca llegue a ser reconocida porque fabrica productos reciclados que contaminan lo menos posible y porque está en una búsqueda permanente de innovación”.

Otra vida útil

Con el impulso de las remeras intervenidas serigráficamente, Macián entendió de inmediato el valor de la tela de parapente, que en el acto remite a la “de avión” o silver. “Hablé con instructores que me contaron que los equipos se descartan después de un tiempo, es decir, tienen una cierta vida útil de generalmente 300 horas de vuelo. Esto es así porque la tela pierde la tensión que necesita en el aire para soportar el peso. Pero lo cierto es que las velas están en perfectas condiciones para otros usos”, relata.

Según Macián, con los parapentes “sepultados” que hay en la provincia alcanza y sobra para proveer de materia prima a un emprendimiento como el suyo. “Es impresionante la cantidad de equipos que se descartan. En Loma Bola literalmente hay un ‘cementerio’. Entonces, llegué a un acuerdo con los instructores y parapentistas, y ellos me proporcionan las telas en la medida de las necesidades. Aquí, en el taller, la lavamos y cortamos en tramos de dos metros por dos metros, y hacemos la moldería y la combinación de los colores. De ahí pasamos a coser”, acota. La presencia de los parapentes que navegan por el aire con una impronta chillona y festiva se traduce en productos de uso personal igualmente vistosos y “desiguales”. Macián asegura: “este material da para hacer cualquier cosa”.

La receta de Don Arnolfo

- Usar la creatividad para fabricar indumentaria y accesorios.

- Apostar por producir de un modo sostenible.

- Buscar y probar ideas innovadoras en forma permanente.

- Entender el “subibaja” de la economía argentina.

- Hacer de la reinvención un estilo de vida.

Emprendimiento en Instagram: @donarnolfo