Carlos Duguech

Analista internacional

Cuando en noviembre de 1947 la flamante ONU (Naciones Unidas), reunida en Asamblea General, resuelve que el territorio de Palestina fuese dividido en tres partes (para una nación judía, otra para Palestina y una reserva por 10 años para Jerusalén con administración internacional) no imaginó las guerras de 1956, 1967, 1973 ni las intifadas. Ni que muchos sectores de las tierras asignadas a una de las partes (Palestina) fuesen ocupadas y retenidas y colonizadas por la otra parte, después de la “Guerra de los seis días” (1967). Ni imaginaron que se construiría un muro de cemento divisorio ni que una de las partes (la que instaló el muro) dominara los pasos y controles de un lado a otro. Tampoco imaginó Naciones Unidas que cuando comienza la llamada “Guerra de la independencia” por los judíos y Nabka (”catástrofe”) por los palestinos sufriría en cuerpo propio una afrenta: la ONU no podía suponer jamás que su mediador en la zona del conflicto, el conde sueco Folke Bernardotte, luego de iniciado el enfrentamiento armado entre Israel creado como nación independiente el 14 de mayo de 1948 y sus vecinos árabes, fuese asesinado en septiembre de ese año por militantes armados judíos.

Argentina había utilizado el recurso de la abstención en la Asamblea General donde se logró la Resolución 181(II) de “Partición de Palestina”. En similitud con la octava sinfonía de Schubert, puede hablarse de la “Partición inconclusa de Palestina” después de tres cuartos de siglo de resuelta por la ONU.

La embajada en Jerusalén

Entre muchos otros descuella un asunto muy caro al sentir y pensar de los palestinos. Jerusalén Este, de extensa tradición palestina, que se ha transformado en el símbolo del avance israelí sobre los territorios ocupados militarmente.

Si Milei tuviera adecuados asesores en materia de política internacional le habrían desaconsejado prometer a viva voz sobre la embajada argentina y que piensa trasladarla a Jerusalén.

Hay una resolución del Consejo de Seguridad (CS) de las Naciones Unidas, la 478, adoptada el 20 de agosto de 1980, una de la tantas que el CS suscribió y que condenan las pretensiones de anexión de Jerusalén Este por parte del gobierno de Israel. Señala especialmente el incumplimiento de la Resolución 476 que cuestiona severamente la llamada “Ley de Jerusalén” (de 1980) por la que Israel declara unilateralmente a Jerusalén como capital “eterna e indivisible” del Estado de Israel.

La resolución establece que el Consejo no reconocerá la ley, y pide a los Estados miembros de las Naciones Unidas a aceptar la decisión del Consejo. Esta resolución también solicitó a los Estados miembros de la ONU retirar sus misiones diplomáticas de la ciudad como medida de castigo, llevándolas a Tel Aviv o sus suburbios. Y para conocimiento de Milei sería efectivo que supiera que esa resolución del Consejo de Seguridad, vinculante para los estados miembros de la ONU (Argentina e Israel lo son) fue votada afirmativamente por 14 de los 15 integrantes del cuerpo y que EEUU no usó el poder de veto y sólo se abstuvo.

Obligación de Argentina

Hay dos razones de peso para afirmar que nuestro país está doblemente obligado con las Naciones Unidas. Por ser uno de los 51 miembros fundadores en 1945 pese a que le costó vencer las oposiciones de quienes –con derecho e información- consideraban a la Argentina un país que, habiéndose mantenido como neutral durante casi los seis años que duró la IIGM, mostraba claras simpatías al régimen nazi. La otra razón es que al ser estado-miembro efectivo debe, imperativamente, someterse a la Carta de la ONU. La “Constitución” de la organización.

Está claro que, frente al texto de la Resolución de “Partición de Palestina” de 1947, aun a pesar de la abstención en el voto de la misma, Argentina, como estado miembro pleno debe acatar lo resuelto en el caso. En consecuencia está obligada a ser solidaria con una de las partes (Palestina) que pugna decenio tras decenio (¡76 años!) por su derecho a constituirse en un estado normal, sumando su cultura y tradición a la posesión total y absoluta de su territorio para ser nación. Ni más ni menos que lo establecido en la Resolución 181 (II) de Partición, conscientemente admitida en la ONU como miembro pleno superando su condición de “observador”.

Milei, muy sorprendido por el resultado de la PASO, casi más sorprendido que sus propios contrincantes, asumió de prestado un poder lindante con el absolutismo. Un dirigente político que se precia de valorar la libertad en el más amplio sentido, mal puede exponer ideas concretas desde una cúspide de malsano absolutismo.

“¿Con qué cara?”

A la tragedia de una guerra la reforma constitucional de 1994 le sumó, para bien y para el futuro, un espacio en el texto de la Carta Magna. En su Disposición Transitoria 1a: “la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”.

Será oportuno preguntar entonces ¿Con qué cara iremos a la ONU para impulsar las acciones del Comité de Descolonización no acatando las resoluciones de su Asamblea General y del Consejo de Seguridad sobre Palestina y Jerusalén?

China

Es tal el ímpetu que China, ese país fuera de serie en casi todo, y particularmente en su población (1.400 millones, ¡30 veces la población argentina!) y en su capacidad de exportación de manufacturas (supera a los EEUU en casi un 50%), que anunciar tan suelto de boca y de idea como lo hace Milei, debería ser una preocupación para Argentina. No tanto para los contendientes en las elecciones de octubre sino para todos nosotros. La ciudadanía de un país a la deriva de su propia tradición. Y de una potencialidad desordenada y mal administrada. La respuesta oficial del gobierno chino se inscribe en la más cultivada práctica diplomática que contrasta como contrastan la brisa con la borrasca.

Es probable que la invitación que le acercaron a Milei para visitar China lo pondrán en una disyuntiva de hierro: si llegara a lograr la victoria electoral (su triunfo actual lo desnuda en lo que se trae guardado y opera en contra) si va a China, pierde. Y si no va, también. Parece un juego de palabras pero lo que sí fue un juego sagaz es la propuesta de invitación oficial china. Un inteligente y elaborado cuento chino.

Brasil

Si alguien promoviese un concurso de ideas sobre romper relaciones con un país de Sudamérica, por ejemplo, para que con ello se beneficie Argentina en muchos aspectos (económico, cultural, turismo, etc.) probablemente muy pocas o ninguna idea se referiría a Brasil, nada menos. Tal vez sí figurarían Chile, Cuba, Nicaragua y otros países. Es tan grotesco anunciar como lo hace Milei, que imaginamos que los brasileños tendrán miradas no indulgentes hacia Milei y ello les daría pie para pensar con asombro de los argentinos. Sólo imaginar que un candidato a presidente de Brasil prometiera romper relaciones con Argentina si llega al poder, nos llevaría a imaginar que no está en sus cabales.

La Constitución Nacional

Algunas de las medidas que viene proponiendo Milei -y ahora en su condición de candidato con más votos en las PASO- van a encontrar un valladar en la propia Constitución Nacional. Particularmente en el artículo 75, inciso 22, comprensivo de los tratados y pactos internacionales sobre derechos humanos a los que desde la reforma de 1949 la Carta Magna se les acordó jerarquía constitucional, ¿denunciaría algunos pactos y tratados, total o parcialmente o sugeriría una enmienda? Cómo evolucionará esa expresión de poder absoluto en casi todo, Milei –probablemente- se halle, si pudiera acceder al poder, con un frente de tormenta que aturda más aún que sus expresiones desmesuradas que esgrime para afirmar algo que se le cuestiona.

Demasiadas pretensiones

Dicen y repiten que el poder termina por asfixiar y hasta pervertir a quienes se aferran demasiado a sus palancas y goces. Milei apenas es candidato con mejores performances en unas PASO que no son la plataforma del éxito asegurado, particularmente cuando el 30,1% del electorado no concurrió a votar. Eso significa que una parte de casi 11 millones de empadronados que no votaron podrán hacerlo en octubre y no se puede predecir en cuanto a los resultados.

Podría quedarse mudo Milei. O los otros dos candidatos. Una historia con sorpresas y final abierto.