Dice la experiencia que cuando se pisa un resorte todo se comprime, pero que cuando se le saca el pie de encima, fatalmente siempre saltará. Esta regla de oro, que generalmente se ignora, es algo inevitable tanto para la física como para la economía y ni que decir para la sicología social, marco que condiciona la política. El triunfo de Javier Milei en las PASO tuvo mucho de todo eso, ya que la rebeldía contenida de muchísima gente, cansada de los atropellos a los que los sometieron las políticas que trajeron al país hasta acá, le sacó el pie de arriba al resorte de modo simultáneo y consagró al libertario.
Es lo que explica, en todo caso, sólo una parte de la magia de tanto color violeta en casi todo el país a la hora de verificar que un ciudadano de Tucumán sintió lo mismo que otro de Mendoza o de Santa Cruz a la hora de votar a La Libertad Avanza. El denominador común es que esta vez, una gran parte de los votos -los referidos a la bronca- le llegaron al libertario por los abusos de la clase política hacia los ciudadanos todos y seguramente como un modo de contrarrestar esos vejámenes, casi en defensa propia. Acción y reacción.
Pero atención, porque ésta es sólo una parte de la verdad, ya que hay que mirar todos los resultados a la luz de los números que, aunque todavía provisorios no van a invalidar el análisis: no todos quienes eligieron al “enfant terrible” eran votos de la desesperanza o de la enemistad con la política, ya que una parte seguramente lo hizo por cuestiones ideológicas, aunque también es imposible saber de cuántos ciudadanos se habla. Lo cierto es que si se separa bien la paja del trigo, queda al desnudo que muchos han considerado también a Milei (y suena muy dura esa conclusión) como parte de la “casta”.
Está claro que si a la elección se le quita el maquillaje, los números reales del domingo pasado indican que, sobre un padrón de 34,4 millones de personas en condiciones de votar ganó la abstención, ya que 35% del padrón lo hizo en blanco (1,1 millón), anuló o impugnó su boleta (350 mil) o no concurrió (10,6 millones). Un triunfo del segmento no positivo que resulta verdaderamente lamentable para la democracia.
El restante 65% de los empadronados sí lo hizo en primer término por Milei, cuántos por bronca y cuántos por apego a sus ideas nunca se sabrá, pero esos votos resultaron ser un exiguo quinto del total habilitado (20,7%); a Juntos por el Cambio (Bullrich más Larreta) lo votó 19,5% y a Unión por la Patria (Massa más Grabois), 18,9%. Por último, quedó un remanente de 5,9% para todas las demás fórmulas en conjunto. Por lo tanto, el país no ha quedado dividido en tercios, tal como se promocionó, sino en cinco grupos bien definidos.
Al menos para el análisis frío y desapasionado que dejaron los números, lo que se debe mirar es que, si bien es verdad que las reglas electorales computan como válidos sólo los votos que entraron en las urnas, el ninguneo generalizado también hay que registrarlo dentro del espacio que se dice dueño del sufragio de la insurrección ciudadana. Imposible saber cuántos, porque la historia electoral tiene valores disímiles, pero una parte de ese no voto también debe haber considerado parte de la vieja política al mismísimo Milei y por eso no lo acompañó.
De no haberlo metido en la misma bolsa con todos los demás, entonces seguramente el libertario hubiese ganado con mayor holgura y ese dato no es un simple detalle. Si bien los tres espacios con más votos positivos se disponen a pescar votos en el mayoritario espacio de los desencantados, seguramente la mayor carga de la elección de octubre la tendrá él.
Si después de haber tomado conciencia de los verdaderos números de la elección se empiezan a orejear los naipes, está claro que en la semana Milei no las tuvo todas consigo, ya que como la figurita de la elección se refirió a varios temas que le trajeron polémica y algún desgaste. Habló de dolarización, un esquema que por sus vericuetos sobre activos y pasivos del Banco Central no es algo para imponer desde el primer día y puso a todo el Conicet en la picota tratando de explicar por qué hay que cerrarlo. Además, se excedió con declaraciones tajantes, las que un futuro Presidente no debería hacer, sobre China y el Mercosur, lo que puso a su probable canciller, la economista Diana Mondino, en figurillas para desenredar el pastiche.
Milei busca ser genuino, pero se olvida de ser un político que quiere llegar a ser el Presidente de todos porque seguramente lo considera una careteada digna de la “casta” ajena, pero con la que mucha gente lo ha identificado como se ha visto. Porque como un populista de otro color, Milei no tiene empacho siempre en echarle la culpa a los demás, a la prensa en primer término, a la que le responde peyorativamente siempre cuando las preguntas no reflejan lo que él quiere y supone, de modo bastante paranoico siempre, que lo tratan de perjudicar.
También Juntos por el Cambio tuvo muchos tropiezos para ajustarse a la nueva cancha, ya que es evidente que Patricia Bullrich no coordina muy bien con Mauricio Macri –Elisa Carrió, menos- y todos tienen dudas sobre los votantes de Rodríguez Larreta para octubre. De Massa, ya se sabe, su doble rol de ministro y de candidato lo jaquea y desde adentro le reprochan la devaluación que solicitó el FMI, hecha además sin un plan que la sustente. Por lo tanto, le piden “compensaciones” al bolsillo, en lo que puede ser una peligrosa carrera hacia la híper, mientras le echa la culpa a Milei de los desaguisados que el mercado le está cobrando a él.
Pero, atención, que la ley del resorte apretado, en este caso ajustada a una economía que dilata las decisiones, será bueno recordarla a medida que se acerque el fin de octubre, ya que el 1° de noviembre ha sido fijado por Sergio Massa como el del inevitable salto post-elecciones ya que, entre otras cosas, habrán terminado simultáneamente el plazo que se dio el Gobierno para no devaluar más y también los acuerdos de precios, naftas incluidas.
Por entonces, ya se sabrá también si hay nuevo Presidente o balotaje y entre qué fuerzas se disputará, por lo que los mercados ya estarán también jugando su partido. Hasta dónde saltará por el aire el valor de las cosas es el misterio que conlleva este arriesgado juego, pero que van a saltar, dice la experiencia, van a saltar. El lunes pasado, tras tanto tiempo de atrasos, ya se estiró el primer resorte y la devaluación proyectó los precios de la economía a valores que ahora viajan a una velocidad inusitada, el dólar blue en primer término.