Esta época del año, de fuerte sequía y de alto riesgo de incendios por imprudencia e intencionales, tiene en esta oportunidad tres características que la hacen inquietante: por un lado, los focos de fuego están aumentando en relación a años anteriores; por otro los estudiosos del cambio climático advierten sobre los peligros que traen aparejados los cambios en las temperaturas, y en tercer lugar se teme que se acentúe la tendencia de mayores incendios en zonas boscosas, aparentemente a raíz del avance de la urbanización.

Hace dos semanas las unidades especializadas en incendios forestales lucharon durante cuatro días contra un incendio que arrancó el lunes a la tarde en la zona de Tapia y abarcó 1.200 hectáreas. “Desde el punto de vista ambiental, las pérdidas son enormes”, dijo el presidente de la Asociación Bomberos de Yerba Buena. Por esa zona del cerro pasan personas, baqueanos, cazadores y enduristas. “Cualquier descuido, en esta época del año, es un peligro”, dijo y agregó que más del 90 % de los focos se inicia por acciones humanas. Por negligencia o por intención manifiesta. Los especialistas creen que en esto influye mucho el avance urbano hacia los cerros. Más gente vive en contacto con los bosques, genera basura y suele hacer quemas sin tomar conciencia de lo que pueden causar desde una pequeña fogata mal apagada hasta la colilla de un cigarrillo encendida.

Por otra parte, se vienen días de sequía y de altas temperaturas. Ese escenario es más que peligroso en los lugares con mucha vegetación porque hay combustible seco, originado en ramas quebradas y hojas en el piso, que conforman un colchón ideal de material inflamable. Además, el cambio climático da lugar a sequías más acentuadas y prolongadas, además de jornadas de calor más intenso.

Otra cuestión tiene que ver con la práctica de quemas intencionales en cañaverales y pastizales en las banquinas. Se sabe que el 80% de la cosecha de caña es “en verde”, realizada con máquinas integrales, y que cada vez más productores se suman al sistema de certificación de las normas de Buenas Prácticas Agrícolas (Local G.A.P.), que garantizan que el proceso de cosecha y el manejo de residuos en sus campos se hace sin fuego. De 15.000 hectáreas (ha) certificadas con Local G.A.P. en 2015, se pasó a casi 47.000 ha en 2020, número que convirtió a la caña en el cultivo con mayor cantidad de hectáreas certificadas de Tucumán, seguido del limón. Pero falta mucho todavía: en Tucumán se cosechan 260 ha de caña.

Por otra parte, hay una disparidad en las apreciaciones sobre las quemas. Mientras Defensa Civil se considera que todavía estamos por debajo de lo esperable para la época del año y que los años 2020 y 2022 fueron los que más registraron denuncias por siniestros forestales y quemas de pastizales y basurales, un biólogo que informa del registro de los datos satelitales de la NASA señala que en julio se registraron 470 focos de fuego en Tucumán, cifra que representa un incremento de casi 103 % con respecto a los fuegos verificados en junio. Ahora informó que en la primera quincena de agosto los mismos hubo 522, con lo cual se puede estimar que duplicarán los fuegos de los dos meses anteriores, y advirtió sobre las consecuencias que tiene para la salud la polución que llena la atmósfera por los incendios.

Los funcionarios de Defensa Civil dicen que es difícil detectar a los incendiarios y mucho más multar, que implica un engorroso trámite administrativo para identificar a quienes queman sus campos. Por ello recomiendan intensificar las campañas de concientización, que, por lo visto, sólo han dado resultado específicamente en lo que hace a la cosecha limpia. Convendría, entonces, estudiar los modos para hacer que, por un lado, se haga concientización en busca de resultados concretos; y, por otra parte, se logre disminuir las trabas burocráticas que inutilizan los esfuerzos por una comunidad menos afectada por los incendios.