“La incertidumbre reinó durante la semana y trajo recuerdos preocupantes a gran parte de la población argentina, que vio cómo los locales cerraban porque no tenían un precio de referencia para poder remarcar sus productos”. Con esas palabras describía la economía posPASO una columna publicada en Perfil el 19 de agosto de 2019. La oración sirve para ilustrar lo ocurrido desde el lunes tras la victoria de Javier Milei (La Libertad Avanza) en las PASO del domingo. La crisis se repite cuatro años después, pero no de la misma manera. Aunque los mercados reaccionaron con mayor agresividad al triunfo de Alberto Fernández (Frente de Todos hoy Unión por la Patria), las consecuencias, en especial del salto del dólar, se sienten con más crudeza en el presente porque la inflación es superior a la que había hace cuatro años. La expectativa es que este nuevo “agosto negro” el índice de precios al consumidor (IPC) cruce la barrera de los dos dígitos y se sitúe alrededor del 11%.
Si se mira hacia atrás es posible vislumbrar por qué estas jornadas están resultando tan duras y caóticas. En julio de 2019, el IPC del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) había registrado un retroceso del 2,2% del poder adquisitivo de la población. En agosto, el IPC casi se duplicó al llegar al 4%. Pero lo peor aún no había ocurrido: la medición de inflación más alta de 2019, 5,9%, se registró en septiembre de aquel año.
El índice de precios al consumidor había alcanzado el 6,3% en julio, el mes previo a las primarias del 13 de agosto de 2023. Eso quiere decir que casi triplicaba al existente para el mismo período de hace cuatro años. La pérdida de poder adquisitivo del salario con la que los votantes acudieron o no acudieron a las urnas este domingo tiene, además, un historial muchísimo más desgastante. Si la inflación expresa un exceso de pesos en circulación -que valen cada vez menos-, basta con advertir que la base monetaria del mes pasado sextuplicaba a la informada para las PASO de 2019.
Datos entrelazados
La devaluación dispuesta este lunes 14 a primera hora llevó el dólar oficial a $ 350, una suba del 22% respecto de la cotización del viernes. La cotización paralela, el llamado “blue”, no se quedó atrás: pasó de $ 605 a $ 760, el 25,6% más, entre el 11 de agosto y ayer. Estas subas impactaron en el acto en los precios, que se quedaron sin referencias, y dispararon el temor al desabastecimiento. Las repercusiones desmintieron el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) antes de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) llegara a publicarlo -ello aconteció el día siguiente, martes 15-. Las consultoras, las entidades financieras y los centros de investigación consultados en el REM habían pronosticado para agosto una inflación del 7,9% -es decir, superior a la medida por el Indec en julio- y un dólar oficial de menos de $ 290 por unidad.
La corrida cambiaria de esta semana introdujo cambios drásticos en los vaticinios. Las previsiones de aumentos de precios del 11% para agosto están entre las más prudentes. Ese incremento se profundizaría en septiembre, como ya sucedió cuatro años atrás. Esta proyección se entralaza con otra, tanto o más dramática: el avance de la pobreza. En 2019, ese fenómeno alcanzaba al 35,5% de la población. Para diciembre de 2022, el último dato disponible del Indec, el 39,2% estaba en la pobreza. Los estudios privados más recientes, como el de la Universidad Torcuato Di Tella, observan que en la actualidad hay un 43% de pobres en la Argentina.
“Sólo una muestra”
Otra diferencia entre la crisis posPASO 2023 y la de 2019 es la escasa densidad política de la autoridad presidencial. Mientras que Mauricio Macri, en su rol de mandatario en ejercicio y de candidato a la reelección, estuvo obligadamente al frente de la debacle que había originado su derrota en las primarias ante Fernández, este último se mantiene al margen del aprieto económico. El presidente saliente se activó ayer en X y tuiteó la noticia del surgimiento de una empresa con base tecnológica ligada al Conicet, la agencia estatal de promoción científica que Milei promete desmantelar si llega a la Casa Rosada. El jefe de Estado había permanecido en silencio desde las elecciones.
También es muy dispar la coyuntura del Palacio de Hacienda. El Ministerio de Economía está en manos del candidato oficialista a la Presidencia, el abogado Sergio Massa, quien se autoratificó en el puesto más crítico del Gobierno. La crisis posPASO de 2019 había encontrado a Nicolás Dujovne al frente de Economía sin plan alternativo. Cuatro días después de aquellas primarias, Dujovne renunció y en su lugar quedó Hernán Lacunza, quien tuvo que reinstalar el cepo cambiario aún en vigor. Entonces como en el presente, la preocupación central del Ministerio pasaba por conseguir un desembolso del Fondo Monetario Internacional que oxigenara al país y lo alejara por unos meses del abismo de la cesación de pagos.
La victoria de Fernández sobre Macri por 15 puntos de ventaja había sido un terremoto para los mercados. No sólo subió el dólar, sino que los bonos y las acciones argentinos sufrieron sus peores caídas desde que hay registro. El 12 de agosto de 2019 es recordado como la mayor tragedia bursátil de la historia del país. Los inversores abandonaron masivamente sus activos y, en una sola jornada, el riesgo país subió el 100%. “Esto es sólo una muestra de lo que puede pasar (si regresa el kirchnerismo)”, había dicho un Macri tomado por el enojo aquel lunes catastrófico.
Los tenedores de deuda pública y de acciones argentinas no reaccionaron con la misma aversión ante el triunfo de Milei, quien se presenta como un creyente a ultranza de las bondades del capitalismo. Después de algunos retrocesos y altibajos provocados por la incertidumbre, los activos parecen tender hacia el alza, movimiento que se había verificado antes de las primarias. Pese a que el caudal de votos de Massa no está lejos del de Juntos por el Cambio ni del de Milei, la apuesta por un Gobierno promercado se mantendría firme hacia octubre, que es justo lo contrario a lo que sucedió luego de las primarias de 2019. Paradójicamente, la mayoría del electorado votó esa vez a favor de un modelo que alentó la inflación que, para retomar el comienzo de esta crónica, hoy reaviva las escenas de góndolas remarcadas o sin precios.