La derrota electoral de ayer agrega otro elemento de discordia en la relación de poder entre el gobernador actual, Juan Manzur, y el electo, Osvaldo Jaldo. Sus estilos están bien diferenciados y cada vez son más evidentes. Por ejemplo, el mandatario explica que el resultado es consecuencia de la falta de direccionamiento de las políticas económicas para mejorar el clima en el mercado y, naturalmente, en el votante. El vicegobernador, en tanto, está seguro de que no todos los dirigentes jugaron al 100% y eso se evidenció en la recolección de votos tan inferior a lo que se proyectó antes de la convocatoria electoral. El combustible aceita el aparato oficialista que, ayer, se fue a la banquina y espera que la grúa lo traslade hacia el próximo turno de octubre.

A Manzur no le dejó de sonar el celular durante toda la jornada. Desde Buenos Aires, la conducción nacional quería saber qué había pasado en Tucumán a un oficialismo que, hace dos meses, había retenido el poder por una diferencia de casi 22 puntos porcentuales respecto de Juntos por el Cambio y ahora pierde frente a La Libertad Avanza, recolectando la mitad de los sufragios del 11 de junio pasado. El gobernador no tenía muchas ganas de hablar, mucho menos de dar explicaciones cuando no fue invitado a ser parte del círculo rojo de decisiones electorales de Unión por la Patria. Pese a que no lo diga públicamente, aún siente el peso de haberse quedado en el camino a las presidenciales. No sabe, a ciencia cierta, qué le deparará el futuro político, pero espera otra oportunidad. Ayer se mencionó que habría una convocatoria de gobernadores peronistas para definir una estrategia conjunta pensando en revertir el resultado el 22 de octubre que viene. Nadie vio venir la marea libertaria que se llevó puestas tantas provincias justicialistas.

Jaldo, a su vez, está muy preocupado no sólo por la coyuntura económica, sino también por la falta de acción de las huestes oficialistas. Quiere pasar el bisturí lo antes posible para disciplinar la tropa por aquello de fortalecer el liderazgo antes de la asunción como gobernador. El mandatario electo tiene contacto directo con el ministro de Economía y candidato presidencial Sergio Massa, a quien prometió trabajar por un triunfo contundente. Revisará las planillas de los resultados antes de tomar una determinación. Está seguro de que algunos dirigentes territoriales ni siquiera se movieron de sus hogares para salir a recorrer las escuelas y garantizar el piso de votos prometidos. Con Massa en el poder, todo será armonía. Distinto si es que Javier Milei o Patricia Bullrich llegan a la Presidencia de la Nación. En el primer caso, la palabra que más se usa para definir los tiempos que se viene es ajuste. Si es Bullrich la que se impone, el término cambia a reasignación de recursos. En uno y otro caso, si no llega Massa a la Casa Rosada, le será difícil gobernar sin el acompañamiento de los gobernadores. Jaldo será uno de ellos cuando el 10 de diciembre se produzca el recambio institucional en el país.