Atajar el primer penal de una tanda decisiva marca una tendencia clave, y si el responsable es Sergio Romero esa carga psicológica se multiplica. Romero es gigantesco y parado en el medio del arco se torna descomunal. Primero lo padeció Ramírez y después el colombiano Bocanegra. Un penal lo paró volando hacia su izquierda; en el otro fue a su derecha. Y hubo otro -el de Polenta- en el que la pelota se le escurrió por abajo del cuerpo. Tremendo arquero para una instancia como esta, pura jerarquía. La misma jerarquía con la que Valentín Barco le bajó el telón a la noche de jolgorio en La Bombonera, pateando como si fuera un veterano. Así pasó Boca a los cuartos de final de la Copa Libertadores.
La historia del partido con Nacional resultó cambiante, pero si llegaron a los penales fue por culpa del propio Boca y de su ineficacia para aprovechar las cinco chances clarísimas que desperdició para galvanizar el resultado. Pero Boca es así: de dominante pasa a desconcertado, dos veces estuvo en ventaja y dos veces los uruguayos le sacaron el jugo a la endeblez defensiva que suele exhibir para empardar las cifras. Ese 2 a 2 en los 90’ derivó en el boom desde los 12 pasos, pero pudo haber sido tragedia de no haber brindado “Chiquito” una de sus acostumbradas hazañas.
La victoria/clasificación puede disimular esos errores de mitad de cancha hacia atrás y, sobre todo, licuar la polémica que los cambios dispuestos por Jorge Almirón generaron en el corazón del estadio. Si la reacción en vivo del hincha cuando el DT sacó a Merentiel para poner a Weigandt no fue más reprobatoria -quedó al nivel del murmullo- fue porque en ese momento el equipo iba ganando.
También salió Edinson Cavani, después de una falla impropia de su estirpe: en el área chica, con el tiempo y el arco a plena disposición. La tiró afuera y hoy es una anécdota; de haber perdido Boca ya sería un estigma. Al margen de esa jugada, lo del uruguayo fue irregular. Proporcionó pinceladas de calidad con toques de primera y movimientos inteligentes de pivot, pero también erró algunos pases fáciles. Tuvo el gol de movida, tras una combinación con Barco que ilusiona de cara a lo que viene, pero remató desviado. La saga “xeneize” de Cavani arranca en una noche triunfal y no es un dato menor.
Bien Valdez al entrar por un flojo Figal, bien Valentini (¿cuándo jugará 90’ Rojo?), correcto Varela en su despedida, enjundioso y goleador Advíncula, demasiado irregulares Pol Fernández y Medina, positivo Merentiel por el gol de cabeza que puso el 1-0. Pero la síntesis de las figuras de Boca quedó fijada en la foto de Romero y Barco fundidos en el abrazo.
Porque lo de Barco y sus 19 años es notable. Intervino en el armado de los dos goles abriendo con precisión el juego a las bandas, fue para adelante siempre, mordió y se peleó con los rivales “a lo Boca”, para éxtasis de la hinchada -no-look pass mediante-; pidió la pelota en el acto tras cada equivocación, ensayó gambetas, tocó y fue a buscar. Barco es mucho más que cosa seria; termina siendo bandera y protagonista cuando parecía llamado a ser actor de reparto.
El gran tema es hasta dónde llegará Boca en la Copa con este juego repleto de vaivenes. Sin dar seguridades, con el corazón en la mano. Todo está por verse.