Aunque en la gran mayoría de los casos la humanidad prefiera mirar para otro lado, lo cierto es que la sociedad está colapsando debido al sistema económico lineal que mantenemos desde hace siglos. En este paradigma, los recursos se extraen, utilizan y desechan sin segundas oportunidades. En 1987, un informe de la Organización de las Naciones Unidas (conocido como “Nuestro futuro común”) puso en relieve el problema y formalizó el concepto de desarrollo sostenible como una alternativa vital para acabar con las malas practicas de consumo. Según el documento, este término apunta a satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias.
“La conceptualización del desarrollo sostenible abarca múltiples dimensiones, y sus pilares son fundamentalmente la economía, la sociedad y la biosfera (...). Desde el punto de vista económico, este concepto se alinea con el modelo de producción y consumo denominado Economía Circular, que plantea la necesidad de repensar el uso de las materias y de la energía de manera restaurativa, regenerativa, sistémica y equilibrada en todos los estratos sociales”, comenta la investigadora Beatriz Garzón, directora del Grupo de Hábitat Sustentable y Saludable (GHabSS: FAU UNT – Conicet).
En este aspecto, los materiales biológicos y reutilizados son claves para la sustentabilidad. “En contraposición con el sistema lineal con el que se trabaja hoy en día en la arquitectura y en la industria que abastece al sector edilicio a nivel global y local, la arquitectura sustentable apunta a diseñar y materializar los edificios con lo que se denomina materiales biológicos”, explica la arquitecta.
Por ejemplo, la madera y el bambú responden muy bien al parámetro de material biológico (derivado de seres vivos), no tóxico y de fácil descomposición.
“La idea es plasmar un modelo de transición hacia ciclos regenerativos y en esta transformación, utilizar los residuos sólidos urbanos (RSU), los de industria y los de la propia obra edilicia como materia prima para realizar materiales constructivos. Es decir, dar un buen destino final a estos desechos, especialmente los plásticos, en la arquitectura”, indica Vanesa Sáez, becaria doctoral de Conicet NOA Sur.
Al respecto, hay algunos residuos plásticos que poseen una alta durabilidad y tardan más de 150 años en degradarse; lo cual permite que puedan ser introducidos a la cadena de producción de un nuevo producto, adoptando el concepto de reciclaje.
“De este modo se impacta favorablemente sobre un serio problema actual: lo que se conoce como híbridos monstruosos, dígase mezclas inseparables de materiales tóxicos y no degradables que terminan, en el mejor de los casos, en lo basurales controlados por el Estado”, agrega Sáez.
Perspectivas
Para apoyar la economía circular y generar beneficios de triple impacto positivo el GHabSS se dedica a analizar, desarrollar y aplicar sistemas constructivos basados en el reciclaje de residuos.
“El polipropileno (PP), al polietileno (PE), poliestireno (PS) y el tereftalato de polietileno (PET) son algunos de los plásticos que más comúnmente se encuentran en la industria. Muchos de ellos son reciclables y pueden volverse materiales de construcción, como aislantes térmicos y acústicos, revestimientos, mampuestos o paneles rígidos para tabiques interiores”, remarca Garzón.
Algunos de los trabajos que lleva adelante el equipo ya disponen de un registro de propiedad intelectual. Entre ellos se destaca n la PLACA SCRAP PAI y el BLOCK-P5. La primera es una placa de revestimiento resuelta con Poliestireno de Alto Impacto (PAI) que aparece en los envases de algunas golosinas locales. Este material también remplaza los cerámicos en las cocinas y los baños y puede emplearse en los cielorrasos desmontables. El segundo es un bloque prismático resuelto con residuos de Polipropileno, principalmente recolectado de las tapas de las botellas de bebidas. En cuanto a su uso sirve para resolver algún muro interno como cerca perimetral o divisorio traslucido.
Asimismo, los desechos pueden transformarse en artefactos o equipamientos como sistemas tecnológicos complementarios; por ejemplo, en cocinas solares, calentadores de agua y recolectores de agua de lluvia. “De este modo se logra alargar su vida útil y evitar su disposición final en rellenos sanitarios, basurales clandestinos, canales o ríos”, acota Sáenz.
La propuesta consiste en hacer pequeños cambios tecnológicos para lograr la materialización de elementos constructivos sostenibles. “Debemos favorecer la reducción de energía y de materia consumida en las distintas etapas del ciclo de vida del edificio, y así disminuir el impacto ambiental asociado a este. En esta dirección, propiciaremos un cambio de paradigma: el de imitar el ciclo biológico del ecosistema natural, donde no existe el concepto de residuos, ya que todo tiene valor y todo se aprovecha”, finaliza Garzón.