“Según soplan los vientos” es el nombre elegido por Carla Guzmán para su primer disco, y en ese título se reúnen sus historias de vida, esos aires que la llevan de un lado a otro en la música, siempre sostenida por las flautas y otros instrumentos de esa familia.

“Es un resumen de mi búsqueda constante como intérprete, mi mirada sobre músicas que me han marcado a lo largo de mi vida, desde el tango que recibí de influencia de mi papá, la música cuyana de la que me enamoré en la Universidad de Cuyo, en Mendoza, y las chacareras y zambas con las que me crié guitarreando con familia y amigos, hermanos de la vida”, le dice a LA GACETA como anuncio del recital de presentación de su álbum solista, esta noche a las 20 y con entrada libre y gratuita en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601).

De formación original académica, su inclinación por lo popular le viene de lejos. “Siempre tuve un gusto amplio en la música, tanto para escuchar como para elegir interpretar”, reconoce, y cita en sus escuchas al Chango Farías Gómez y La Manija, de donde se detenía en el Mono Izarrualde para copiarlo. Con ocho años, ya era alumna del Topo Bejarano en el taller municipal de flauta que dictaba en Bella Vista, y luego recaló en Mendoza para estudiar con Lars Nilsson, del mítico grupo Markama. “Allí pude profundizar mi búsqueda, entender por qué elegía ciertos géneros y composiciones, qué recursos necesitaba desarrollar en mi instrumento”, afirma. Ahora toma clases con Marcelo Moguilevsky.

El repertorio elegido refleja las voces y pensares del arte de la mujer latinoamericana, según se anticipa. “Trato de interpretar a compositoras, y el disco lleva el nombre de uno de los versos de ‘El anhelo de tu pañuelo’, de Inés Bayala; hay canciones de Elizabeth Morris, compositora chilena e invitada en una canción, tengo el honor de contar con la voz de Francesca Ancarola. Tiene composiciones inéditas como ‘Enraizada’, una chacarera de Hugo Rodríguez en su adolescencia y ‘Choro tucumano’, de Carlos Podazza, un invitado que ha marcado mi vida como Raly Barrionuevo cantando la zamba ‘Carta a Perdiguero’. Llegar a este material fue un camino bastante sinuoso, ya cuando gané en Cosquín como solista instrumental en 2011 deseaba empezar a trabajar, pero se fueron presentando varias cosas en el medio: fui madre y estuve en varios proyectos como sesionista, lo cual hizo que fuera dejando de lado mi propio proyecto. Todo tiene su tiempo y no reniego de eso, todo es un aprendizaje constante para mí”, asevera.

Sobre el escenario la acompañarán esta noche algunos de quienes la ayudaron en el proceso: el guitarrista y productor Francisco Pancho Santamarina, el percusionista Federico Cuchi Correa y el bajista Matthias Agüero Hinz, y como músicos invitados el pianista Quique Yance y el multiinstrumentista Isaac Llovera. “Son mis amigos, hermanos de la vida, y me encantaría poder tener a todos los que participaron pero fue imposible. Mi pilar en todo este lío es Francisco, quien se puso al hombro la producción de este disco (grabado en el Estudio Rojo de Ale Rodríguez), la dirección musical de este concierto y quien con su amistad me apoya en los buenos y malos momentos”, admite.

“Los vientistas en Tucumán han crecido bastante, gran parte se debe al programa de coros y orquestas populares. Sería muy bueno poder desarrollar más el estudio de las técnicas extendidas para implementar en arreglos de música popular. Los flautistas tucumanos estamos bastante unidos y en constante comunicación, ya sea para intercambio de material, como para armar clínicas; este año, por ejemplo, armamos en conjunto, la Escuela de Arte Popular, donde me desempeño como docente y la ESEA, una clínica dictada por Juan Carlos Liendro. La idea es seguir trabajando para animar a nuestros alumnos a seguir creciendo en su formación”, concluye.