Los celulares pueden ser grandes aliados para el aprendizaje. Eso quedó más que demostrado durante los confinamientos que vivimos por la pandemia de covid-19. Sin embargo, desde que volvió la normalidad a las escuelas no son pocas las instituciones que decidieron prohibir el uso de móviles en las aulas.

Al final, ¿los celulares son una buena o mala herramienta para la educación? Esta semana, el debate sumó un nuevo capítulo. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) presentó en Montevideo, Uruguay, el Informe Global de Monitoreo de la Educación (GEM 2023), en el cual advirtió sobre las consecuencias del excesivo uso de la tecnología, especialmente de celulares, en el aprendizaje de los estudiantes.

El organismo señaló: “a pesar de las ventajas que las herramientas digitales pueden ofrecer en la educación, también existen riesgos que a menudo son ignorados y que afectan el avance del proceso educativo”.

El informe se basa en diversos estudios científicos y fue presentado por expertos de la Unesco y ministros de Educación de diferentes países. “Hay datos claros que relacionan a los celulares con la reducción de los resultados escolares”, dijeron los expertos. Entre otras cosas, advierten que cuando a un estudiante le suena el celular por una notificación tarda 20 minutos en retomar la atención en el aula. Si una clase tiene 45 minutos, perdió casi la mitad del tiempo. Interrumpe la productividad y afecta la capacidad de recordar y comprender información, reveló el documento.

Docentes y profesionales locales vinculados a la educación, en tanto, opinaron que es necesario regular la presencia de los móviles en las escuelas y permitir su uso solo si ayudan en los aprendizajes.

Mariana Dato, profesora en Ciencias de la Educación, remarca: “un gran porcentaje de niños de escuelas urbanas cuenta con un teléfono móvil inteligente a partir de los últimos grados de la primaria. El uso de las plataformas virtuales, luego de la pandemia, se ha instalado como una herramienta de comunicación que utiliza el docente para dejar mensajes o tareas que no han sido dadas en clase”.

Según la experta, en un país donde el acceso a un celular es absolutamente mas fácil que poder comprar una computadora, no se puede prohibir su uso en el espacio escolar. “Se utiliza como recurso didáctico en muchas materias, y si se compara su precio con el de los libros escolares (desde $10.000), resulta una inversión”, compara.

“Aquí lo importante es que el uso del celular no produzca una baja en el rendimiento académico del estudiante ni funcione como un elemento distractor en clase. Lo que debe existir es un contrato explícito sobre su uso y sus límites, que integre el manual de convivencia que todas las instituciones educativas tienen que tener y que debe ser conocido por todos los niños. Prohibir el uso de celulares en clases sería desconocer los avances de la ciencia, que son en favor del progreso de la humanidad”, opina.

Aunque la psicopedagoga Natalia Jiménez Terán reconoce que las pantallas tienen muchos efectos negativos sobre los chicos (“producen picos de dopamina y eso les genera placer y hace que no las quieran soltar”), prohibir el uso de celulares sería mirar para otro lado.

“Llevar un teléfono al aula puede ser fuente de distracción, salvo que se lo utilice con un fin puntual educativo. Tienen que haber didácticas, reglas más que claras sobre el uso y, entonces, podemos darle un fin positivo. Los docentes tienen que estar preparados y poner límites con actividades específicas. Por ejemplo, buscar información”, apunta.

Jiménez Terán sostiene que es necesario cambiar algunas cuestiones que hoy persisten en el sistema educativo; como por ejemplo, que los niños se limitan a copiar y a hacer silencio en el aula. “Hoy la sociedad exige que puedan reflexionar, debatir y estar motivados”, explica.

Para los padres tampoco es tan sencillo el debate. Algunos piensan que los chicos deben llevar el teléfono en la mochila, pero solo para los recreos. Romina Sánchez se enojó cuando la institución a la que van sus hijos les solicitó que tengan celulares a mano en el aula para hacer las tareas, a partir de los 10 años. “Por suerte dieron marcha atrás después de que los papás nos expresamos en contra”, explicó. “En el aula es fuente de distracción porque ellos quieren jugar con el celular. Estoy de acuerdo si lo sacan en algunas horas de clase con una indicación del docente”, aporta Lucía, mamá de dos niños y un adolescente.

Daniel Nacusse, representante legal de dos colegios (El Salvador y Fátima) y delegado Episcopal de Educación en Arzobispado de Tucumán, comenta que en distintas instituciones se está buscando cómo hacer, desde el aspecto pedagógico, para que el celular pueda ser utilizado en forma óptima, a pesar de que la presencia de estos dispositivos sea una molestia en muchos casos. “Notamos distintos criterios antes y después de la crisis por covid-19. Antes de la pandemia había muchos colegios que intentaban incorporarlo al aula. En la pospandemia, por el exceso de pantallas que se nota, muchas instituciones retrocedieron y hoy están prohibiendo directamente el uso del móvil en todo el espacio escolar”, señala.

Dentro del ámbito escolar que él representa, según detalla, hay una búsqueda de utilizar el celular con fines pedagógicos, especialmente porque todavía están muy presentes las plataformas como Classroom, que se usaban en la cuarentena. De acuerdo a la experiencia, el móvil facilita trabajos grupales y, cuando las propuestas del docente son atractivas para los chicos, el dispositivo pierde su poder como elemento de dispersión, señala. “Sí favorecemos el uso del teléfono, pero en un contexto de orden y bajo la supervisión de un docente. Hay materias en las que aporta beneficios sustanciales. Para algunas tareas, el uso de Google Drive es una muy buena herramienta porque son documentos compartidos. Pensamos que la estrategia para el uso de esta tecnología debe ser tan importante y atractiva que no le permita al alumno distraerse y ponerse a pasear por las redes”, resume.

Javier Dos Santos, director de la primaria del colegio San Patricio, contó que después de algunas experiencias poco felices en la institución decidieron que no se permita el uso del celular. La excepción puede ser que un docente les indique llevarlo a clases para una tarea específica. Luego de esa actividad, los chicos deben apagarlo y guardarlo.

De ninguna manera se puede divulgar en redes sociales comentarios, fotos, videos o audios que ofendan, en alguna medida, la imagen de la institución o de algún integrante. “Cuando volvimos de la pandemia, llevamos adelante una experiencia de trabajo con el celular. Pero luego tuvimos algunas dificultades. Hay cosas que se nos escapan, como por ejemplo los vivos en las redes sociales, en los que pueden exponer a otros chicos y a adultos, que es lo que sucedió. A partir de ahí, empezamos a regular la utilización del teléfono y a restringirlo. El resultado fue bueno. Si los chicos están conectados todo el tiempo al teléfono, se pierde el control de la información que pueden generar en las redes. Además es factor de distracción”, sostiene. No obstante, aclara que son conscientes de la importancia de la tecnología. “Por eso tenemos en las aulas otras posibilidades de conectividad. Y en el caso del celular permitimos su uso solamente para algunas materias y en horas específicas, bajo supervisión, para entrar a alguna página recomendada”, concluye.

Testimonios de docentes según su experiencia en las aulas

- “El uso del celular permite aprender en cualquier lugar, tanto dentro del aula como en las zonas exteriores del centro educativo. Además, desarrolla las competencias digitales del alumnado, promueve el uso de las metodología activas y potencia el trabajo cooperativo y colaborativo por medio de diversas tareas y herramientas”, expresó Antonio Antunez, profesor de religión en la escuela General Lavalle de Famaillá. El docente cuenta que usa su celular en clase y comparte sus datos con los alumnos para que todos puedan acceder a la información. “Potencia la creatividad artística y audiovisual. También reduce el material que el alumnado debe llevar al aula y favorece la comunicación entre el alumno y el docente gracias a las plataformas digitales de comunicación y mensajería”, sostiene.

- “Me sirve muchísimo cuando les doy tareas en el aula. Hay páginas en las cuales los alumnos te envían las respuestas y ves si lo hicieron o no, y cuánto sacaron. También esta Kahoot un juego que se puede llevar adelante en el aula; ellos tienen que responder en el momento la opción correcta y la maestra ve cuántos contestaron bien. Son juegos interactivos que ayudan a despertar el interés de los chicos que se cansan de escribir en carpetas o libros. El buscar información para contestar preguntas también es útil. Obvio todo en un ambiente controlado, sino no lo hacen”, cuenta Priscila Morcos, profesora de inglés.

- “El teléfono no tiene que estar en el aula porque es imposible para un docente controlar qué hacen 30 o 35 alumnos en su celular, y ningún aparato está sin TikTok, Instagram o alguna otra de las redes sociales, que para los chicos son adictivas. Ellos quieren entrar todo el tiempo. Por ello, pueden filmar en el aula y exponer al docente y a sus compañeros. Es un riesgo. Además, hay cosas como la comprensión de texto que exige concentración total y las pantallas son una competencia desleal”, puntualizó Martín Cruz, docente de un colegio secundario.