El manzujaldismo, la era previa al jaldismo, ha comenzado en Tucumán. Se trata de la evolución natural que deben dar los seguidores del saliente gobernador, Juan Manzur, hacia el espacio que buscará consolidar el mandatario entrante, Osvaldo Jaldo. Lo curioso no es el paso de una etapa a otra en la política, sino que el primer ex manzurista sea el propio Manzur. Eso, sencillamente, resulta inédito.

Ante cuanto micrófono le acercan, el actual titular del Poder Ejecutivo se encarga de sobreactuar los elogios hacia su compañero de fórmula y sucesor. Esa exageración tiene una explicación. Algunos interpretan que se trata de una muestra de poder e influencia sobre el tranqueño, y otros que en realidad obedece a una estrategia para transmitir a la sociedad que Jaldo es una invención suya y que no será más que un inquilino circunstancial en la Casa de Gobierno. Como fuere, la realidad es que esa postura de Manzur disimula una necesidad (de atención) y una debilidad (la pérdida de poder). Hoy, por errores propios y algunos infortunios, el ex ministro de Salud siente el paso del tiempo y los magullones de las derrotas personales.

En particular, su andar errático desde que perdió la última chance de colarse en una fórmula presidencial nacional aleja a los más fieles. Las imágenes de esta semana fueron contundentes: viajó casi en soledad a Tafí del Valle para supervisar obras e hizo lo propio en el sur de San Miguel de Tucumán, con un proyecto de viviendas. Ni siquiera Jaldo estuvo a su lado, que parece intentar despegarse de su gestión en este último tramo. De la misma manera, hay quienes sostienen que no demuestra demasiado interés por ponerse al hombro la campaña de Unión por la Patria hacia las Primarias del 13 de agosto.

En parte, puede tener un poco de razón. El destrato de los popes peronistas nacionales hacia él fue brutal, por lo que puede declararse herido; y además porque la obligación de responder por lo que pase en las urnas de Tucumán ya no es exclusivamente suya. Ahora, esa responsabilidad recae principalmente en Jaldo, quien debe tratar de asegurar que en un par de semanas haya tantos votos para el oficialismo como los hubo el 11 de junio. ¿Se podrá repetir esa cifra? El pronóstico no es alentador, pero al menos el esfuerzo se debe notar para evitar que, ante un eventual mandato presidencial de Sergio Massa, haya algún pase de facturas que pueda afectar la gestión que encabezará desde el 29 de octubre.

Un poco por el vacío que deja el duelo manzurista y otro poco por estrategia, el vicegobernador se vio obligado a tomar las riendas de la campaña electoral. E incluso de la gestión, como se vio en esta semana cuando reunió al área de seguridad y a la plana mayor de la Policía en la Casa de Gobierno. Después de haber abrazado en Leales a enemigos que parecían irreconciliables tras las internas de 2021, como el manzurista Jorge Leal y su escudero Darío Monteros, el “Comisario” copó el Salón Blanco para reforzar el discurso proselitista. A su lado no estuvieron solo los suyos, sino también relevantes referentes del alicaído manzurismo.

La coyuntura para Manzur es incómoda. Debe mostrarse entero para pedir el voto por alguien que le quitó prácticamente todo el poder mientras convivieron en la Casa Rosada, como Massa. De hecho, el tigrense hasta parece disfrutar de las heridas que provoca. De lo contrario, no se entiende que a su lado en la cena con las autoridades de la Sociedad Rural Argentina hayan estado dos de los hombres más influyentes durante la época de Manzur “poderoso”: el lobbista Gustavo Cinosi y el tucumano Jorge Neme.

De la misma manera, resulta inentendible que el gobernador haya resistido tan poco a la empujona del jaldismo por quedarse con la organización del acto para el postulante presidencial. ¿Por qué teniendo tantos dirigentes a su lado cercanos al Frente Renovador, el mitin se hará en Banda del Río Salí, un territorio de Jaldo? El gobernador electo pretende asegurarse que nada falle durante la visita del ministro de Economía, y para eso aprovechó la relación que entabló el intendente Darío Monteros con el massista Raúl Pérez. Además, Jaldo se encargó de los detalles logísticos personalmente con el jefe de campaña Eduardo De Pedro. Casualmente, ante “Wado” hace menos de dos semanas Manzur había prometido acelerar la campaña electoral en Tucumán. Un dato más: la cena de recepción ya no se realizó en el quincho de Manzur, como tanto disfrutaba de hacerlo, sino que fue anoche en el Sheraton.

Por supuesto, nada de esto garantiza a Jaldo que el 13 de agosto vaya a obtener el resultado que pretende. En el medio hay otros factores que influirán, como la postulación presidencial del kirchnerista Juan Grabois. Aunque parezca un mero trámite, la boleta del fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular puede ser un canalizador de votos para los miles de heridos de las tropas oficialistas que aún buscan cicatrizar los lastimados del 11 de junio. El peronismo puede dar fe de lo útil que son las PASO y las elecciones nacionales para devolver gentilezas locales.

Aunque de manera sigilosa, la presencia de Grabois en Tucumán se siente en los suburbios de la política. De hecho, hay una anécdota interesante: cuentan que tras los comicios provinciales, le ofreció al intendente de Tafí Viejo, Javier Noguera, ser su precandidato a vicepresidente. De manera elegante, el jefe municipal rechazó la propuesta. No es la única vinculación del rival de Massa con el oficialismo local. Fernanda Miño, secretaria de Integración Socio Urbana de la Nación es una asidua visitante y estuvo hace 15 días aquí. Miño, ex concejal de San Isidro y catequista muy cercana a Grabois y al Papa Francisco, maneja 1.500 obras por $ 12.000 millones que se ejecutan principalmente con el aporte del impuesto a las grandes fortunas. Pueden dar fe de su holgada billetera legisladores y concejales que realizan obras mediante cooperativas, el Ente de Infraestructura Comunitaria, intendencias como las de Tafí Viejo, Monteros, Aguilares y Bella Vista, entre algunas otras; y muchas comunas rurales. Además, al menos 1.000 jóvenes militan en su espacio en Tucumán, aunque sin “estructura”, y representan el voto duro e ideológico del kirchnerismo. Para este elector, la figura de Massa resulta difícil de digerir.

Hace un par de semanas, durante su último paso, Miño no sólo habló de la marcha de las obras con sus interlocutores locales, sino que también les habría pedido un favor electoral: que le “den una mano” con la fiscalización el día de la elección. Es decir, que cuiden los votos de Grabois en los cuartos oscuros. Algunos de los que dialogaron con ella aseguran haberle sugerido que hablara de ese tema con Manzur y con Jaldo, para evitar problemas. Pero la duda –y la sospecha- sobrevuela: ¿todos habrán respondido lo mismo?.

El desbande opositor

En la vereda opuesta, el temor a la traición está tan latente como en el oficialismo. Juntos por el Cambio es hoy un sello que languidece en Tucumán. Al punto que quienes compartieron la fórmula de gobierno en junio se revolean amenazas de cortes de boleta para las PASO.

De manera insólita, Roberto Sánchez y Germán Alfaro llegan a las Primarias sin diálogo y enfrentados. Ambos admitieron que no volvieron a hablar después del fatídico domingo 11 de junio, y el radical –después de mucho titubear y muy presionado- blanqueó que apoyará a la lista de diputados que encabeza Mariano Campero y no a la que lidera su último aliado.

El planteo de Sánchez es curioso: como presidente del distrito local de la Unión Cívica Radical insta a cortar el voto de los postulantes locales elegidos por el titular de la UCR nacional. Porque vale recordar que la fórmula Horacio Rodríguez Larreta-Gerardo Morales sólo autorizó que se adosen a su boleta los integrantes de la lista de Alfaro, y le negó esa posibilidad a una nómina puramente radical que iba a liderar José Ascárate. Más allá de eso, el diputado dijo que apoya la lista de Campero, que va debajo del binomio Patricia Bullrich-Luis Petri. Muchos correligionarios optaron por ese camino, pero el más llamativo es el caso de la legisladora electa Silvia Elías de Pérez: abrió hasta un comité en capital para ese binomio. Dicen, motorizada por su enojo con el intendente de esta ciudad.

El ausente Alfaro quizás ahora pueda estar reflexionando sobre si le convino o no que Rodríguez Larreta y Morales bajaran la nómina de Ascárate. Porque con otra lista de radicales, el voto que hoy puede capitalizar Campero –a quien resiste un sector de la UCR- se habría dividido. Pero ahora no sólo deberá enfrentar en soledad el tan temido corte de boleta de los radicales, del que tiene un recuerdo muy fresco, sino también la posible traición de dirigentes de su espacio. Ese escenario es factible. ¿Cuál sería la motivación para trabajar de los cientos de dirigentes que lo acompañaron las elecciones provinciales en su aventura con Sánchez, sabiendo que no puede garantizarles absolutamente nada a partir de octubre? Sin recursos y sin la posibilidad de prometer futuro, es entendible la campaña del silencio que eligió Alfaro para las PASO.