He leído los editoriales del 19 y 25/07, “Desafíos e inquietudes sobre los biocombustibles “ y “Biogás, un desafío público y privado”. Son conocidas las bondades del bioetanol, pero lo que se publica es incompleto y confunde a los lectores, al no mostrar la otra cara de la moneda. Poco y nada se dice sobre cómo se produce este combustible en Tucumán y de los impactos y daños a la salud de las personas y al ambiente, en las etapas del proceso fabril. Para obtener el bioetanol la industria sucroalcoholera local usa como materia prima la melaza, un subproducto de la fabricación del azúcar de caña. Como residuo, se obtiene la vinaza, un contaminarte del aire, agua y suelo. Además de un ph ácido, contiene, entre otros, calcio, magnesio, zinc, cobre, etc. (por cada litro de bioetanol se generan 12 litros de vinaza). Esta es usada como fertirriego o almacenada en los ingenios en piletones o lagunas. Cuando se descompone produce gases como el metano y el CO2 (2,23 kg por m3 de vinaza), responsables del efecto invernadero. Además, asociados tenemos quema de cañaverales (800 grs. de hollín por m2 de caña quemada, más gases tóxicos), cachaza ( 4 % del total de caña molida ) y las rastras cañeras, protagonistas endémicas de accidentes viales graves (mutilaciones , invalidez ) y mortales, en nuestras rutas. Los actores de la industria sucroalcoholera y los funcionarios del Estado (nacional, provincial, municipal), deben comprender que esta actividad forma parte del medio ambiente, el que debe ser protegido, y que los ciudadanos tenemos derechos ambientales constitucionales, que deben ser respetados y tutelados. Los dueños de los ingenios son los responsables de los residuos que generan y el Estado debe controlar que las leyes se cumplan, por el bien de todos los tucumanos, de quienes nos visitan y del patrimonio ambiental y natural de la provincia.
Juan Francisco Segura
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