La CGT acaba de formalizar su apoyo a la candidatura justicialista del binomio Massa – Rossi. El hecho no debería extrañar, considerando la identificación peronista del gremialismo argentino. Lo que sí extraña es el respaldo incondicional a este gobierno, único responsable del desastre económico que estamos atravesando, a saber: casi 120 % de inflación anual; el valor del dólar por las nubes, superando la barrera de los 500 $; la mitad de los argentinos sumidos en la pobreza, incluidos millones de trabajadores que a pesar de tener empleo no pueden superar la línea de la misma; cientos de empresas huyendo del país debido a la desastrosa gestión del peor gobierno de la historia, según el entender de muchos; el 50 % de la fuerza laboral argentina trabajando en negro, con lo que eso significa para los derechos de los trabajadores, que el candidato Massa dice defender; el desempleo en niveles inconcebibles para un país medianamente normal; la capacidad de las empresas a media máquina, pisoteadas por la recesión y una asfixiante presión tributaria; un Banco Central prácticamente sin reservas; etc, etc. por la décima parte de esta tragedia, cualquier otro gobierno ya tendría unos cuantos paros generales y permanentes movilizaciones callejeras. De hecho, en estos 40 años de democracia, el gobierno de Raúl Alfonsín tuvo 13, el de Fernando de la Rúa, 8 paros, en sólo dos años de gobierno (solamente estas dos gestiones tuvieron la mitad de todos los paros con sólo la quinta parte de la gestión) y Mauricio Macri, 5 paros. Increíblemente, con todo lo antedicho, esta olvidable gestión no sufrió ninguno. No sorprende para nada. Las presidencias justicialistas tienen “coronita” a la hora de hacerse cargo de los desastres que provocan. Y no sólo eso: se prepara un acto de apoyo a la fórmula justicialista, para el 8 de agosto, con bajada de línea a los afiliados para que la voten. Sirvan estas líneas para que quede perfectamente claro de qué lado están los dirigentes sindicales, una casta privilegiada, impunemente millonaria con el manejo de las obras sociales y eternizada en la conducción. Párrafo aparte para la mafiosa prepotencia de algunos gremios, que utilizan cualquier método para concretar sus objetivos. Normalizar las estructuras sindicales, como lo intentó hacer Raúl Alfonsín con la “Ley Mucci” (que no pudo aprobarse por un par de votos), es una tarea pendiente para cualquier futuro mandato no justicialista, si desea que Argentina salga de esta lastimosa decadencia, que expulsa a nuestros jóvenes al mundo en busca de un presente que hoy no tenemos.
Ricardo A. Rearte
Pasaje Díaz Vélez 66 – Monteros