Así es Boca: por momentos luce perdido en la cancha, de golpe se activa y mete estiletazos al corazón. Parece que lo dominan y lo noquean, hasta que saca un gol de la galera y encamina la historia. Va y viene caminando por la cornisa. De a ratos preocupa a su gente, de a ratos la ilusiona. Así pasó Boca anoche por el estadio “Madre de Ciudades”, sellando la clasificación a los octavos de final de la Copa Argentina ante un Barracas Central labioroso y peliagudo. Molesto, por sobre todo. Pero ganó bien Boca, a pesar de esos pasajes de extraña incertidumbre.
Claro, Boca cuenta con Cristian Medina, que tiene pinta y modales de volante brasileño. Cuando Medina se activa el equipo juega a otra cosa; la pelota viaja de pie a pie, limpita, y el Boca enmarañado pasa a ser cristalino. Dos apariciones fulgurantes de Medina terminaron sellando el resultado. Primero para definir una contra clásica, perfectamente elaborada por Benedetto; después para meterse al área en puntas de pie, maradoneando, para servirle el segundo al uruguayo Merentiel. Buenísimo lo de Benedetto en la construcción de ambas jugadas; positivo lo de Merentiel en cada intervención; mejor lo de Medina, un Bruno Guimaraes criado en Casa Amarilla y que pide a gritos desarrollarse en -por ejemplo- la Premier League.
Los goles cayeron en instantes decisivos: al final del primer tiempo y en el nacimiento del segundo. La clase de hachazos que desmoralizan a cualquiera... Pero no al Barracas de Rondina, cuyo culto a la prolijidad le permitió mantenerse en partido. No se cayó el “guapo”, que había hecho las cosas mejor en los 45’ iniciales y siguió yendo al frente con el 0-2. Por eso descontó con una maravilla teledirigida de Maxi Puig y por eso rondó una potencial igualdad, frustrada dos veces por “Chiquito” Romero ante sendos cabezazos de Domínguez.
El problema de Boca es que se complica la vida al máximo cada vez que le presionan la salida. Cuando Barracas lo hizo obligó a Romero y a Figal a revolear la pelota. Campuzano había intentado pisar fuerte en el arranque, pero después quedó marginado del juego porque la pelota le volaba varios metros sobre la cabeza. Barco, enjundioso y desordenado, a veces aclara y a veces oscurece. El equipo necesita, básicamente, más recursos y equilibrio.
En los últimos minutos Boca recibió una excelente noticia, capaz de opacar el avance en la negociación por Cavani y de disimular la frustración por la nueva lesión de Langoni. Se trata del regreso del “Changuito” Zeballos, quien entendió mejor que todos de qué se trataba el partido. Barracas estaba jugado y era cuestión de afinar los contragolpes, tarea que el santiagueño cumplió a pura velocidad, gambeta y picardía. Si Boca no estiró las cifras fue porque el arquero Desábato desbarató esas construcciones de Zeballos y porque el travesaño frustró lo que hubiera sido un golazo de tiro libre del “Changuito”. Los hinchas tienen un motivo más mirar lo que viene con optimismo.