En un escenario electoral plagado de incertidumbres por lo que puede suceder en las urnas, solo existe una certeza: teniendo en cuenta quienes son los dirigentes con más posibilidades de triunfar en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y posteriormente en las generales se puede asegurar que el próximo Gobierno estará más a la derecha que la actual gestión actual.
En Unión por la Patria (UP), Sergio Massa representa una visión más edulcorada del kirchnerismo duro que puede llegar a personificar Juan Grabois. En la coalición opositora de Juntos por el Cambio (JxC) Horacio Rodríguez Larreta se medirá con Patricia Bullrich, que adquirió un perfil más conservador que el del Jefe de Gobierno porteño, pero menos que el del economista liberal Javier Milei.
En JxC, Bullrich optó por endurecer su discurso con la palabra “orden” como hilo conductor. Además, la presidenta en licencia del PRO viene prometiendo desde hace tiempo medidas de mano dura contra la delincuencia, el narcotráfico la corrupción. Y asegura que pondrá fin a los cortes de calles. Rodríguez Larreta eligió rodearse de figuras conservadoras y se muestra más afín a implementar un gobierno de consenso. De hecho, en los últimos días se diferenció de su adversaria en la interna al manifestar: “Yo propongo un cambio distinto. No es a las trompadas ni a los gritos”.
¿Cómo llegamos a esto?
En ‘Discurso y precarización. Avatares del neoliberalismo en Argentina’, el doctor en Comunicación, Yair Daniel Buonfiglio, asegura que los discursos conservadores y reaccionarios que hasta hace algunos años ocupaban sitios periféricos en el discurso social, hoy recobraron legitimidad y posicionan como discursos dominantes. “Decimos que esta legitimidad ha sido recobrada porque no podemos olvidar que durante extensos períodos de la historia de nuestra cultura, los discursos racistas, clasistas y, en general, de rechazo y odio hacia las diferencias han estado a la orden del día y han sido capaces de producir efectos tales como la Shoá, el Apartheid o la desaparición de treinta mil personas durante la última dictadura cívico militar en Argentina”, sostiene el profesor adjunto de la Universidad Nacional de La Pampa.
Para entender este escenario, Buonfiglio destaca también que debe prestarse atención a tres proceses políticos que vivió el país: “la crisis del orden neoliberal que se tradujo en el estallido social de 2001, la aparición del kirchnerismo como nueva identidad política y la dislocación del discurso kirchnerista y la irrupción del macrismo como reconstrucción del orden liberal”. “En efecto, no se trata de afirmar que el giro a la derecha haya inaugurado una discursividad novedosa, inédita. Sostenemos, en cambio, que se produjo una reconfiguración en el discurso social, de tal modo que textos que anteriormente resultaban periféricos, deplorables o incluso impronunciables, devinieron legítimos, centrales y lograron hegemonizar, aunque provisoria y precariamente, el campo político. Es que, en suma, ninguna hegemonía se construye desde un grado cero; no existen, como diría Mijail Bajtin, adanes del discurso, sino que toda representación política opera sobre un sedimento disponible, una relativa estructuralidad que se moldea y modela al calor de cada época”, enfatiza.
“Significantes vacíos”
En diálogo con LA GACETA, la licenciada en Sociología de la Universidad Nacional de La Plata, Valentina Castro, aseguró que en medio de un contexto de insatisfacción social en término de distribución del ingreso y estabilización del proceso inflacionario se identifica la existencia “de un avance de los discursos reaccionarios de derecha”. “Frente a este significante vacío que genera el modelo económico aparecen propuestas arraigadas a la antipolítica que va en contra del sistema democrático para llenar los significantes vacíos que son consecuencia del malestar económico”, destacó.
Desde su perspectiva, la profesional remarcó que los aspectos políticos y económicos no deben analizarse por separado porque constituyen parte del clima social “que abunda en la sociedad”. “Cuando uno revisa las propuestas políticas, económicas y sociales que proponen estos espacios es posible identificar que existen programas en común arraigados a reformas estructurales, laborales, previsionales e impositivas. Son las mismas reformas que pide el Fondo Monetario Internacional (FMI) y están arraigados a la perspectiva de mercado de los grandes núcleos del capital internacional. Por esto hay vínculos entre la derecha y el capital financiero internacional que busca instalar modelos de valorización financiera presentes durante la administración anterior, por ejemplo”, puntualizó.
Aunque Castro reconoce que el avance de la derecha constituye un hecho social de carácter global, expresa que la hipótesis de una “derechización” de la sociedad se encuentra en pugna. “Parte de una afirmación que debe ser discutida. Hay ciertos grupos poblacionales que sí presentan una afinidad más grande sobre estos discursos, pero no se traduce a las mayorías. Es posible pensar entonces que la tesis de la derechización está en pugna, principalmente porque sólo hay un alcance restringido. Hay que destacar que esto surge en un contexto de desencantamiento con la política. Los jóvenes, sobre todo, sienten una deuda con la política en materia de derechos laborales, de inclusión educativa y otros aspectos que no responden a sus demandas”, lanzó.