“La obra de Borges se defiende sola”

“La obra de Borges se defiende sola”

La escritora rumana Alina Diaconú visitó la provincia para disertar sobre Jorge Luis Borges y sobre Emil Cioran. Recibió un premio y dialogó con LA GACETA.

VISITA. La escritora fue distinguida en la Alianza Francesa de Tucumán por su labor y por su aporte a la cultura. LA GACETA / FOTO DE Analía Jaramillo VISITA. La escritora fue distinguida en la Alianza Francesa de Tucumán por su labor y por su aporte a la cultura. LA GACETA / FOTO DE Analía Jaramillo

Nació en Rumania, pero a corta edad debió exiliarse con sus padres. Cumplió los 14 años en el barco que la traía a su nuevo hogar: Buenos Aires. No hablaba el idioma, pero con el tiempo se convirtió en una de las escritoras más reconocidas del país. Es autora de más de una veintena de obras; recibió premios en Argentina, en su madre patria y en todo el mundo. Sus textos están disponibles en cinco lenguas. Hace unos días Alina Diaconú pasó por la provincia para disertar sobre “Borges y Ciorán, una relación personal e intelectual”.

Además, en este viaje fue distinguida por la Alianza Francesa con el premio Paul Groussac, por su gran aporte a la cultura. Es la primera vez que viene a Tucumán, una provincia que siempre quiso conocer -dijo- ya que ha colaborado con LA GACETA Literaria a través de las décadas. En medio de estos acontecimientos, respondió algunas preguntas de este medio.

- ¿Cómo fue el vínculo entre Borges y Cioran?

- Yo tuve, por empezar, el privilegio de conocer a los dos. Con Cioran tuve una larga amistad y a Borges lo conocí porque le hice varias entrevistas, me lo encontraba en la calle... Compartí con él. Entonces, tuve conocimiento personal de los dos. Ahora, y con todo ese bagaje, llegué a la conclusión de que ellos tenían muchas cosas en común que ni siquiera sabían: primero, eran dos personas que tenían mucho humor; eran muy sarcásticos. Tenían los mismos gustos en materia de filosofía; les gustaban los mismos filósofos: Arthur Shopenhauer y Friedrich Nietzsche.

- A simple vista, parecen ser figuras contrapuestas...

- Sí, es verdad. Es que también tenían divergencias. Pero yo me centré en lo que los unía. De personalidad eran muy distintos, porque Cioran era un tipo divertido y alegre, y Borges era una persona tímida, muy introvertida. Además, era ciego, lo cual ya marca una gran diferencia. Lo importante es que ellos admiraban lo que escribía el otro. Tanto es así, que Cioran escribió un texto hermosísimo sobre Borges que salió en un libro traducido al español, que se llama “Ejercicios de Admiración”. El título es “Borges, el último de los delicados”. Borges, en cambio, no escribió nada sobre Cioran, pero le tenía un aprecio enorme, porque sabía que Cioran lo había leído y lo había querido mucho.

- ¿Qué los une en la literatura?

- En la literatura los une el escepticismo. Además, los dos eran insomnes; muchas veces no dormían de noche, y eso también da una visión. También los unía la filosofía; como dije, los dos admiraban a los mismos pensadores, y eso se refleja en lo que escribían. A Cioran le gustaba mucho la parte metafísica de Borges y a Borges lo mismo de Cioran. En el fondo, uno se reconocía en el otro, a pesar de todas las diferencias.

- ¿Llegaron a encontrarse los dos autores?

Se conocieron tarde, cuando a Borges le dieron, creo, el doctorado “honoris causa” de la Universidad Sorbona de París. Ahí fue Cioran, acompañado de un amigo en común, y lo conoció personalmente, pero lo había leído antes. Ya se habían leído antes. Cioran quedó impresionado de ver una persona tan modesta, tan humilde, diferente a lo que había leído. Así como uno esperaba ver de Cioran un tipo negativo, pesimista… y era todo lo contrario.

- ¿Cómo lo conoció usted a Cioran?

Yo tenía ganas de conocerlo porque lo había leído mucho, porque nacimos los dos en el mismo país y porque cambiamos los dos de idioma. Había un vínculo fuerte entre los dos, que él no conocía. Yo le escribí una línea. Le dije “mire, soy una escritora argentina nacida en Rumania y me gustaría conocerlo”. Al día siguiente me llamó. Eso, para él, fue muy fuerte, que los dos hubiésemos pasado por esas experiencias. Así lo conocí, y lo nuestro se transformó en una larga amistad.

- Pasa el tiempo y estas personalidades se vuelven objeto de estudio. ¿Por qué?

- Por un lado, se reinterpretan sus obras. Por el otro, estos autores tuvieron un sentido como profético de lo que iba a pasar. Entonces son actuales siempre [...] hablaron siempre de una situación en el mundo que fue empeorando. Es como que lo que dijeron hace 30 años sirve para ahora.

- La llevo a una cuestión actual. Hace poco falleció Maria Kodama.

- Sí. Fue amiga mía durante 38 años. Ella, de por sí, era un personaje muy atractivo. Era medio japonesa, tenía un look medio especial. Era una mujer muy inteligente, muy discreta y muy misteriosa, entonces había un look, un aura alrededor de ella. Y ella hizo una gran tarea de difusión de la obra de Borges; se pasó la vida viajando, y de cabotaje. Si la llamaban a un pueblo perdido, iba; y si la llamaban de Suecia también. Iba a todos lados a difundir la palabra de él.

- Pero no dejó herencia.

Es que María los últimos años no estaba bien. Yo lo sé. Y es muy triste, lo palpitaba porque tenía mucho trato con ella y me daba cuenta.

- ¿Y con la obra de Borges qué?

- Que Dios la ayude. Ahora aparecieron sobrinos y más gente, que todos dicen estar bien intencionados. Ojalá. Pero no lo sé. Es muy triste. Pero yo creo que la obra, de por sí, no necesita ayuda de nadie. Se defiende sola.

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