El secuestro y ocultamiento del cuerpo de Eva Perón según Rodolfo Walsh

El secuestro y ocultamiento del cuerpo de Eva Perón según Rodolfo Walsh

16 Julio 2023

Por Carlos Cámpora

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Las perspectivas desde las que la literatura argentina ha abordado el peronismo son realmente múltiples, siendo una de ellas tomar en cuenta algún aspecto del período del “peronismo clásico” (1946-1955), como hizo Beatriz Guido en El incendio y las vísperas (1964), comentada por nosotros en estas mismas páginas el 4 de junio. Otra perspectiva es centrarse en la figura de Eva Perón (más precisamente en su cuerpo después de muerta), que es lo que hace Rodolfo Walsh en su cuento “Esa mujer” (1965), al cual nos referiremos en esta nota. Si bien esta es una de las narraciones más difundidas sobre esta temática, cabe señalar que no es la única, pues entre otras hay que mencionar el cuento “Señora muerta” (1963), de David Viñas, y la novela Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez.

Conocer el contexto en que se produce una obra usualmente contribuye a su mejor interpretación, pero en este caso se torna imprescindible, por lo cual recordaremos algunos hechos relativos a lo narrado. Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, siendo luego su cuerpo embalsamado y emplazado en el edificio de la CGT. Sin embargo, poco después del golpe de Estado de septiembre de 1955 que dio origen a la llamada “Revolución Libertadora”, se produjo el secuestro del cuerpo de Eva. Por órdenes del entonces presidente de facto, general Pedro E. Aramburu, se llevó a cabo en la noche del 22 de noviembre de dicho año una operación con tal fin comandada por el coronel Carlos Moori Koenig, jefe del SIE (Servicio de Inteligencia del Ejército).

Por el temor a que miembros de la resistencia peronista recuperaran el cuerpo, este fue trasladado de un lugar a otro por un tiempo, hasta que Moori Koenig lo llevó a su propia oficina del SIE. Según algunas versiones, este militar no solo habría mostrado a otras personas el cuerpo de Eva como una especie de trofeo, sino que habría incurrido en prácticas necrofílicas. Desplazado de su cargo este coronel, ante el recurrente temor de una recuperación del cuerpo por militantes peronistas, las autoridades militares pensaron hacerlo “desaparecer”, decidiéndose enterrarlo en un cementerio en Italia bajo un nombre falso. Por cierto, el penoso derrotero de ese cuerpo no finalizó allí, pero excede a lo que es necesario recordar a los fines de esta nota.

El texto de Walsh está incluido en una colección de cuentos publicados bajo el título Los oficios terrestres (1965). En dicha obra, hay una “Nota” introductoria que aclara que fue escrito en dos momentos (“Comencé a escribir “Esa mujer” en 1961, lo terminé en 1964, pero no tardé tres años, sino dos días: un día de 1961, un día de 1964”), es decir, el autor está escribiendo su relato en una época en que el cuerpo de Eva ya había sido sacado del país, pero no se sabía dónde estaba. Asimismo, en esa “Nota”, se da a entender que lo que se narra en el cuento es en términos generales cierto (“La conversación que reproduce es, en lo esencial, verdadera”), aspecto que lo diferenciaría del resto de los relatos de la obra (“Los personajes e incidentes de los demás relatos son inventados”).

La “conversación” a la que alude la “Nota” es básicamente lo que se desarrolla en el cuento, un diálogo entre un periodista (que es el narrador) y un coronel. El periodista intenta que el militar le diga el lugar preciso donde se encuentra un cuerpo (el de Eva), objetivo que finalmente no logra. El diálogo gira sobre el secuestro y ocultamiento del cuerpo, pero sin hacerlo de manera clara. Todo el relato se mueve en lo implícito, nunca en lo explícito. En la “Nota” antes mencionada se dice “El cuento titulado “Esa mujer” se refiere, desde luego, a un episodio histórico que todos en la Argentina recuerdan”, pero en el propio cuento no se dan datos precisos. Es el lector el que debe reconstruir los hechos a través de los indicios que surgen de lo conversado entre los personajes.

Por otro lado, en cuanto a los personajes, estos carecen de nombres propios. Sin embargo, lo anticipado en la “Nota” lleva a interpretar que ese narrador-periodista tiene como referente al propio Walsh y que el referente del coronel es Moori Koenig (se dice “El coronel tiene apellido alemán”). Además, en ningún momento se mencionan las circunstancias “concretas” sobre lo que dialogan. Ese omitir hechos precisos, desarrollándose la narración en el terreno de las alusiones y las elisiones (por lo que se calla), puede interpretarse como una estrategia del autor precisamente “para hacer presente lo ausente”. Y por cierto, la más notoria de las ausencias es la de la propia Eva, que en ningún momento aparece bajo su nombre. Ella solo es “esa mujer”, donde el demostrativo “esa”, que generalmente se refiere a algo dicho antes, en este caso parece querer destacar que es una mujer muy particular. Eva no es cualquier mujer, es especial, es única, es “esa mujer”.

© LA GACETA

Carlos Cámpora - Licenciado en Letras (UBA). Magíster en Sociología de la Cultura (Unsam).

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