Ambigüedades del ministro-candidato o cuando Massa pierde el foco

Ambigüedades del ministro-candidato o cuando Massa pierde el foco

Por Hugo E. Grimaldi.

El ministro de Economía Sergio Massa.
15 Julio 2023

El 17 de febrero de este mismo año, Sergio Massa le aseguraba a CNN en español sin ponerse colorado que “la cuestión electoral y ser ministro de Economía son incompatibles”. Dijo también que esperaba “cumplir con lo que la sociedad espera que cumpla y no correr detrás de nada distinto… porque cada vez que pierdo el foco es una decisión menos que tomo que puede perjudicar a mucha gente”. Sabias palabras que, a medida que fue pasando el tiempo, se han dado de frente contra la realidad.  

Hoy, el jefe de los renovadores ha llegado a ser ministro y candidato a la vez (a veces casi Presidente debido a la defección de Alberto Fernández) y, como él mismo predijo, se tira paladas de tierra encima cada vez que pierde el foco, lo que a juzgar por los resultados es demasiado habitual y altamente inconveniente para la marcha del país. La inflación con piso de 6% mensual y las Reservas negativas del BCRA así lo atestiguan.

“Y… es Massa” se suele decir a la hora de tratar de explicar sus permanentes zigzagueos, no sólo ideológicos sino también operativos. El pulso de la opinión pública -y en eso no hay encuestador que mida otra cosa- lo tiene dentro de los políticos con la peor imagen del país, podio invertido que comparte con Cristina Kirchner. Sin embargo, el peso de cierto establishment que busca asegurar sus negocios (probablemente con una buena dosis de financiamiento), más la necesidad del kirchnerismo de jugar su ficha por descarte, lo han puesto en la boleta de Unión por la Patria y lo han obligado a desdecirse de aquella temprana afirmación.

No es que ambas funciones, la de ministro y la de candidato oficialista, sean incompatibles per se, sino que es la personalidad política de Massa la que las hacen incompatibles. De hecho, aquí o en el mundo, cualquier Presidente que va por su reelección se queda hasta el último día al frente del Gobierno y lo ejerce a su leal saber y entender, mientras se desarrolla la campaña electoral en la que siempre participa. El problema de Massa es que su forma de ser lo deja en offside casi siempre; propios y extraños lo tienen calado, conocen sus innumerables ambigüedades y saben que, en su boca, omitir, decir medias verdades o mezclar peras con manzanas son todas formas de engañar también.

La relación con el FMI es todo un ejemplo de este juego de irse de foco que tan mal lo deja parado como ministro, para jugar a ser un candidato que le agrade al Instituto Patria y a La Cámpora. En este caso, desde Economía se ha manipulado a parte de la prensa haciendo correr noticias falsas (está cerrado, nos giran, va a haber financiamiento de Brasil, avales del banco de los BRICS, etc.) sin admitir que todas las metas más delicadas del segundo trimestre han sido incumplidas (Reservas, déficit y emisión). Lo último, ya un clásico, es filtrar que “esta noche viajan los funcionarios”, aunque finalmente se quedan al pie de la escalerilla.

Lo que nunca se dice es que la Argentina no llegó a completar nada de lo pactado y que sólo está interesada en que le giren los dólares para zafar del momento. Hubo otra novedad fake surgida del Palacio de Hacienda: el director por China en el FMI le habría mandado una carta a sus pares para que le den el crédito a la Argentina, ya que si no iban a proporcionar todos los yuanes que hicieran falta para pagar. La desmentida llegó de Washington DC. Ahora, se estima que finalmente se va a pagar en yuanes a fin de mes y, que por su uso, China cobrará seguramente mayor tasa. Por supuesto, que nadie menciona ninguna de las condicionalidades que podría poner el gigante asiático.

Otro derrape con el FMI, fruto de la campaña, ha sido poner en boca de todos los funcionarios (Cristina incluida) que el organismo no quería que se hiciera el gasoducto inaugurado simbólicamente el 9 de julio. Al revés, los informes del Fondo adjuntos al cierre de los trimestres venían aconsejando que se termine de una vez con las obras, algo más que lógico ya que una forma de que la Argentina comience a conseguir los dólares que le hacen falta para pagarle al organismo. Un sí de interés puro y nunca la negativa que se promocionó.

Otras veces, Massa va más allá. Él fue quien les dijo a los jubilados en un spot de campaña, tal como si fuese la verdad revelada, que Javier Milei y Patricia Bullrich “están diciendo” que “quieren eliminar el PAMI” y les agregó una serie de angustias hacia el futuro sobre el fin de los subsidios a “la luz, el gas, el agua y las cloacas el Estado” y que “se acabará el financiamiento de los medicamentos, el Previaje y los viajes sociales”. Nada de esto parece tener asidero, pero él no se achicó cuando una señora casi le agradeció lo que les informaba con un “tenemos que saberlo ahora”. Campaña no del todo limpia.

Con todos estos lastres de credibilidad, así y todo, Massa hoy mide mucho mejor que cualquier otro oficialista y podría llevar a la UxP al balotaje porque, pese a que se esmera en hacer buena letra ante sus socios más radicalizados, sobre todo en su ambigua relación con el FMI, en el fondo de su alma él expresa posturas hacia las que el mundo parece ir: la tan odiada “derecha”.

El problema central de Massa es su falta de previsibilidad, ya que siempre se mueve al compás de la música que toca la orquesta, hasta que cambia la partitura en mitad de la melodía. Es una estrategia bastante común en los políticos que el ministro-candidato lleva a su máxima expresión y que le ha servido para escalar, aunque muchos sienten que ése puede ser su propio cepo porque se va “de foco” demasiado seguido, tal como pronosticó. Un dicho español del siglo XV, dicho en otro contexto, permite parafrasear hoy que Massa “llora como ministro lo que no ha sabido defender como candidato”. O al revés.

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