A 23 años de la desaparición del cardiocirujano René Favaloro, su ejemplo de vida y las razones de su muerte generan profunda reflexión, sensaciones contrapuestas y desolación por el reconocimiento de eso que Marcos Aguinis llamó “El atroz encanto de ser argentinos”. No obstante, el necesario análisis de lo que significa Favaloro -que ayer hubiera cumplido 100 años- es un puntapié en busca de los caminos adecuados para lograr cambios positivos en el país, acaso desde la situación extrema de este “hombre bueno que sigue siendo un médico rural”, como lo calificaron, que ha quedado ante los ojos de la sociedad como un prócer de nuestro tiempo.
Quizá el caso de Favaloro sea singular en cuanto a la contradicción de que alguien que era ejemplo de tesón y de febril trabajo por causas nobles, y que además era un científico brillante y un ejemplo de tarea solidaria se haya cansado de luchar, abrumado por la corrupción a la que, concluyó, no podía vencer. “Ser honesto en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la larga o a la corta te lo hacen pagar. La mayoría del tiempo me siento solo”, escribió en su última carta, en la que habló de los problemas que tenía su Fundación científica y solidaria, apremiada por deudas que le dificultaban continuar, e imposibilitada de cobrar una enorme deuda del PAMI “si -dijo- no hubiéramos aceptado los retornos que nos pedían”.
Favaloro, creador del bypass coronario, orgulloso de haber sido médico rural, difusor de las buenas prácticas, exitoso científico en el exterior que prefirió volver debido a su “eterno compromiso con mi patria”, terminó agobiado por una burocracia de una “sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y en la desesperación”.
No fue el único que ha renegado contra las trabas que esconde el sistema en que vivimos, que se pueden ver en piezas como los consejos de Martín Fierro a sus hijos -aquello de “hacete amigo del juez...”-; en la copiosa literatura sobre la viveza criolla o en el “Manual de zonceras argentinas” de Arturo Jauretche. Por contraste, hacen advertir de la seriedad de los problemas de nuestra sociedad, que a lo largo de la historia han tenido jalones políticos de alto impacto, como la denuncia de los años 30 de Lisandro de la Torre por negociados, más los escándalos de corrupción que han llegado hasta nuestros días, los cuales han sido difíciles de resolver. Baste señalar un informe de hace pocos años en nuestro medio, que daba cuenta que de 219 denuncias en 13 años en Tucumán, sólo se había logrado una sola condena firme.
Favaloro, considerado tan importante en la cardiología como Neil Armstrong caminando en la Luna (según el cardiólogo José María Soler) dejó un ejemplo de ética, de trabajo apasionado y de crítica a la “sociedad consumista, cegada por el mercado”, la cual, pensaba, debía ser continuada por una sociedad “que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad”. Un día dijo basta y su deceso interpeló a toda la sociedad. Este es un momento para recordarlo y debatir la forma de que ese legado puede ayudar a cambiar las cosas para mejor.