¿En qué nos han convertido?
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Repasemos algunos nombres. Juan Bautista Alberdi, Julio Argentino Roca, Nicolás Avellaneda, Gregorio Aráoz de La Madrid, José Ignacio Thames, Manuela Pedraza, Miguel Lillo, Mercedes Sosa, Lola Mora (sin lugar para la polémica), Pedro Miguel Aráoz, Ernesto Padilla, César Pelli, Ramón Ortega, Juan Benjamín Terán, Bernardo de Monteagudo, Silvano Bores, José Eusebio Colombres, Celedonio Gutierrez, Gladys, Héctor Zaraspe, Alberto Prebisch, Fernando Pedro Riera, Gerardo VallejoTucumanos que nos hacen sentir orgullosos.

La historia de Tucumán está llena de hitos que nos llenan de vanidad, bien entendida. Mucho antes de la declaración de la Independencia, en 1816, nuestra provincia ya era camino obligado, comercial y económicamente, hacia el Alto Perú. Y luego fue escenario de una de las batallas más trascendentes de la historia argentina, entre el 24 y el 25 de septiembre de 1812, cuando el general Manuel Belgrano venció a las tropas de Pío Tristán. Se nos conoce como “El jardín de la República” y nuestro nombre significa “la ciudad que nace del río”. Somos el sexto distrito electoral del país, e históricamente fuimos reconocidos como la provincia más importante del Norte. Tenemos cinco universidades, bellezas que todos envidian, y una enorme porción de la población que se rompe el lomo para salir adelante y que no se da por vencida a pesar de las dificultades. Pero, ¿en qué nos han convertido ahora?

El 9 de Julio debería ser la fiesta cívica más importante del país, como sucede en todas las naciones. Pero en los últimos años, esta celebración depende pura y exclusivamente del humor de los gobernantes. Pareciera que venir a la provincia para encabezar la ceremonia fuera más una carga que un orgullo.

Demasiada política

Repasemos lo sucedido en los últimos 10 años. En 2013 vino Cristina Kirchner al hipódromo, y fue recibida por José Alperovich. Hubo problemas entre miembros de La Cámpora y el resto de los militantes. Fue el año que impidieron el paso de Alberto Lebbos a la plaza y lo rociaron con gas lacrimógeno. En 2014 el único que llegó a Tucumán fue el entonces vicepresidente y luego condenado Amado Boudou, quien encabezó un frío acto en el teatro Mercedes Sosa acompañando a Alperovich. Como dato de color: la plaza Independencia se llenó de gente durante la tarde. Claro, Argentina se había clasificado a la final del mundial en Brasil. En 2015, estuvo Cristina Kichner y festejó en un acto lleno de militantes en el hipódromo. Muchas palabras, pero ningún anuncio. Demasiada política, poco recuerdo de los Congresales. Ya en 2016, para el Bicentenario de la Independencia, se vivió la mejor fiesta en mucho tiempo. Con Mauricio Macri en Tucumán cientos de miles de tucumanos vivieron y protagonizaron una celebración histórica. Pero un año después, en 2017, Macri priorizó un viaje a Alemania y la que arribó a Tucumán fue la que en ese momento era vicepresidenta, Gabriela Michetti. Hubo desfile, pero muy poco fervor popular. Ya en 2018, Macri regresó a la provincia, fue recibido por Juan Manzur y participó del desfile cívico militar que se hizo en el parque 9 de Julio, al que concurrieron miles de tucumanos. En 2019, con una tensa y fría relación entre Macri y Manzur, sólo hubo una visita de una hora y media y un discurso en Casa Histórica, aunque se repitió el desfile en el parque. En 2020, en plena pandemia, Alberto Fernández se quedó en Buenos Aires y encabezó un acto con presencia virtual, en muchos casos, de los 24 gobernadores. La ceremonia en Casa Histórica fue encabezada por Manzur. En 2021 hubo un frío acto con Alberto Fernández presente, pero con incidentes en la zona de Plaza Independencia y en otras localidades de la provincia. Nada de fervor patrio. El año pasado, el evento ya fue más gélido aún, temperatura aparte. Alberto Fernández encabezó la entrega de casas en El Manantial, habló en Casa Histórica y se marchó. No hubo pasión, color ni presencia ciudadana. Pero este año fue el acabóse. A tres meses de las elecciones nacionales se priorizó un acto político en una localidad del interior de Buenos Aires para la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner (es la obra 207 que lleva el nombre del ex presidente desde que falleció en octubre de 2010), a la que no se le resta la importancia que tiene. Sin embargo, no parece nada en comparación con la mayor gesta patria de los argentinos. A Tucumán sólo llegó el ministro de Cultura, Tristán Bauer, que cumplió con el protocolo de la foto en el salón de la Jura junto a Manzur y al gobernador electo, Osvaldo Jaldo. ¿El acto en Salliqueló no se podría haber reprogramado para otro día? ¿Es tanta la sed de mostrar logros políticos que se priorizó una inauguración antes que recordar a los padres de nuestra Independencia? El papelón fue mayor cuando se vio un discurso grabado de Fernández desde “aquí, en Tucumán”, cuando atrás se veían las palmeras de la Casa Rosada.

Borrando con el codo

Pero hay también otras preguntas que pueden servir, paradójicamente como respuesta, para tratar de explicar el desplante nacional. ¿Qué tiene hoy para ofrecer Tucumán? ¿De qué podemos sentirnos orgullosos? Tenemos la Legislatura más cara del país en relación con la cantidad de habitantes, pero también exhibimos uno de los índices de pobreza más altos entre las provincias, y uno de los niveles de educación más bajos. En todas las otras provincias se hacen obras importantes. En Tucumán, las que están hechas, se caen. Alberto Fernández, para peor, pretendió enmendar su destrato viniendo dos días después a Tucumán a inaugurar la mitad de una obra que lleva 13 años en construcción. Un papelón. Ni hablar de la odisea que debieron sufrir los periodistas a los que encerraron durante 15 minutos para que no “incomoden” al Presidente. Casi nada queda de la grandeza que supieron construir nuestros propios próceres. O al menos pareciera que tratamos de borrarla con el codo. El próximo año habrá un nuevo presidente o presidenta en Argentina, y como siempre que se inicia un ciclo se renuevan los sueños. ¿Qué papel desempeñará la provincia con la nueva gestión? ¿Recuperaremos algo de la gloria que supimos conseguir? O será que ya no deberíamos esperar algo de quienes nos conducen y ser nosotros mismos artífices de una celebración que nos identifica. Como dijo Alberdi, “las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza”.

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