La casa de Viviana Arce está ubicada a pocos metros del Camino del Perú, en la zona de San José. Desde la ventana de la cocina, a diario se escuchan bocinazos, frenadas, peleas y los silbatos de los varitas. “Hay mucha imprudencia; ya ni siquiera se puede cruzar”, expresa la mujer de 48 años. Por eso, ella casi no se mueve de su vivienda.
Hace muchos años, cuando a la familia de Viviana le avisaron que por fin iban a tener su casa, con su terreno, se sintieron muy afortunados. “San José era la ciudad de los árboles porque cada casa tenía tres ejemplares como mínimo. Recuerdo que salíamos a pasear por el Camino del Perú. Cada tanto, pasaba un auto. Podíamos caminar y hasta jugar en medio de la ruta. Uno disfrutaba mucho”, anhela.
El paso de los años le sumó al camino cientos de autos, con velocidad, con imprudencias, con choques que aumentan día a día. Y todo eso con casi la misma infraestructura, resalta Viviana. “Este es un lugar muy agobiante”, califica. Nunca pudo acostumbrarse a las frenadas bruscas que se suceden en la ruta. Ni a los gritos de los que sufren accidentes. “Todo se volvió más incómodo. Es imposible cruzar. Las personas mayores y los niños se exponen; es un peligro porque los conductores no respetan nada. Desde las 7 de la mañana ya es un caos por la cantidad de autos, motos, bicicletas, camiones, etcétera. Hay un solo semáforo en todo San José y, aunque ponen varitas, solo están en algunos horarios. Vivir aquí es vivir a los sobresaltos”, resume.
No es fácil para los vecinos del Camino del Perú, tanto en San José como en Villa Carmela, circular por esta vía. Mucho menos en esta época del año. La cosecha de limones le suma demasiados peligros al camino por la gran cantidad de camiones que se trasladan por allí.
Según cuentan los conductores, la eliminación de la rotonda en el cruce de las avenidas Belgrano, Perón y Camino del Perú trajo un poco de alivio, pero no sirve de mucho en una vía que está siempre saturada y que es insegura y desesperante. Para colmo, es para muchos la única alternativa que tienen para llegar a sus casas.
Los accidentes son una constante, incluso a pocos metros de los semáforos, reconoce el comisario Eduardo Marcelo Aladzeme, jefe de la Comisaría de San José. “Vemos muchas imprudencias por parte de los conductores”, sostiene.
Además, el asfalto está en malas condiciones en algunos tramos; por ejemplo, frente a un reconocido supermercado el pavimento se levantó. “Muchos conductores se encuentran de repente con esta especie de lomo de burro e intentan eludirlo o frenan de golpe; y como consecuencia se producen choques”, describe.
Generalmente, en los siniestros aparecen motos y autos involucrados. Van siempre apurados. O invaden la banquina para adelantarse. “Sucede que en horarios picos se forman largas colas de espera. Se producen cuellos de botella por varias cuadras”, describe. Desde la esquina con avenida Belgrano y hasta La Cartujana hay unos 15 accidentes por mes. De noche también aumenta el peligro porque los conductores aprietan demasiado el acelerador, explica.
Impacientes abstenerse
No es un camino apto para impacientes. En cada esquina, los autos libran una batalla: cuál consigue doblar y cuál pasa primero. Cuando hay varitas, en las horas pico, la cuestión parece más fácil. Pero no hay controles en todas las cuadras. Frente a un corralón, a pocos metros de la capilla de San Cayetano, se cruzan cientos de autos que vienen o van a Villa Carmela, o que quieren ingresar desde Lomas de Tafí.
El comerciante Armando Cáceres asegura que es casi imposible cruzar. Apenas unos pocos rodados ceden el paso. Desde el quiosco que atiende Carolina Villafañe se ven a diario escenas que ella describe como lamentables: “siempre hay conductores que se bajan del auto a discutir con otros; no faltan los violentos que se van a las manos”.
Para don Martín Carreras, la esquina más peligrosa sigue siendo la que está a pocos metros de la Rural, en la intersección del Camino del Perú e Italia. “Aunque hay semáforos, siempre lo atraviesan en rojo. Nadie quiere esperar”, apunta.
Cuestión de fondo
Cebil Redondo es una de las comunas que más ha crecido en las últimas décadas. La población se incrementó a más del doble. También la cantidad de viviendas en barrios del Estado y en emprendimientos privados que se hicieron en la zona. Todo esto hizo que la infraestructura pública sea insuficiente, un problema que se acentuará en los próximos años si tenemos en cuenta que hay más de 10.000 pedidos para nuevos lotes.
Además de las personas que viven en los alrededores del Camino del Perú, muchos de los habitantes de Lomas de Tafí usan esta misma vía para ir a Yerba Buena o a la capital.
“Si antes la ruta estaba llena de vehículos, ahora es peor. Los camiones van y vienen todo el día. Lo más estresante son las motos. Están por todos lados; muchas no respetan las normas, van sin luces, sobrecargadas y haciendo maniobras arriesgadas. Ademas, cada vez hay más deportistas. Están los que hacen running, pero sobre todo los bikers que se dirigen a Tafí Viejo por este camino”, describe Cáceres.
Según su testimonio, la peor hora es a la salida de los escolares. El tránsito queda atascado. En los semáforos, los vehículos esperan tres y hasta cuatro veces el verde para por fin pasar. Si es que esperan, aclara. Para muestra basta un botón, dice mientras levanta las cejas y señala un vehículo que se ha metido en contramano para poder avanzar. Le llueven bocinazos. De frente, aparece una moto. El chillido de las cubiertas resbalando en el asfalto fue largo. Por suerte, esta vez, alcanzó para evitar otro choque en la desesperante rutina del Camino del Perú.