Mientras el ajuste lo está haciendo el bolsillo, lo que falla es el sistema

Mientras el ajuste lo está haciendo el bolsillo, lo que falla es el sistema

Por Hugo E. Grimaldi para LA GACETA.

Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa
08 Julio 2023

Para la medicina, una disfunción multiorgánica se da en un paciente que presenta alteraciones en dos o más órganos, fallas que son de tal calibre que se tornan incapaces de compensarse unas a otras y de mantener los equilibrios del sistema, mientras van minando a todos los demás, uno por uno, hasta el final. Por eso, los médicos están encima del enfermo para evitar que el problema renal se replique en el hígado y que de allí salte a los pulmones y que todo termine en un paro cardio-respiratorio.

Ese mismo tipo de efecto dominó vive la sociedad, el Estado y la economía hoy al mando de Sergio Massa, con el aditamento de que el doctor tiene dos roles para alternar: el de candidato de “unidad” y el de ministro de Economía. No es del todo malo el asunto porque si bien un sombrero no lo deja meter mano a fondo para frenar la pendiente creada por los cánones de la política de sustitución de importaciones, obra pública, prebendas y subsidios que ha permeado en la Argentina corporativa de tantas décadas, las causas oroginales del problema, en su otro rol él sabe que le conviene estabilizar al enfermo para tener mayor rédito a futuro. Así, el ministro-candidato va a ir alternando de aquí a las elecciones, bandeándose por izquierda y por derecha y diciéndole a los familiares lo que cada uno de ellos quiere escuchar, aunque los diagnósticos sean diferentes de acuerdo a quién lo oiga.   

En tanto, la sociedad, otro paciente más que grave que aguanta como puede las frustraciones que se le acumulan, está corroída por el desgaste de los años y vapuleada al extremo por el singular peso de un Estado del tamaño de un elefante, situación que anula al sector privado, aunque tan grave disfunción se asienta también en el exacerbado amor que la ciudadanía le tiene, al creerlo supremo dador de todo. En general, la gente no percibe que el núcleo del poder estatal está formado por todos quienes pagan los impuestos, hasta por consumir alimentos.

Esta fantasía ha impregnado y degradado en el tiempo cada vez más al cuerpo social, al que el Estado no sólo lo volvió cada vez más pobre -y por lo tanto dependiente- sino que lo paralizó en su crecimiento, le quitó la educación de excelencia, lo obligó a atrincherarse para cuidar su propia seguridad y otras lindezas. Todo se le pide al poder estatal, quien allí está exánime, también tirado en la sala de terapia intensiva.

Más allá de las estadísticas macroeconómicas, que reflejan en sus curvas descendentes el deterioro del cuadro del trío a través de los años, están los coletazos de la crisis que pegan directamente sobre los que menos tienen. La regresiva distribución del ingreso y la demostración de que los salarios corren por la escalera detrás de la inflación que viaja por el ascensor (según el ministerio de Trabajo las remuneraciones del sector registrado sumaron 17,7% en el primer trimestre, contra 21,7% del IPC) marcan con claridad que el gobierno nacional se desentiende de los problemas y que deja que los bolsillos hagan el ajuste que, de la boca para afuera, se empeña en negar.

Así, la Argentina quebrada se presenta a cada paso, aunque la culpa no parece ser solamente de quienes se encargan de administrarla, sino que todo indica que lo que hay que tirar a la basura es el sistema que se sigue desde hace tantísimos años para poner el auto sobre la ruta, aunque una vez más con la gente en la banquina.

Ayer, fue el paro de colectivos subsidiados por la Nación ($80 de cada $100 de la SUBE, aunque Massa apuntó a Larreta sólo por deporte) en el Área Metropolitana, pero hace un par de semanas estuvieron las huelgas docentes bonaerenses en inaudita solidaridad con Jujuy, mientras que el día a día muestra a Rosario como ciudad-fantasma plagada de crímenes y copada por el narcotráfico. Todas estas manifestaciones que impactan contra el bienestar de la gente son, nada más ni nada menos, que las consecuencias de políticas erradas, derivadas de un sistema que hace agua por los cuatro costados. Tozudamente erradas, podría decirse.

El centro del asunto pasa por la falta de equilibrio fiscal, inalcanzable por el exceso de gasto, algo que es moneda corriente en todos los niveles de gobierno (Nación, provincias y municipios), mal que desde allí se proyecta en aluvión hacia todos los demás órganos. Pese a que se hacen esfuerzos para cerrar el grifo (este año el gasto primario retrocedió a nivel nacional casi 7% en términos reales) se ha tratado de compensar la falta de recursos con mayor presión impositiva (la Argentina supera 100% si se mide contra la utilidad de las empresas, mientras que América latina en conjunto está en la mitad), pero esto no ha hecho más que desplazar a la inversión.

El apetito tributario generó también que se penalicen las exportaciones, por lo que no ingresan divisas al país, más allá de la errática y casi inexistente política internacional y que las Reservas sean hoy negativas. Ni qué decir de la baja en el nivel de actividad, estancamiento productivo que este año se exacerbó por la necesaria suba de tasas para frenar al dólar, método que parece que en la Argentina nunca alcanza.

Pero, hay más: el rojo fiscal provocó esencialmente emisión monetaria, lo que generó la inflación de tres dígitos que hoy se come las billeteras de los ciudadanos y los deja en la pobreza o en la indigencia de un suspiro. Y un loco endeudamiento que ha hecho que la Argentina “mendigue” fondos por todos lados para seguir postergando la solución de fondo que estabilice al paciente. En materia de deuda interna, las renovaciones siempre se hacen en pesos ajustables y mientras la bola sigue creciendo, el capítulo de las LELIQ ya es inmanejable en su dimensión.

De aquellas causas, derivan en catarata las consecuencias económicas y sociales: un notorio fallo multiorgánico que afecta y afectará a la Argentina por varias generaciones. En términos médicos, esencialmente es el cuerpo el que lucha y se defiende, aunque -en general- claudica. En cambio, las sociedades en democracia tienen una chance más, la de la alternancia y no sólo de las personas, sino fundamentalmente de las doctrinas y, con ello, la posibilidad de terminar de una vez con las fracasadas estructuras que las ahogan.

Temas Sergio Massa
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