Dos obras de muralistas tucumanos están instaladas en las calles de Berlín (la capital de Alemania) durante el festival Mikrokosmos, que se desarrolla hasta el domingo 9. Se trata de dos pinturas en pequeño formato, una realizada por el grupo Ruido (Vero Corrales y Fernando Galucci) y la otra por Cuore (Ignacio Stesina).
“La idea inicial era ir a Alemania a pintar el mural, pero después fueron pasando cosas, no se pudo viajar, así que mandé un boceto hecho en plástico de alto impacto, de 30 centímetros de lado -explicó Stesina-. Es un paisaje de agua, de donde emergen dos caras. Son como retratos de gente que tiene el agua a la altura de la nariz. Tengo pensado pintarlo más adelante en tamaño grande, en formato mural. Siempre uso ese mismo lenguaje: retratos, pájaros, vegetación, dibujo casitas... En interiores, los primeros lugares donde diseñé murales fueron los boliches, porque yo también ponía música”.
En el caso de los muralistas de Ruido, sobre una tela en bastidor de 20x20 centímetros pintaron un retrato del artista Rodolfo Bulacio, precursor de la lucha por los derechos LGBTIQ+ en Tucumán.
“Nos alegra un montón que Rodo ya esté en Berlín. Realmente fue un lindo desafío llegar a tiempo, pero lo que más nos gustó fue poder haber realizado la obra en Monteros, en la fundación Las Margaritas, con Porota y Gabriel, la mamá y el hermano más chico de Rodo -afirmaron Corrales y Galucci-. Para nosotros ese gesto fue como llenar de mística la obra. Además, antes de su muerte, con su grupo Tenor Graso iban a viajar a Alemania a presentar su obra y este pequeño movimiento sirve para que finalmente llegue al destino que le truncaron. Junto con la obra mandamos un texto donde explicamos su sentido, para que el festival se encargue de divulgar su historia”.
Exigencias físicas
Para Stesina, el muralismo tiene un costado muy físico que a él lo seduce, porque también es deportista. Explicó que al pintar un mural se trata hacer más en menos tiempo. “Lo último que hice fue en la nueva plaza ubicada en la esquina de Alberdi y Las Piedras -señaló-. Son tres medianeras de edificios de varios pisos. Lo loco de eso es que había un tiempo ridículamente corto. Al principio me daban 25 días y después tuve que hacer los tres murales en seis días. Por eso siempre digo que la obra de un mural depende de muchos factores. Si llueve o no, si está montada la logística necesaria, y en verano hay que soportar el calor o a veces pintar en altura cuando hay viento, por ejemplo”.
Por su parte, los tres últimos trabajos que realizaron los integrantes de Ruido fueron en el Festival Internacional de Muralistas en Ushuaia; otro en un encuentro similar en Santiago del Estero, y actualmente están desarrollando un proyecto titulado “El circuito del mural”, en la etapa dedicada al barrio de Ciudadela, donde pintarán en total seis murales en diferentes puntos. El más reciente está en Bolívar y Miguel Lillo, que representa a una niña abrazando a un gatito.
“Pintar un mural conlleva también el tiempo que uno pasa conviviendo con los vecinos del barrio, a veces varios días, y el vecino comprende que le estás dejando algo a cambio de nada”, dijo Galucci.
“En Ciudadela tratamos de hablar con los vecinos y llegar a un acuerdo antes de pintar, para hacer algo que a ambas partes nos guste -aclaró Corrales-. Los protagonistas de los tres últimos murales fueron las mascotas de las casas que nos cedieron sus fachadas. Pero a veces hasta una imagen inocente puede generar conflicto, como nos sucedió el año pasado en la plaza de Villa Obrera (Tafí Viejo), donde pintamos una medianera de una iglesia. Hicimos un niño abrazando a un animal, pero al cura no le gustó y nos quiso tapar la pintura. El caso fue muy viralizado en las redes, hubo un abrazo simbólico, una chocolateada con todos los chicos del barrio, y los vecinos juntaron firmas para que no lo taparan al mural”.
Corrales y Galucci firman como “Ruido” porque muchas veces buscan meter el dedo en la llaga sobre algunos temas candentes de la sociedad actual. Otra de las obras que más “hizo ruido” fue la del beso de los hinchas de San Martín y Atlético (en Catamarca y Marcos Paz). La gente la fue “interviniendo” de distintas formas, pintando encima para cambiarle el sexo a los personajes o para censurar ese beso homosexual, como un mensaje de que ese acto es un privilegio heterosexual, según comentaron los artistas.
“El circuito del mural” se denomina el proyecto del dúo, que consiste en la realización de trabajos para revalorizar espacios abandonados que, en su mayoría, lejos de ser rescatados por sus propietarios o el Estado, han sido utilizados como basurales o espacios de propaganda política, publicidad o vandalismo. Los interesados en aportar para el proyecto pueden hacerlo en https://cafecito.app/ruido.