PARÍS, Francia.- El estallido que siguió a la muerte de Nahel M., el joven, de 17 años, de familia argelina, asesinado a tiros por un policía, ya lleva una semana y no ha parado ni un solo día.
Tampoco ha provocado el examen de conciencia del gobierno ni de muchos sectores franceses, como el que sí se dio en otros países, como las protestas de Black Lives Matter en Estados Unidos o los ocasionales disturbios raciales en Reino Unido.
Cientos de detenidos, autos incendiados, ataques a locales comerciales y confrontaciones directas con la policía marcan el ritmo de cada noche, desde hace siete noches.
Las protestas denuncian la violencia sistemática de las fuerzas de seguridad contra los residentes de suburbios pobres, habitados en gran parte por inmigrantes o minorías racializadas provenientes de ex colonias francesas, como Argelia, Túnez o Marruecos, o el África Occidental.
Muchos de los manifestantes son casi niños, de entre 12 y 17 años, segunda o tercera generación viviendo en Francia, lo que revela las divisiones identitarias que atraviesan a la sociedad francesa. Así las cosas, lo que empezó como una revuelta en los suburbios se transformó en una oleada de odio y rabia contra el Estado y de violencia oportunista.
Patrullas armadas
Era cuestión de tiempo que aparecieran las “contraprotestas”. Algunas, como en la ciudad de Persán, al sur de París, reclaman el regreso del orden y el fortalecimiento del papel del Estado para frenar la violencia. Otros van más allá y, alentados por la narrativa de una derecha nacionalista, claman expulsión de los “alborotadores” y castigo a sus padres de los menores de edad.
“Deberíamos recortarlo todo, las ayudas familiares, todo lo relacionado con los subsidios sociales. Si no están contentos, que vuelvan a su país”, dijo un jubilado que se identificó como Alain.
“Que estos malhechores sepan que el odio nunca prevalecerá“, les dijo el alcalde de Persán, Valentin Ratieuville. En esa ciudad, hubo destrozos en las ventanas del ayuntamiento y en la fachada en un incendio provocado.
La suya es una posición moderada si se la compara con lo que empezó a suceder en algunas ciudades del país, desde Lyon hasta Angers, donde bandas de jóvenes neofascistas enfrentan a los manifestantes, sobre todo a los de origen árabe.
Desde hace días, estos escuadrones neofascistas patrullan las calles armados con bates de béisbol, hacen el saludo romano con la mano en alto y, al grito de “Francia para los franceses” tratan de sumar más hechos violentos a la ya tensa situación.
Según informaron agencias de noticias europeas, un grupo fue rechazado por la policía en Lyon, que dispersó el inicio de la marcha con gases lacrimógenos.
La prefectura de la ciudad informó que los jóvenes “intentaron un operativo frente al ayuntamiento”, según la agencia de noticias Ansa. El medio local “Le Progrés” publicó que “el grupo de derecha Les Remparts, que llegó desde la ciudad vieja, fue dispersado con gases lacrimógenos”.
Según el diputado Thomas Porte, del partido de izquierda La France Insoumise, se registraron hechos similares en Chambéry y Angers. En esta última ciudad, a unos 300 kilómetros de París, un grupo de jóvenes ultraderechistas fueron filmados cuando recorrían las calles equipados con bates de béisbol. Algunos de ellos protagonizaron violentos enfrentamientos con manifestantes encapuchados, y otro video muestra a un hombre muy golpeado pero, como no hubo denuncia, no se conocen más detalles.
Hasta el domingo por la mañana, había 3.200 detenidos, más de 700 agentes heridos, unos 5.000 vehículos incendiados, 10.000 basureros quemados y casi 1.000 edificios dañados, detalló el Ministerio del Interior. Ayer, los disturbios parecían haber empezado a calmarse y el gobierno dijo que estaba en camino a controlar la situación.
El policía de 38 años que le disparó a Nahel está detenido, acusado de homicidio voluntario.
Jean Messiha, ex vocero del político de extrema derecha Éric Zemmour, creó un fondo de donaciones en apoyo a la familia del policía, al que se refiere como “una víctima”. En pocos días llegó a recaudar más de un millón de euros.
Otro fondo, en este caso en apoyo a la familia de Nahel, la víctima, contaba con casi 200.000 euros. Los familiares de Nahel piden calma. Su abuela dijo que estaban usando su muerte como excusa para causar estragos. “Nahel está muerto, eso es todo lo que hay”.
Sin autocrítica: la policía habla de “guerrilla urbana” y el gobierno culpa a los padres de los manifestantes
“Estamos en guerra (...) Nos enfrentamos a una guerrilla urbana (...), lo sufren nuestros compañeros cada día en las calles”. Así respondieron los sindicatos de policías de Francia a las acusaciones de brutalidad y racismo sistémico. La Alianza Policía Nacional y UNSA-Policía, lejos de llamar a la calma, en un comunicado incendiario consideraron que libran una guerra desde hace años con los habitantes de los suburbios y sus “minorías violentas”.
Tampoco el gobierno francés parece dispuesto a bajar el nivel de confrontación.
Los protagonistas de las protestas son chicos de entre 12 y 18 años. Sobre este dato, el presidente Emmanuel Macron afirmó: “Es responsabilidad de los padres guardar a sus hijos en casa. La República no tiene la vocación de sustituirlos”. Se sumó así a la narrativa de la derecha francesa, que no reconoce el origen de la violencia en el descontento social y la exclusión en los barrios más pobres, donde el 35% de las familias son monoparentales, y nueve de cada 10, madres solteras que trabajan largas jornadas en empleos precarios, El ministro del Interior, Gérald Darmanin, sumó su grano de arena: “No corresponde ni a la policía nacional, ni a la gendarmería, ni al alcalde, ni al Estado resolver el problema de un niño de 12 años que incendia una escuela. Es una cuestión de patria potestad”, declaró.