“Los genealogistas nos sentimos detectives del pasado”, afirma Celia Avellaneda de Ibarreche, una apasionada de la historia que encontró en esta especialidad la permanente inspiración para sus investigaciones. Son muchos años de trabajo, coronados por su designación como presidenta de la Federación Argentina de Genealogía y Heráldica, cargo que mantendrá hasta el año próximo. Y un dato subraya el prestigio alcanzado por la tucumana en este ámbito: hay centros de estudios adheridos a la Federación en 13 provincias y el voto para Avellaneda fue unánime. La acompañan en esta gestión Gerardo Flores Ivaldi (secretario) e Inés Peña de Sherriff (tesorera).
“No debemos pensar que la genealogía es una ciencia elitista; por el contrario, su acceso está abierto a todo público -afirma ella-. Todos tenemos padres y abuelos para estudiarlos, sólo debemos buscarlos y encontrarlos en el tiempo pasado. Es increíble que muchísimas personas ignoren quiénes fueron sus bisabuelos y que poco y nada conozcan de los padres y abuelos de ellos”.
Revela que su interés por la historia le nació muy temprano, cuando se enteró de que el primer Avellaneda llegó a Tucumán para radicarse en Ibatín. Se trataba de Simón de Abellaneda y Peñuecos, originario de una pequeña localidad del País Vasco llamada Beci. La be larga del apellido se explica por la gramática vasca de la época, que no contemplaba la ve corta en la escritura. Justamente, cuenta Celia, la ve corta aparece por primera vez en el apellido con Nicolás de Avellaneda y Tula, abuelo del futuro presidente Nicolás Avellaneda. Todos son sus antepasados, en una saga que lleva 14 generaciones.
“Somos un tren en el que viajan todos nuestros antepasados -sostiene Celia-. Es importante transmitir a nuestros hijos y nietos todo lo que conozcamos sobre nuestros mayores, porque aunque no nos pregunten ni parezca interesarles el tema jamás se olvidarán de lo que les contemos. Y ya mayores nos agradecerán lo que les hemos transmitido”.
La institución
Centros de estudios genealógicos hay desde hace tiempo y desplegados por todo el país. Quien se ocupó de aglutinarlos en una Federación fue el Dr. Carlos Luque Colombres, reconocido historiador cordobés y primer presidente de la entidad, fundada el 20 de noviembre de 1976.
“Es una asociación sin fines de lucro y sin subsidios. Se la creó con el propósito de aunar criterios, coordinar, apoyar, consolidar, promover y difundir los trabajos realizados por las entidades genealogistas -explica Avellaneda-. Esto se hace por medio de congresos, diplomaturas, publicaciones y cursos. Además, en el aspecto académico y de difusión cultural se propone dar a conocer las investigaciones genealógicas y difundir sus resoluciones como aporte al estudio y la difusión de la historia”.
En total son 17 los centros adheridos a la Federación, ubicados en CABA, Buenos Aires, Salta, Córdoba, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Mendoza, San Juan y San Luis. El de Tucumán vio la luz el 18 de julio de 1987. “Así comenzó una intensa labor, que lleva 36 años -destaca Avellaneda-. Contó con la relevante contribución de Ventura Murga y Justino Terán, quien se distinguió al instituir la primera Diplomatura Universitaria de Genealogía y Heráldica en la San Pablo-T”.
El Centro de Estudios Genealógicos fue sumando contribuciones importantes, como las de José Posse, Jorge Corominas, Máximo Méndez y Carlos Páez de la Torre (h). Se fueron editando diversas publicaciones sobre familias tucumanas, como las de los Cossio, Terán, López, Nougués, Posse, García González, Iramain y Viaña. “Las familias antiguas de Tucumán nos muestran que nuestra sociedad es una gran endogamia con muchos parentescos en común”, advierte Avellaneda.
Ella destaca el aporte de Elena Albaca de Fares, del sacerdote lourdista Antonio Larrouy, de Zaira Vera y de Eduardo “Pelao” Frías Silva, entre muchos otros. “Uno de los grandes precursores fue José Ignacio Garmendia, quien en 1892 publicó un Libro de Familia sobre los Alurralde, Vera y Aragón, y Garmendia”, indica.
Cuestión de fuentes
Este ejemplo ratifica el hecho de que los libros de familia, antes de la existencia del Registro Civil, son una fuente valiosísima de datos. También los archivos familiares y los álbumes de fotos -muchos de los cuales fueron recogidos y editados por LA GACETA- contribuyen para conocer mejor la historia de nuestra provincia.
“El Archivo Histórico de Tucumán está entre los mejores que he conocido por sus índices de conservación, la calidad de los documentos y la atención que brinda a los investigadores”, comenta Avellaneda. El elogio no es gratuito ni carece de fundamento, teniendo en cuenta los trabajos que ella acredita en centros genealógicos de América y de Europa, y en archivos como los de Madrid, Sevilla, Sucre, Montevideo y Buenos Aires. En muchos de ellos encontró documentos de muchísimo valor histórico para Tucumán.
Tantos viajes, investigaciones y publicaciones le valieron a Avellaneda la incorporación como miembro de número de varios centros de estudios genealógicos y heráldicos. Puesta a elegir uno de esos momentos satisfactorios de su carrera, puntualiza lo importante que fue un artículo sobre cómo se vivió en Tucumán la invasión napoleónica a España, en especial porque lo publicó la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.
“Nuestra tarea se asemeja a la de los periodistas, con la diferencia de que para nosotros la noticia más importante es la más antigua”, afirma Avellaneda. Novedosa definición sobre una actividad que no deja de crecer y de generar interés. Tanto que, según la presidenta de la Federación Argentina: “se ha despertado un interés ciudadano en el marco de un verdadero boom genealógico”.