Roque Narvaja: "Los amores de mis canciones no son comunes"
El artista y su banda La Joven Guardia ofrecerán desde esta noche tres shows en el teatro municipal Rosita Ávila con los mejores temas de su larga trayectoria, incluyendo los de su último álbum, “Mar de la tranquilidad”. Las mujeres, la felicidad y la crisis mundial.
Autor de canciones que atravesaron varias décadas, instaladas en el imaginario colectivo, como “El extraño del pelo largo”, “Santa Lucía” o “Menta y limón”, Roque Narvaja tiene un repertorio tan extenso y atractivo que no es fácil de recorrer en un show. Pero promete que lo hará, incluyendo algunos temas de su nuevo disco “Mar de la tranquilidad”. El cantautor se presentará junto a su banda La Joven Guardia hoy, mañana y el lunes a las 21 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.550). Las entradas, gratuitas, se encuentran agotadas para los tres shows.
Nacido en Córdoba, el artista creció en Buenos Aires y en los 70 tuvo que exiliarse en España, donde vivió casi 20 años, para luego regresar y radicarse en Santa Fe. En diálogo con LA GACETA, habló de sus canciones. Por ejemplo, “Una foto de papel” -de su nueva producción- está dedicada a su actual esposa.
“Se lo hice a una fan, pero después me casé con ella -dijo entre risas-. Hay un hermoso video (en YouTube) donde la historia está contada de manera conmovedora por un muy buen realizador cinematográfico de Rosario que se llama Héctor Molina”.
- “Mar de la tranquilidad”, otro tema nuevo, habla de otra mujer, pero que ya se fue.
- Sí. He juntado canciones que hablan de lo difícil que es para un tipo con un trabajo como el mío, salvo contadas excepciones, establecer una relación, mantenerla, sobre todo casarse, tener hijos, estar presente en la casa. Eso ha llevado a que uno haya tenido la necesidad, por decirlo de alguna manera, en fin... de conocer más de una mujer, y las canciones a veces las recuerdan, a veces no. A veces simplemente yo, a partir de algo que veo, que leo, novelo y trato de poner cosas ahí que “vistan” una historia. La canción no es una obra de arte. Son elementos de cuatro minutos. En el pasado, las canciones de todos los ídolos que yo escuché cuando era chico eran para bailar. Aparecían con un baile del verano. Me acuerdo de Chubby Cheker, que venía con “Bailemos otra vez twist”, Bill Halley y sus Cometas con “Rock alrededor del reloj”, Elvis Presley, por supuesto, que ya tenía algunas canciones más “picantes”. Pero a partir de los 70, cuando se establece ya el rock y el pop-rock como cultura, las canciones son bastante variadas y hablan de muchas cosas. Siempre digo que yo soy de la escuela de Los Beatles. Aprendí este trabajo escuchándolos. En este último trabajo mío hay 11 canciones. Los amores de mis canciones no son amores comunes.
- En 1968 se escuchaba en la radio a toda hora “El extraño del pelo largo”.
- ¡Qué milagro esa canción! Uno se olvida, pero realmente tiene una presencia todavía en la memoria de la gente.
- Y ahí también aparece una mujer. Esa “que siempre quiso y nunca pudo amar”.
- Y bueno... Siempre te gusta alguna que no te da bola, ¿viste? (risas) Después cuando uno se hace famoso te viene a buscar, pero ya es tarde.
- Muchas de tus canciones tienen el efecto de levantar el espíritu.
- ¡Gracias a Dios! Es un buen piropo. Es la mejor noticia que he tenido en los últimos tiempos, porque realmente no hay nada mejor que poder levantarle un poquito el alma a la gente. Sobre todo en un momento en que el mundo se cae a pedazos. No quiero hablar de política porque en este momento me excede, pero sí digo que no están saliendo las cosas. Creo que en mucha gente hay una tristeza muy grande, una crisis moral, y es muy difícil imaginar cómo se arregla esto. Si uno puede, con una canción, hacerle pasar un buen momento, acompañar y hacer reflexionar, bienvenido sea. Es lo que me propuse allá lejos y hace tiempo.
- Otro tema nuevo, “Mírame bien a los ojos”, reflexiona un poco sobre la actualidad.
- Exactamente. Dice: “Las balas silban la canción de Lucifer...” Ahí está condensado. Pero agrega: “Mírame, yo estoy a tu lado, vamos juntos, no estás solo...” En fin, esas cosas que uno piensa cuando ve todo lo que nos pasa.
- Hay un tema mucho más viejo, que también hace pensar: “La felicidad”.
- Sí. Es una felicidad diferente a la de Ramón Ortega, a quien conozco y admiro profundamente, pero yo intenté escribir sobre la “obligación” de ser feliz. Ese extraño mandato que impone la sociedad, que transmiten los padres, los abuelos... Pero quienes peinamos muchas canas sabemos que la felicidad son momentos. Y a veces muy pequeños. Como estado permanente no existe. Todo el mundo sufre y tiene la obligación de encontrar la esperanza. Pero la felicidad son esos pequeños momentos. Y la canción habla de eso: de esa mujer fantasma que nos da todo a cambio de nada. Que nos obliga a perder la calma buscándola.
- En otra canción, “A mi cama”, hay un verso hermoso que dice: “... y por un camino de nada regreso a casa”. Muchas veces uno sueña con la casa de la infancia.
- Sí. A mí también me gusta mucho esa letra y me ha sido ponderada por gente que escribe muy bien, poetas que yo conozco. Hay algo de niño en la manera mía de ver esas cosas. La infancia es la patria de la vida. Dicen los psicólogos que es una representación del inconsciente. Pero para mí tiene más que ver con el útero materno, un lugar donde estaba todo bien. Por mal que estén las cosas, si están mamá y papá por ahí, realmente todo está bien.
- En España sigues teniendo parte de tu corazón todavía.
- Claro. Tengo familia, tengo un hijo viviendo allá, infinidad de amigos y básicamente una historia de 20 años donde yo me convertí en un español, o por lo menos lo intenté. No había otra manera de cantarle a esta gente algo. Me di cuenta el primer día que llegué, y eso que llegué muy apurado, que si yo no me convertía en uno de ellos no iba a tener nada que decirles. Y algunas cosas funcionaron muy bien. Hay muchos artistas en España, mucho talento, y una cultura de la excelencia. Son muy críticos y escépticos, pero cuando una cosa les gusta, les gusta mucho.
- Pero elegiste volver.
- Era lo que tenía que hacer en ese momento. No solamente por los fantasmas de la vuelta sino también porque yo tenía muchísimo más público en la Argentina, que me reclamaba. En España tenía que remarla, porque es muy difícil colar un gol. Hay gente que lo logra con más facilidad. A mí siempre me costó mucho. No estoy dotado para ser un ídolo de la canción. Soy petiso, cuando empecé era flaquito, soy narigón, por suerte tengo todo el pelo... Pero, bueno, no era un tipo que con la pinta las mataba. Todo lo contrario. A mí me costaba un montón. Después me ayudó muchísimo cuando se pusieron de moda tipos como Dustin Hoffman o Al Pacino (risas), que eran bajitos y narigones también. Ahí empezamos a hacer un club diferente, una escudería.
- ¿Cómo haces para mantener joven tu voz?
- Nada. No tengo idea. Se la doy a la Virgencita que me la cuide. No sé si será la genética. En mi casa no había cantores, pero había voces fuertes. Todo el mundo hablaba a los gritos. Era una cosa muy provinciana, muy cordobesa. Los cordobeses hablamos a los gritos.
- ¿Sigues piloteando aviones?
- Sí, pero menos. Estoy muy comprometido con este lanzamiento. Todo esto arranca en la pandemia, cuando yo me doy cuenta de que necesito grabar. Primero, porque me estaba muriendo de tristeza. Con todos los protocolos grabé el disco, lo saqué en 2021, y seguimos difundiéndolo. Pero eso me demanda todo mi tiempo. De vez en cuando me voy a despuntar el vicio para no perder entrenamiento y vuelo un par de horas.