La primera mitad del año se apaga. Tucumán cuenta con dos gobernadores; uno vigente y el otro electo. Sin embargo, por estas horas, ninguno de ellos se encuentra en territorio provincial. Juan Manzur trata de recomponer su imagen en el período posterior a la presentación de candidaturas. Hace una semana, el mandatario se subía a la bolsa política donde cotizan las acciones de aquellos que quieren ser candidatos a presidente y vicepresidente de la Nación. Al cierre de la semana, Manzur se encontró fuera del mercado, en el que Sergio Massa picó en punta acompañado por Agustín Rossi. Fue un duro golpe para el tucumano, más allá de haber alcanzado su objetivo inicial: meterse en la discusión del círculo rojo del poder en el que se definen aquellas acciones políticas. En ese trayecto de expectativas, Osvaldo Jaldo lo acompañó. El tranqueño sabe que no puede hacer nada que implique restarle poder de fuego a su compañero de fórmula. Para eso tendrá que esperar hasta el 29 de octubre, cuando se produzca el recambio institucional natural, tal como lo marca la Constitución de la Provincia. Jaldo tiene varias preocupaciones en el camino.
La inseguridad lo desvela; por eso convocó a los jefes policiales, para que rindan cuentas de lo que está sucediendo en cada una de las cinco unidades regionales policiales. El actual vicegobernador sigue de cerca las estadísticas de criminalidad, además de los escándalos internos de la fuerza. Si bien le gustaría aplicar “correctivos” para enderezar algunos rumbos, dicen en su entorno, nada puede avanzar sin el consenso con el gobernador en ejercicio.
La conformación del próximo gabinete es otra cuestión que ocupa gran parte del tiempo del gobernador electo. Hay tres escenarios posibles para después del 9 de diciembre, cuando asuma el nuevo presidente de la Nación.
• Si Sergio Massa logra la victoria electoral con Unión por la Patria, el camino estará asfaltado para que la sintonía fina con la Casa Rosada se sostenga, como sucedió en los últimos cuatro años.
• Si acaso el electorado nacional decide que Patricia Bullrich conduzca la Argentina, Jaldo tendrá que optar por un equipo de trabajo que atienda la urgencia pero, a la vez, administre el ajuste, porque la provincia no tendrá “coronita” en las gestiones que se emprendan.
• La tercera opción encuentra a Horacio Rodríguez Larreta como potencial Presidente. En este caso, Jaldo se volcará a lo que viene pregonando desde el mismo día en que los tucumanos lo eligieron como gobernador: el consenso. Javier Milei, en tanto, no asoma dentro de los escenarios alternativos que se plantean en el oficialismo local. En el peronismo creen que el diputado libertario no tendrá una relevancia significativa para convertirse en presidente de la Nación ya que, a juzgar por el comportamiento electoral en las provincias, no hay una estructura partidaria o de coalición que apoye la carrera presidencial del economista. Y si supera la prueba electoral, estaría en el terreno del ajuste fiscal condicionado. Los gobernadores no le darían margen para llevar a la práctica aquello que alimenta sólo en los discursos.
La integración de hombres y de mujeres al gabinete provincial de otras fuerzas políticas no afines al Partido Justicialista es una posibilidad concreta. De hecho, tanto el presidente de la Legislatura como sus más inmediatos colaboradores realizaron sondeos a dirigentes políticos, con el fin de sondear los proyectos que pueden impulsar en caso de algún ofrecimiento. En todos los casos, Jaldo quiere evitar ser llamado “el gobernador del ajuste”, aunque analizando el escenario nacional, puede escapar a ese mote, pero no a las consecuencias de las medidas que deba adoptar la próxima administración del Gobierno nacional. Una inflación del 135% anual no se desacelera rápidamente sin pagar costos políticos. Una deuda en pesos sin dólares no puede ser abonada si los acreedores no otorgan un estiramiento de plazos para poder cumplir esos compromisos. Cambiarle el humor a la sociedad en crisis tampoco se logra si es que la gestión no explica de qué manera se puede corregir el rumbo.
El tercer aspecto que forma parte de las preocupaciones en la transición es el financiero. Desde el punto de vista contable, el primer semestre ha cerrado el ejercicio con cierto superávit fiscal, aunque financieramente el resultado es ajustado. ¿Cuál es la razón? La desaceleración del crecimiento del nivel de ingresos (por coparticipación y también por cobro de impuestos provinciales) frente a la acumulación de obligaciones, tomando como norte la actualización de los salarios del sector público tucumano. Si bien el pago de las remuneraciones a los casi 110.000 agentes públicos está en la cima de los compromisos financieros, hubo otras dos cuestiones que pusieron una luz de alerta en las cuentas públicas: los préstamos otorgados a municipios que, si bien no son gastos, deben ser computados dentro del ejercicio. A ello se suma el pago de certificados de obras públicas a cuenta de los desembolsos prometidos por la Nación, con el fin de no frenar el plan de trabajos públicos. Demasiadas cuentas pendientes para una gestión nacional que se va apagando implica ciertos riesgos en la medida en que la provincia va agotando sus reservas. De todas maneras, en la Casa de Gobierno sostienen que la administración financiera está garantizada hasta el cierre del año y que sólo restaría conseguir los fondos para poder abonar el segundo medio aguinaldo, en diciembre próximo. Para eso hubo dos ofrecimientos de un mismo ministro (Massa), tanto al gobernador saliente como al entrante. La Provincia, por ahora, no ha tomado préstamos federales, pero sí hizo uso de anticipos que se cancelan en el ejercicio, es decir, dentro del mismo mes.
La transición local puede ser más complicada de lo proyectado. Las elecciones provinciales han dejado un tendal de heridos que intentarán reagruparse hasta la próxima contienda electoral. El test de las urnas que se avecina marcará si la oferta que presentará el oficialismo tucumano representa a todos los sectores internos del Frente de Todos. Hay quienes señalan que, independientemente de la impronta que le ponga la actual fórmula gubernamental a la campaña, tendrán que ser los propios candidatos los que salgan a buscar votos en las tres secciones electorales ahora fusionadas en una. En el edificio de 25 de Mayo y San Martín hacen sus cálculos. Indican que el oficialismo puede alcanzar tres bancas si es que se repite el comportamiento electoral del 11 de junio. En ese escenario, la oposición se repartiría las otras dos bancas en juego. Nadie garantiza este resultado, pero sí hay un compromiso para obtener la mejor perfomance posible para conformar a la Casa Rosada y, de ese modo, comprar un tubo de oxígeno financiero hasta el 10 de diciembre, cuando se produzca el recambio institucional en el país. En ese interregno, también se definirá el futuro político de Manzur, que dejará la gobernación el 29 de octubre. El camino más pavimentado para el actual mandatario es el Senado. El “Plan B”, recalar en un cargo internacional en alguno de los organismos multilaterales en los que fue consultor. Las cartas están sobre la mesa. Manzur y Jaldo están obligados a diseñar una transición ordenada, con tanta coordinación como el viaje que emprenden hoy, aunque el destino no sea el mismo.