Nicolás Maquiavelo en el capítulo XXI de “El Príncipe” enseña que “para atacar a otros, debe cuidar de no asociarse nunca con uno más poderoso que él, a no ser que la necesidad le obligue a ello; porque si triunfa, queda en sus manos, y los príncipes deben evitar, cuanto les sea posible, permanecer a disposición de otros”. Juan Manzur no llegó a leer este capítulo de “El Príncipe”.
La estrategia del gobernador de los tucumanos parece la de alguien con poca experiencia. Manzur es un actor ambicioso y pícaro de la vida pública argentina; sin embargo, no alcanzó. Su estrategia estaba destinada al fracaso tarde o temprano. Se apoyaba en un interés personal y en una actitud ideológica que se adaptaba a cualquier salida, siempre y cuando él saliera a flote.
En la vida política es inevitable que haya estrategias. Son necesarias, de lo contrario la política sería una cosa de improvisados y todo quedaría sujeto a la espontaneidad. Ejemplos de esos sobran en la política tucumana y así les va. Roberto Sánchez es un ejemplo de ello. Su bonhomía no alcanza ni alcanzó.
Hay estrategias que se basan casi exclusivamente en el interés personal de los protagonistas que las desarrollan y por lo tanto acomodan el tablero de acuerdo a lo que sólo ellos quieren. En ese caso corren el riesgo de que lo que ellos imaginen sea mucho más de lo que dice la realidad. Eso es lo que le pasó a Juan Manzur, que se vio candidato a presidente o a vice mucho antes de serlo. Y, los espejos no siempre dicen la verdad. Él pensó que haber sido llamado para ser ministro de la Nación lo convertía en alguien especial de la historia de los argentinos. Algo así le ocurrió cuando lo convocaron para ser Jefe de Gabinete. La paga por todo eso debía ser la candidatura a presidente o a vice. Y se vio con esas bandas en el espejo antes de conseguir esos honores. Creyó que ganar en Tucumán era el trampolín y no el tobogán. Supuso que el sindicalismo le daba el abrazo de “compañero” y no el del oso. Imaginó que él lideraba a los gobernadores y no que era uno más de la tropa. Dice Maquiavelo que el Príncipe “cae en el menosprecio cuando pasa por variable, ligero, pusilánime, irresoluto”. “Un Príncipe debe protegerse de todo esto como de un escollo e ingeniarse para que en sus acciones se advierta grandeza, valor, gravedad, fortaleza y en torno a sus súbditos debe procurar que su sentencia sea irrevocable, y debe mantenerse en tal opinión que nadie tenga la posibilidad de pensar en engañarle ni entramparle”. Manzur antes que nada pensó en sí mismo y prometió que si le iba bien otros –incluso Tucumán- podrían beneficiase. Demasiado mucho como ambición y bastante poco como bien común.
Escenario “shakespereano”
“Y a fe de honrado, Puck, que, si hemos tenido la fortuna de escaparnos ahora del silbido de la serpiente, procuraremos corregirnos lo antes posible; de lo contrario, llamad a Puck embustero. Así, pues, buenas noches a todos. Dadme vuestras manos, si es que somos amigos, y Robin os restituirá con resarcimiento”. Así concluye la última escena de “El sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare. Al fin y al cabo sólo eso fue la aventura presidencial de Manzur. Ahora su futuro depende como dice Puck de los amigos y de Robin que no es otro que el senador Pablo Yedlin. Este médico devenido abuelo que supo cobijar en los años mozos al estudiante de Medicina Juan Manzur lo tiene ahora en sus manos. Yedlin no tiene estrategia. Tiene más candidaturas que Perón. Es senador nacional, se ha convertido en legislador provincial electo y ahora será candidato a diputado nacional. En la lista va en primer término. Ese será su destino. Después de haber saboreado las mieles y disfrutado del señorial comedor de la Cámara Alta, Yedlin “descenderá” a los infiernos del amontonamiento de la Cámara Baja. Al renunciar Yedlin al Senado, Manzur intentará recomponer –y recomponerse- su imagen y su poder en los cuatro años que le quedan de senador. Yedlin le habrá abierto el camino.
Pero en este juego de tejes y manejes sorprende que el senador ocupe el primer lugar en la lista de diputados y que no sea el príncipe Carlos. Ha sido el mismísimo Cisneros quien dijo que prefería no estar en primer término y se dejó caer al tercer escalón de la lista. Después de una semana en el subibaja, el bancario disfruta de un pírrico triunfo electoral que le permite sostener una banca legislativa y ahora empieza elucubrar qué piezas del rompecabezas “Chahla intendenta” le corresponden. Mientras la flamante Lady Mayor de Tucumán imagina sorprender con sus medidas, el príncipe Carlos suena también como un importante alfil de la vida municipal de la Capital. Hay quienes lo ven sentado en la secretaría de Gobierno. Mientras unos se asustan, otros consideran que eso sería una capiti diminutio para el diputado.
Esquina tango
La estrategia se define como el arte para dirigir las operaciones militares. Cristina optó por una estrategia defensiva. Sintiendo que tiene pocas chances de que su recientemente nacida Unión por la Patria salga airosa en los comicios nacionales optó, en primer lugar por no ser ella candidata a nada. No le fue difícil concluir eso después del desastroso (adjetivo benévolo que usan en el Instituto Patria) gobierno de su elegido Alberto. En segundo término y después de hacer la lectura de que una derrota es factible, Cristina cuidó a su benjamín. Wado, al ser bajado de la fórmula, fue preservado. En tercer lugar, la vice intenta retener la provincia de Buenos Aires con su invento político. Axel Kicilof le permite soñar con ese bastión que cobija a sus chicos de La Cámpora y les mantiene los espacios ocupados. Cristina viene de trazar estrategias equivocadas que le han hecho saborear fracasos. Golpe a golpe se dio cuenta de que la candidatura de De Pedro sólo apasionaba al kirchnerismo “embobado”, pero no estratégico y a su ala más izquierdista. Y Manzur no equilibraba nada.
Por su parte, Sergio Massa se salió con la suya. Cuando dejó la presidencia de la Cámara de Diputados lanzó una arriesgada estrategia. Apostó a que le iba bien en el Ministerio de Economía y entonces se convertía en rey. Prometió una inflación del 3 por ciento y con una del 8 por ciento no puede presumir de nada. “Cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel”, habría cantado Celedonio Flores, autor del tango “Corrientes y Esmeralda”. Massa recordó cómo Domingo Cavallo, con su convertibilidad, hizo que Carlos Menem se sintiera Gardel. Pero Massa tiró el mingo por la tronera en una gestión ministerial apática. Sin embargo, es tan pobre la tarea realizada por el gobierno de Alberto que en el país de los ciegos, cualquier tuerto es rey… o candidato a presidente de la Nación.
La teoría de los ciclos
¿Cuánto dura el poder en Tucumán? No más de 12 años. Eso dice la experiencia reciente. Así Ricardo Bussi anunció recientemente que está cansado. José Alperovich, quien podría presumir de ser el que más tuvo el poder, es quien menos puede hablar. Julio Miranda ni el lustro pudo alcanzar. Juan Manzur y Germán Alfaro, ¿habrán llegado al ocaso? La vaga teoría de los ciclos tucumana indica que están en la cima del tobogán y les espera la caída. Salvo que sus estrategias los lleven a otro lado. Los próximos meses y sus futuras jugadas van a ser decisivas.
Hasta ahora nadie pudo pasar de la marca de los 12 años de estar en la cima del poder o en el centro de la escena. Tampoco hubo quien pudiera levantarse de las derrotas, como Lula o como Gerardo Morales, o el propio papa Francisco, que para llegar al poder tuvieron “el tesón del clavo enmohecido/ que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo/ no la cobarde estupidez del pavo/ que amaina su plumaje al primer ruido”, como enseña Almafuerte en su poema “Piu avanti”.
La oposición tucumana mayoritaria de Juntos por el Cambio trata de explicar lo inexplicable. Presume de obtener más lugares sin terminar de tenerlos. Pareciera que no leyeron a Almafuerte porque suelen darse por vencidos apenas se sienten malheridos. El armado de listas a Diputados, hasta anoche, era un fiel reflejo de las necesidades porteñas. Una vez más se unían en función de los comicios que se avecinan y no de un proyecto o de una idea de gobierno. Apenas terminaron las elecciones tucumanas y con el sabor amargo de la derrota, el reducido a legislador José Cano propuso públicamente reunirse para analizar, reflexionar y construir hacia adelante. No le llevaron el apunte. “He rodao como bolita de purrete arrabalero/ y estoy fulero y cachuso por los golpes, ¿qué querés?” le podría cantar Edmundo Rivero a todo Juntos por el Cambio a través de su tango “Cuando me entrés a fallar”.
El baile de Osvaldo
En Tucumán, Osvaldo Jaldo anduvo a los saltos. Bailó la música que le puso Juan Manzur y no pudo ni un segundo ponerse a “planchar” en las sillas del costado. Mientras los docentes, los médicos, las cuestiones de la policía y la droga no descansan, Jaldo tuvo que viajar a Buenos Aires para apoyar a Juan al mismo tiempo que los orfebres locales hacían afiches y apariciones en las redes sociales promocionando a Juan XXIII. Hasta que lo voltearon de un plumazo y con el rabo entre las piernas cambiaron la marsellesa por la marcha fúnebre.
Jaldo sabe que su estrategia va a ser diferente con un Manzur sonriente que malgestado. Sabe que es su tiempo, pero a las manecillas del reloj las venía manejando su ¿amigo? el doctor. Jaldo sabe lo de la teoría de los ciclos por eso su objetivo central son los primeros cuatro años. Para eso apuesta a un raro consenso. Raro porque dependerá de su voluntad. Llamará a los que quiera sentar en su mesa para proyectar políticas y a los que no los mandará a acordar en la Legislatura, donde todo queda más lejos.
Entre los problemas que le deja Manzur están los subsidios. Herencia de la política contradictoria de Macri y de Alberto, Jaldo deberá enfrentar la crisis del transporte público. Massa, en su desesperación por quedar bien con el FMI, achica subsidios sin tener muy claro ni el para qué ni el cómo y los paros del transporte ya son agua corriente.
Algo parecido ocurre con la cuestión energética. Jaldo va a tener que afrontar también esta brasa con la cual Manzur prefirió no quemarse. En el Gobierno nacional confían en que los usuarios residenciales de ingresos bajos y medios no tendrán aumentos de tarifas eléctricas ni eliminación de subsidios por lo menos hasta después de los comicios de este año. Eso lo definirán después de agosto. No obstante, a principios de año autorizaron los aumentos correspondientes y se aplicaron en prácticamente todo el país, pero en Tucumán –comicios de por medio- el ente regulador (Ersept) guardó en el cajón los incrementos. Jaldo todavía no asumió. La transición es larga y lenta; sin embargo ya tiene demasiados asuntos pendientes sobre el escritorio que aún no estrenó. Y de reformas electorales, mejor ni hablar….
“No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de administrar que la elaboración de un nuevo orden”, sugiere Maquiavelo, quien además pasó a la eternidad la frase: “el que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente”.