-“¿Perdón? ¿Que trabaja más? Querrás decir que trabaja, con eso alcanza, si Manzur no hace nada”.
Este diálogo es parte de una conversación entre un asesor y un legislador electo del peronismo, ocurrida la primera semana de mayo, antes de las elecciones suspendidas, en un bar de Barrio Sur, de la que fuimos testigos.
-“Está bien, puede ser. Entre nada y algo, ese algo parece más de lo que es. Pero no niegues que también hubo una sobreactuación de Jaldo. Y no fue tonto, porque pisó el acelerador en los puntos más flojos de Manzur, como la obra pública y la seguridad”.
-“Y sí. También campeó mejor el quilombo del transporte, evitó varios paros poniendo plata de la provincia y le tiró el fardo a Alfaro. También con las cloacas, pero no le alcanzó el tiempo”.
La conversación prosiguió sobre cuál sería el futuro de estos dos ex archienemigos, y si volvería la ruptura de esta alianza por conveniencia después de la elección -a la que ambos daban por ganadas-, o si podrían convivir con cierta paz.
-“Manzur manejará la caja de la Legislatura, que es monstruosa, y él ya conoce bien cómo funciona ese antro. No lo podrán cepillar así nomás”, apuntó el asesor.
Exactamente un mes después, en el mismo bar frente a plaza Belgrano, pero en otra mesa, se repitió la conversación, de la que esta vez participó también un ex fugaz funcionario nacional de tercera línea.
Faltaba poco más de una semana para las elecciones reprogramadas, ya sin el gobernador en la fórmula.
Probó el dulce
-“¿Manzur le pedirá la banca del Senado a (Pablo) Yedlin?”, preguntamos a la mesa.
-“Lo que yo creo -respondió el legislador electo- es que Juan mira a la Nación. Es lo que sueña desde que fue ministro de Cristina y ahora que volvió a probar el dulce en el gabinete, más todavía”.
-“Manzur se viene vendiendo como presidenciable desde antes de ser Jefe de Gabinete, con la liga de gobernadores, que medio se la apropió. Pero yo pienso que se está subiendo el precio para después negociar otra cosa, a lo sumo ser vice o de nuevo ministro, no más que eso”, opinó el asesor.
-“Yo te digo, que estuve en Buenos Aires y vi como se manejan estos tipos, que los porteños no tienen idea de quién es Manzur. Los porteños que están con él lo ayudaron a vender otra cosa, algo que no es ni de cerca. Vos lo dijiste Türpe cuando lo llamó Alberto a la Jefatura. ¿Cómo se llamaba ese editorial?”, preguntó el ex funcionario nacional.
-“No era un editorial, era una columna -respondimos-. Se llamaba “El Manzur que compraron los porteños” (LA GACETA, 25/09/2021).
-“Ah sí, ese. Se armó un lío bárbaro allá, yo estaba, te juro. Los manzuristas te quedaron odiando. ¿No te dijeron nada?”.
-“No, nadie me dijo nada”.
Zares en desgracia
Esta conversación previa a la votación del 14 de junio discurrió en un tono muy diferente a la de mayo, ya sin Manzur como candidato a vicegobernador, salvo por una coincidencia entre los tres dirigentes, que el verdadero objetivo de Manzur seguía siendo el mismo: la Nación.
-“Si no consigue meterse en las elecciones nacionales creo que le pedirá la banca a Pablo (Yedlin)”, opinó el legislador, que hoy se vanagloria de haber ganado sin repartir dinero, más que los gastos propios de la campaña.
-“Es que acá en la provincia está liquidado -sentenció el asesor-. Acordate lo que te digo, Jaldo lo sepulta, el tranqueño no se olvida lo que pasó en el 21. Y los manzuristas, después de octubre son todos jaldistas, así fue siempre. Miralo al Ruso, ya no existe”.
-“Le decían el zar”, acotamos.
-“Claro, y ahora quizás termine en cana, le soltaron la mano… ¿Para qué estás anotando?”, preguntó el ex funcionario.
-“Algún día puede servir, y no tengo buena memoria”, respondimos.
-“Pero no nos vas a escrachar ¿No?” (risas de toda la mesa).
-“Olvidate. Si los escracho, como vos decís, no hablan más conmigo”, contestamos.
-“¿Cómo se imaginan la gestión de Jaldo, si es que gana, y todo parece indicar que sí? ¿Hará reforma electoral, blanqueará los números legislativos?”, les preguntamos a los tres.
El legislador fue el primero en responder: “No habrá grandes cambios políticos, eso estoy seguro. Osvaldo es un tipo que surge del aparato y lo va a cuidar, no va a traicionar a nadie. Lo que sí, le pondrá otra impronta, es muy laburante y no delega. Él se ocupa personalmente de todos los temas y es bastante autoritario. Distinto a Manzur, que con algunas cosas no tiene idea de qué pasa”.
-“A Jaldo le gusta el bronce, pero no sé si lo conseguirá. Hay cosas que están muy mal en el país y que él no maneja. Tampoco estoy seguro si quiere la reelección. Algunos dicen que acá se termina, que está grande, que tiene muchos achaques, no sé, quién sabe”, contó el asesor.
Después hablamos brevemente sobre la capital. Los tres coincidieron en que Rossana Chahla haría una muy buena elección, que mostraba buenos números. Uno opinó que no iba a ganar, pero que estaría muy cerca. Los otros dos pusieron un manto de duda. “No sé, será muy cerrada”, vaticinó el asesor.
Ese día acordamos repetir el café después de las elecciones. Aún no se concretó.
Con escaso sustento
Con poco y nada concreto para mostrar, Manzur vuelve a ubicarse en el centro de la escena nacional. Esa es su gran capacidad política. Que todos piensen que cuenta con historial, volumen político, experiencia de gestión, ejercicio del poder y una extensa red de contactos, nacionales e internacionales.
Así se vendió en 2021 y así llegó a la Jefatura de Gabinete. Luego de un par de semanas de hacer madrugar a todos los ministros y de encandilar a parte de la prensa porteña, el globo empezó a desinflarse.
Después de un año y cinco meses lo devolvieron a Tucumán, en febrero de este año. Todos los índices socioeconómicos continuaron en picada durante su paso por la Rosada, la interna en el Frente de Todos se profundizó, lo mismo que los conflictos piqueteros y hasta la CGT empezó a mostrarse más díscola, sector con el que Manzur dice tener buen diálogo.
Su supuesto teléfono rojo con la Casa Blanca tampoco apareció en las negociaciones con el FMI. Sergio Massa demostró contar con más y mejores contactos internacionales.
Algo que los tucumanos ya conocen: en los ocho años de gobierno de Manzur todos los indicadores provinciales empeoraron por encima de la media nacional, y en algunos casos, como el aumento de la pobreza en el Gran Tucumán, fue el que más creció en el país en los últimos cuatro años.
En 2021, en un diario de Buenos Aires se escribió que Manzur era una especie de cacique entre los gobernadores peronistas y que era un experto en ganar elecciones que se daban por perdidas. Lo que no decía esa nota es que en Tucumán las elecciones se ganan con un sistema clientelar, costosísimo, rayano con lo fraudulento, que es muy difícil de replicar a nivel nacional.
Nada por aquí, nada por allá
Como ministro de Salud de la Nación casi nadie lo recuerda porque no tiene qué exhibir, lo mismo que a nivel provincial, donde hizo una gestión con claroscuros y donde fue denunciado por la oposición por modificar la forma en que se mide la mortalidad de los nacidos vivos, y así poder “bajar” los decesos infantiles.
Como vicegobernador llevó a las nubes el gasto legislativo, que nunca transparentó, y como gobernador no hizo las mejoras institucionales ni implementó la austeridad que prometió, por el contrario, multiplicó las pymes de los acoples, y tampoco inauguró ninguna obra pública relevante, ni aún siendo jefe de ministros de la Nación, pese a ser su punta de lanza para responsabilizar a Mauricio Macri por la parálisis provincial que tuvo su primer mandato.
Manzur tiene una capacidad especial en repetirse a sí mismo con frases hechas y latiguillos genéricos y abstractos. Estamos avanzando, estamos planificando, estamos programando, estamos analizando, estamos coordinando, estamos resolviendo, estamos.... El presente indicativo es una constante en sus declaraciones.
Manzur es un anunciador serial que no siempre concreta sus dichos.
Cuando se habla de enriquecimiento suele citárselo recordando que pasó de ser un estudiante de Medicina que se refugiaba en la casa de sus compañeros a ser el ministro más rico del kirchnerismo. Lleva ya 23 años en la política.
Fue uno de los primeros peronistas en jubilar a Cristina Kirchner en 2015, otro error de cálculo político sideral, que su entorno se esfuerza por hacer olvidar.
El inescrutable, el indescifrable, así lo definen a Manzur quienes más lo conocen. Y esa es una de sus mayores virtudes: que nadie sepa realmente quién es, para que él pueda enajenar una imagen de lo que parece no ser.