Fue un personaje de la historia universal de la infamia tucumana, diría Borges. Un hombrón, como su hermano Ángel, que buscó legitimarse pero siempre el lado oscuro parecía ganarle. Antonio Domingo Bussi -otro personaje tirado por su propio lado oscuro- se animó a enfrentarlo cuando puso una topadora en la plaza para que se vaya “el mafioso”, pero fracasó. Tampoco pudo la justicia tucumana doblegarlo, pese a que con su hermano acumularon 93 causas judiciales, que se caían. Por ejemplo, los acusaban de usurpar un terreno; pero luego de cosecharlo “indemnizaban” a la víctima y esta retiraba la denuncia.
Florecieron en los 90, con el menemismo. Después de la legalización del juego a fines de los 80, uno quedó con casinitos y otro con los remises y pareció ascender socialmente con el gerenciamiento de San Martín. Dicen que “La Chancha” trató de comprar una casa en un country del piedemonte yerbabuenense. No pudo.
El caso de Marita Verón y el poderoso soporte que logró Susana Trimarco en la presidencia de Cristina Kirchner, llevó a los hermanos a la condena pública primero (2013) y luego a la condena en la justicia federal por lavado de dinero (2018). Pero la imagen del lado oscuro devino en mito urbano. En los 90 se decía que remisero que no cumplía podía perder los dedos de las manos (no se conocieron denuncias al respecto) y en los juegos infantiles -al menos en el barrio O’Connor- los chicos decían: “si no te portás bien te lleva ‘La Chancha’ Ale”.