El corazón de Rubén “La Chancha” Ale dejó de latir pasadas las 21 en el Centro de Salud. La información fue confirmada por sus allegados. La muerte encontró a este voluminoso hombre en una cama de un centro asistencial público, acompañado por su familia.
La infancia de este personaje que tuvo trascendencia nacional transcurrió en la zona del ex Mercado de Abasto, donde su padre Said Ale era uno de los puesteros más respetados. Allí, según cuentan sus allegados, se educó en la universidad de la calle, donde creció de golpe y a fuerza de peleas conquistó respeto.
Su nombre estuvo vinculado a hechos de alto impacto en las últimas décadas. En las crónicas policiales ocupó grandes espacios por haber sido protagonistas de casos como el doble crimen de Los Gardelitos (31 de diciembre de 1986), el homicidio del oficial Salinas (30 de enero de 1992) y en la desaparición de María de los Ángeles Verón (3 de abril de 2002). Pero fue denunciado en numerosos delitos que van desde robo, homicidios, amenazas, lesiones y usurpación, entre otras.
Fue la Justicia Federal la que terminó quitando el halo de impunidad que siempre lo protegió. Primero lo detuvieron en octubre de 2014 en medio de un megaoperativo que incluyó el desembarco de decenas de efectivos de fuerzas federales. Fue trasladado al penal de Ezeiza de Buenos Aires donde estuvo detenido durante varios meses.
Prisión domiciliaria
Finalmente, en diciembre de 2017, después de un juicio que duró casi un año, fue condenado junto a su hermano Ángel “El Mono” Ale a 10 años de prisión por lavado de activos. Tiempo después, la Justicia le permitió que cumpliera la condena en su domicilio. Padeció hasta su muerte, obesidad mórbida, mal de Parkinson y complicaciones cardíacas.
Con el San Martín de sus amores, “La Chancha” vivió momentos de gloria. Comenzó como un simple fanático hasta que llegó a dominar la barra brava del club de La Ciudadela. Después se transformó en el titular de la empresa que gerenció el club. El “santo”, con él como mandamás, pasó de jugar la Liga Tucumana de Fútbol a Primera. Todo el país hablaba de ese milagro futbolístico, sin darse cuenta de que, según lo confirmó después la Justicia, utilizó la entidad para lavar dinero. También su nombre estuvo vinculado a otro hecho histórico en el fútbol tucumano: renunció al cargo luego de que los hinchas hicieran una huelga. Dejaron de asistir al estadio para demostrar su descontento con el manejo.
Políticamente Rubén Ale estuvo vinculado en los 80 con el radicalismo. En los 90, ya transformado en empresario luego de haber fundado la remisería 5 Estrellas, cobró protagonismo siendo uno de los referentes de la Asociación de Remiseros Unidos de Tucumán. También se dejó conquistar con las mieles del menemismo, siendo la gente que lo acompañaba responsables de la seguridad de Carlos Saúl Menem en cada visita a la provincia. El ex gobernador Antonio Domingo Bussi quiso frenarlo colocando una topadora en la plaza Independencia, pero ese gesto no hizo otra cosa que agrandar su poder en la provincia.
Aunque parezca mentira, el fútbol, esa aplanadora de hombres, nombres y dirigentes, lo terminó condenando. Renunció a San Martín estando detenido por la usurpación de un campo. Luego fue procesado y condenado por la Justicia Federal. Sus últimos años transcurrieron en una silla de ruedas asistido por sus allegados. El hombre que creyó ser dueño de Tucumán terminó muriendo en un hospital público, acompañado por un grupo minúsculo de personas.