¿A qué hora comemos? La pregunta del hijo menor, en el chat familiar, abre la primera conversación del día. “Ya estoy cocinando. Salgan de la pieza y vengan a poner la mesa” responde el padre. “Dame cinco minutos”, apunta la hija mayor, a menos de 10 metros de la cocina. La mamá, mientras pone el lavarropas, les dice que se apuren.
Diez minutos después ya están todos en la mesa. La comida está servida. En el televisor se puede ver el resumen de los partidos del fin de semana. Los chicos tienen el teléfono móvil al lado del plato. Apenas cruzan los cubiertos, ya están pegados a la pantalla.
¿La escena les resulta extraña? ¿Alguna vez ha sentido una falta de conexión en una reunión familiar porque algunos de los presentes están mirando sus celulares? Esta acción se conoce como ningufoneo, pero técnicamente se llama phubbing -del inglés: snubbing (ignorar) y phone (teléfono)- y describe una práctica cada vez más común en la era digital. En las casas, en vez de compartir tiempos de calidad, los padres e hijos dejan de prestarse atención en el momento en el que tienen delante su teléfono móvil, la computadora y la televisión.
El reciente informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), llamado “Uso y distribución del tiempo libre”, mostró lo pendiente que estamos de las pantallas. Según este estudio, ocho de cada 10 argentinos miran televisión en sus ratos de ocio y más del 40% se entretiene con el celular.
Las pantallas están interfiriendo significativamente en la comunicación entre padres e hijos, explica la psicóloga Graciela Chamut. Sostiene que esto ocurre principalmente entre los chicos, adolescentes y adultos jóvenes, edades en las que el uso del celular es mucho más intensivo.
Según el informe anual de la plataforma de control parental española Qustodio, más de la mitad de los padres (52%) confiesa que las pantallas reducen el tiempo de vida en familia; un 16% admite que generan problemas diarios en su hogar y un tercio (34%), que crean conflictos más de una vez a la semana.
“Vivimos en una burbuja tecnológica continua, estamos hiperconectados y a veces cuesta salir de ella para dedicar tiempo exclusivo a familiares y amigos”, expresa en el sitio Eldebate.com Eduardo Cruz, CEO de Qustudio.
Natalia Jiménez Terán, psicopedagoga, resume las dificultades que se ven en los chicos por el abuso de pantallas: no solo influye en la falta de comunicación con su familia, también interfiere en la mayor parte de las actividades cotidianas: cuesta mucho que cumplan con sus responsabilidades, como estudiar o hacer los deberes. Prefieren estar en casa con sus celulares antes que hacer un deporte. Esto afecta la calidad del sueño y por lo tanto su actividad cognitiva, explica.
“La OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda que hasta los dos años los niños no accedan a las pantallas. Sin embargo, lo se ve que muchos están aprendiendo a comer frente a las pantallas. Muchas veces los padres recurren a la tecnología para calmarlos”, apunta la experta.
Según Jiménez Terán, enfrentar a los pequeños a las pantallas de manera precoz genera retrasos en el lenguaje. “Cuando son más grandes, se reduce la comunicación verbal. Si bien el uso de la tecnología es muy importante y no les podemos prohibir, hay que buscar un equilibrio. No olvidemos que los papás somos el ejemplo. Tenemos que buscar momentos de encuentro sin pantallas, generar espacios sin dispositivos. Los vínculos son fundamentales para el desarrollo de la personalidad y de la seguridad. Deben ser físicos, personales, y no solo virtuales”, sostiene la experta.
¿Los momentos que compartimos con nuestros hijos en casa deberían ser sagrados, libres de pantallas? Chamut considera que sí es importante. Por eso recomienda que en el hogar haya orden y disciplina respecto al uso de dispositivos.
“Así como se debe determinar una hora para comer y dormir, también necesitamos poner orden con el uso del celular. Los límites son fundamentales porque ayudan a los chicos a superar las frustraciones”, remarca.
Además, según Chamut, la buena comunicación se basa en la atención. “Es un ida y vuelta. No podemos hablar mientras estamos pendientes de las pantallas. Además, es una falta de respeto y de educación”, explica.
“Otra cosa, los niños muy pequeños no deberían tener acceso a las pantallas desde muy pequeños. Ni estar frente a la televisión todo el día. Eso provoca una situación muy lamentable: el déficit de atención. El chico pierde la paciencia, la capacidad de espera”, recalca.
“La comunicación permite que yo conozca al otro y eso despierta el afecto, además del aprendizaje de valores”, insiste. “Generar espacios para estrechar lazos implica un trabajo de los padres. Hoy los papás están más interesados en darles a los hijos todo lo que no tuvieron. Pero lo que más necesitan es afecto, es tiempo con ellos”, reflexiona.
Hoy hay menos conexión emocional en la familia, sostiene. Por eso hay chicos que ni siquiera quieren pasar mucho tiempo en sus casas. O no quieren ir a visitar a los abuelos o los tíos porque se aburren. Cuando los obligan a ir, se sientan en el sillón con el celular en mano.
Consejos
Para evitar en ningufoneo en casa, los expertos dan algunas medidas que ayudan: apagar o silenciar el celular durante las comidas, las conversaciones o las actividades familiares y crear espacios libres de pantallas.
¿Es posible conciliar familia y tecnología? Los expertos de Qustodio dan las siguientes recomendaciones:
1- Crear un horario digital familiar: para que los menores tengan un control tecnológico debería existir un horario digital.
2- Evitar que estén solos durante largos ratos en la habitación. Es aconsejable que el uso de pantallas se realice en zonas comunes de la vivienda familiar.
3- Buscar contenido digital familiar: desde videojuegos hasta plataformas de streaming, existen todo tipo de alternativas para disfrutar en familia de las herramientas online.
4- Vida offline atractiva: es importante establecer horarios libres de conectividad, pero también hay que ofrecer a los hijos planes atractivos con los que disfruten tiempo sin pantallas.
5- Dar el ejemplo: los niños imitan el comportamiento familiar, por lo que los padres deben actuar conforme a ello.