Se cumplen hoy 50 años del regreso definitivo de Juan Domingo Perón a la Argentina. Aquel episodio de la historia reciente terminó en la llamada “masacre de Ezeiza”. Allí, mientras esperaban al líder político, se produjo un cruce armado entre las facciones extremas del partido.
En Ezeiza, el enfrentamiento a a tiros entre bandas de izquierda y derecha del Movimiento frustraron la fiesta peronista. Luego, Perón usaría dos discursos en pocas horas para enterrar la utopía armada de la patria socialista.
De liturgia peronista a tragedia
El 20 de junio de 1973, un avión de Aerolíneas Argentinas trajo a Juan Perón al país, en su retorno definitivo. Héctor Cámpora, su delegado personal, había asumido la presidencia de la Nación hacía menos de un mes, luego del arrollador triunfo electoral del 11 de marzo.
Era un día de fiesta popular y de liturgia peronista, pero terminaría siendo una jornada trágica, que dejó un saldo estimado en 13 muertos y 365 heridos. Bandas de izquierda y de derecha se enfrentaron a balazos.
Combate por el control del palco
La mañana de la caótica llegada se habían movilizado más de dos millones de personas para darle la bienvenida. Era un secreto a voces el alto riesgo de que estallase un combate por el control del palco desde donde estaba previsto que hablara el líder.
Perón sabía que venía a morir en su tierra, en busca de un reconocimiento de la sociedad, de la clase política y de las Fuerzas Armadas. “El General”, como se lo llamaba sin necesidad de agregar su apellido, ya era casi una leyenda, el líder del más grande movimiento de masas de la Argentina y Latinoamérica del siglo XX.
Perón venía de pasar 13 de sus 18 años de destierro en la España de Franco "El Generalísimo", que había puesto su bota autoritaria para aplastar todo disenso en España.
Señales políticas para bendecir a un sector
La guerra abierta en los bosques de Ezeiza para establecer la identidad del peronismo empezaba a dirimirse a tiros aquel 20 de junio, aunque Perón ya había dado señales sobre a quiénes bendeciría.
Desde que le había ganado la pulseada estratégica al dictador Lanusse, y consiguió colocar a Cámpora, su delegado personal, en la Casa Rosada, había trazado la línea divisoria entre la militancia justicialista histórica, y los jóvenes apóstatas de su doctrina, "Montoneros" que desafiaban sus ideas, su estilo y su mando.