Pupilas titilantes. Mirada inteligente. Locuacidad. Alza la voz para reafirmar un concepto. Vital. Firmeza. La aguerrida feminista se le cuela en la sonrisa. En el convencimiento de lo que dice. “Resta un cúmulo enorme, pero yo soy de aquellas que mira estos 40 años de democracia con un sentido de perspectiva muy positiva, en relación con los avances que hemos tenido con mujeres y el arco enorme de las personas identificadas sexo genéricamente, no de manera canónica. No solamente los no binarios, sino que hay personas que además tienen una mutación genérica que va más allá todavía y en todo caso, la Argentina con sus momentos dolorosos, de avatares, de regresión en materia de derechos y demás, sin embargo, a pesar de todo, hemos podido construir un conjunto sobre todo de aspectos formales de leyes, que son muy importantes en el arco general de América Latina. Probablemente, en materia de derecho formal, hoy, los grupos de mujeres en América Latina tienen diferencias respecto del estatuto que formalice una ley que las ampare. La Argentina, en ese punto, está en un sitial muy elevado porque hemos conquistado una serie de derechos las mujeres y las disidencias de particular estatura”, sostiene Dora Barrancos, socióloga e historiadora que fue distinguida como Visitante Ilustre de la Universidad Nacional de Tucumán, por su distinguida trayectoria científica y profesional en el campo de los derechos humanos y en la lucha contra la violencia hacia la mujer y las diversidades. Participó del Encuentro Regional de Género del NOA, organizado por la UNT, realizado días pasados.
- La tasa de femicidios sigue siendo significativa en nuestro país. ¿A qué se debe que no desciende? ¿Ese descenso se puede lograr sólo a través de leyes?
- Es la misma tasa que teníamos, no ha variado. Lo que hoy tenemos es una mejor observación de la situación del homicidio de mujeres o femicidio. Hace 15 años atrás no teníamos el concepto ni ninguna forma estadística; y si lo llevo más atrás todavía, yo le diría hasta la reforma del Código Penal 1921-1922, el femicidio, por razones de honor o de dolor, estaba autorizado por el Estado, ¿qué me cuenta? O sea, era eximible el tipo que mataba a la mujer porque creía que era adúltera, estaba amparado absolutamente por la ley. Por lo tanto, es muy difícil, que tengamos hoy una composición de lo que es la violencia, lo que tenemos es un mejor registro de la violencia y una mejor conceptualización de esa violencia. Hoy, no nos podemos engañar, nadie puede decir la mató por amor, crimen pasional, etcétera, la mató por celos… eso es lo que se ha modificado. Al modificarse toda esa concepción obviamente se ha modificado el registro estadístico, de todos modos tenemos algunas dificultades, no es perfecto, hay algunos déficit. Tenemos un registro fidedigno, lo más fidedigno a esta situación tan brutal, tenemos una tasa de femicidio que se ha mantenido más o menos constante. Es malo, pero no podemos decir que se está matando más hoy que hace 20 años atrás.
- ¿Qué se hace en el terreno de la prevención?
- Creo que sobre prevención secundaria se hacen muchas cosas, una vez que ha ocurrido una violencia en cualquier orden doméstico o no contra una mujer, evidentemente se hace la denuncia y la fiscalía ordena una serie de procedimientos precautorios. En general, ¿qué determina el juez? Exclusión perimetral, si la cosa es muy grave, puede llegar a otras cuestiones, a eso lo llamamos prevención secundaria.
- Pero el hecho ya ha sido cometido o sea que no es prevención.
- Exactamente, en un sentido muy estricto, aunque técnicamente se llama prevención secundaria, estoy de acuerdo con usted y yo también pienso que nosotros necesitamos la prevención para la erradicación de las conductas violentas, lo que supone una gran remoción de escombros en esta sociedad.
- ¿Cómo se puede erradicar esta forma de violencia?
- Con una eficaz reforma educativa, desde el jardín de infantes, donde no haya diferencia jerárquica varón-mujer, en donde no haya diferencia ominosa entre varones y mujeres, que no haya diferenciales de lo que debe hacer una niña, lo que corresponde que haga un varón, todo eso es violento. Hay un conjunto de nociones que llamamos obviamente nociones del sistema patriarcal, que deben ser erradicadas. Entonces ahí está la cuestión, ahora es muy difícil hacer una reforma cultural intensa en la sociedad porque esta va a seguir con unos ritmos, con circunstancias de sentido común, que usted sabe, que son muy insensatas, pero que se van repitiendo. En cambio, es obligación del Estado reformar la currícula escolar, reformar la conducta de la docencia y formar la conducta yendo desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria y más, no basta la educación sexual integral.
- Fíjese que casi nunca se lo trata psicológicamente al agresor para evitar la reincidencia.
- Es verdad. En algunos casos, sí, hay muchas resoluciones de jueces que dicen que este haga tratamientos psicológicos. Eso es cuando se encuentra que en el agresor efectivamente hay alguna producción de sentido patológico, pero a veces no es la patología, es el sentido común patriarcal.
- Es una cuestión cultural también.
- Sí, por eso le digo, hay aspectos terapéuticos y otros que no, no es el problema de que el tipo es un chiflado, no, es el estándar, ha sido creada en él la condición de que tiene que ser violento, que a las mujeres hay que secundarizarlas, que hay que ponerlas fuera del mismo sentido, de encomiable productora de cuestiones científicas culturales, artísticas, etcétera, por eso hay una marca violenta simbólica que se da hasta en el lenguaje, que comienza con el lenguaje mismo.
- La educación machista se origina el hogar y suele tener su correlato en la escuela.
- El modo en que se ha organizado socialmente nuestra convivencia y el modo hegemónico de esa convivencia, le da muchísima hegemonía a la figura masculina que es obviamente todavía muy regente y que ha sido organizadora inclusive del deber ser femenino. Estamos en un cambio, falta muchísimo. Sigue habiendo actividades para mujeres y actividades de varones.
- Los países socialistas equilibraron de algún modo la balanza porque las mujeres podían ser electricistas, plomeras, bomberas, policías… desempeñarse en oficios propios de los hombres.
- Sí, de todas maneras hubo bastantes límites en esa evolución. Sabemos -porque hay mucha investigación hecha- que las ingenieras de fábrica no estaban en el corazón productivo, sino en la parte administrativa. En los países nórdicos, también las mujeres ocupan lugares en la marina mercante; en Estados Unidos, hay mujeres en las fuerzas armadas, en sectores muy estratégicos, hay dos o tres militares que han estado decidiendo la compra bélica. Pero eso es excepcional. Necesitamos un mundo en que estas cuestiones no sean excepcionales, un mundo en que haya paridad realmente, que una mujer puede hacer enfermera y también pueda este pilotear aviones y que también pueda ser ingeniera de minas. Una experiencia que dice que las mujeres que van a campos no tipificados como femeninos, suelen ser muy humilladas. Son ambientes muy misóginos.
- ¿Se puede hablar de machismo femenino? Hemos tenido una mujer de presidenta, lo cual debería haber implicado un avance muy importante en la sociedad, como también sucedió en Chile y Brasil. Sin embargo, las críticas más fuertes hacia ella provinieron del sector femenino.
- Usted dice algo que efectivamente puede observarse como una incorporación de valores patriarcales en cuerpos femeninos. Hay percepciones patriarcales que condicionan a una mujer encontramos muchas mujeres patriarcales de hecho. Ahora yo diría que justamente la falta de empatía, la falta de sororidad, es uno de los problemas serios, con los que nos encontramos. Pero de todas maneras, creo que hay una tradición en Argentina en donde las mujeres han tenido un significado político mucho más interesante que lo que corresponde a otros países. En la Argentina, una figura como la de Eva Perón o la propia Cristina marcan una impactante participación de las mujeres en la vida política. Esto es destacable en nuestro país. Debería ser rarísimo que una mujer dijera vituperios generalizados contra una mujer, que humillara a otra mujer en su condición de género, que existe y que es lamentable.