Las consideraciones de una epidemióloga con respecto a la alta incidencia que ha tenido la epidemia de dengue en nuestra comunidad deja consideraciones y advertencias a tomar en cuenta. Nuestra falla cada temporada sigue siendo la misma, advirtió, que es vivir en un ambiente que permite la proliferación de este mosquito dentro y alrededor de nuestros hogares.
Si bien hay una parte de la población más vulnerable a nivel socioeconómico, que está mayormente expuesta a esta situación por fallas del Estado en el acceso a servicios básicos como la recolección de residuos o agua potable, la especialista asevera que “hay una dificultad en el resto de la comunidad de comprender el rol que tenemos las personas en esta problemática”; es decir, o bien ha sido ineficaz la comunicación para lograr la concientización efectiva de la comunidad, o bien las estrategias han sido deficientes.
El otoño, que todavía tiene días cálidos que permiten la circulación del mosquito, llega a su final con un promedio de 300 contagios diarios de la enfermedad.
Aunque las infecciones están bajando, las autoridades sanitarias aclaran que todavía no pasó el peligro. Esta fue la peor epidemia que sufrimos en la provincia: casi 35.000 tucumanos se infectaron luego de ser picados por el mosquito Aedes aegypti. Hubo un 80% más de enfermos que en el brote de 2020 y se registraron el doble de muertos y más pacientes internados.
La especialista dijo que fue llamativo el acortamiento del período interepidémico; es decir, con respecto a la última epidemia que se produjo en 2020. También hubo una cantidad de casos impensada. Explicó que “es evidente que la población de mosquitos Aedes aegypti en Tucumán es abundante y está bien asentada y distribuida en estrecho vínculo con los humanos en las zonas urbanas, periurbanas y en menor medida en las zonas rurales”. La cantidad de casos se debió a la gran abundancia del mosquito vector y a la susceptibilidad de las personas ante el ingreso de un nuevo serotipo (DEN 2), que no había circulado previamente, lo que encontró a la población sin inmunidad ante esta variante. A esto se sumó la situación descontrolada con el dengue en los países vecinos como Paraguay, Brasil y Bolivia, más el inicio temprano por la circulación de las personas a estas zonas. “Todo fue una combinación perfecta para este brote explosivo”, dijo.
Describió que vivimos en un ambiente que permite la proliferación de este mosquito dentro y alrededor de nuestros hogares. Dijo que hay que seguir trabajando en la concientización de la gente para que asuma una participación responsable ante situaciones epidemiológicas. Deslindar responsabilidades empeora el impacto, “quitando el foco a las acciones preventivas de saneamiento que debemos realizar especialmente en los períodos interbrote, es decir, cuando no hay circulación de enfermedades”, dijo. Incluso, agregó, en el invierno, “cuando desaparecen las formas adultas pero quedan los huevos latentes, esperando las nuevas lluvias y a las condiciones óptimas para reactivar su ciclo de vida”.
Conviene recordar, además, que otros expertos plantearon que las campañas de comunicación han sido defectuosas en cuanto a que ciertos segmentos de la comunidad no se sintieron identificados, lo cual debería ser estudiado, a fin de acentuar futuras medidas para una prevención efectiva. Eso, más un manejo responsable de los residuos sólidos y que no se generen recipientes o receptáculos que puedan acumular agua, que fue una de las claves para la transmisión de la epidemia.